Por Giovanny Gómez Palomino
gomepal26@gmail.com
Cuando hablamos de Navidad, pensamos en luces, regalos y reuniones. Pero este año, te invito a mirar más allá de lo material y a centrarte en lo esencial: las conexiones humanas. En un mundo tan acelerado, donde muchos viven atrapados en la rutina o la soledad, cada gesto de bondad cuenta más de lo que imaginamos.
Piensa en esto: para alguien, tu sonrisa podría ser el primer acto de amabilidad que recibe en semanas. Tu tiempo en un comedor social puede ser la única cena digna que alguien tendrá esta temporada. Una carta escrita a mano con palabras cálidas puede convertirse en un bálsamo para un alma herida. No subestimemos el poder de lo pequeño.
La Navidad no es un momento para sumar cosas, sino para multiplicar afectos. Tal vez no puedas resolver todos los problemas del mundo, pero sí puedes cambiar el día de alguien. Y ese cambio tiene un efecto dominó: quien recibe bondad suele repartirla después.
Así que esta Navidad, haz un pacto contigo mismo: dona una tarde para escuchar a alguien que necesita ser oído, ofrece una taza de café a un trabajador de la calle o regala tu tiempo para ayudar en una causa local. Estos actos son regalos que no necesitan envoltura, pero dejan huellas profundas.
La magia de la Navidad no está en los adornos, sino en los corazones que se abren. Hagamos que esta época sea más que un tiempo de consumo; transformémosla en un movimiento de compasión que se extienda todo el año.
Porque al final, lo que importa no es lo que damos, sino el amor con el que lo hacemos. Y tú, ¿qué impacto pequeño, pero gigante quieres crear hoy?
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