Entrego la posta de la Presidencia del Consejo Departamental de Cultura

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Por J. Mauricio Chaves-Bustos
Facebook: jemaoch

Creo profusamente que la Cultura es la única posibilidad que tenemos para sentirnos miembros de una comunidad, de un conglomerado o de un territorio, en la medida que la cultura implica no solamente la aceptación del otro, sino también el perpetuo compartir con ese otro, aceptando las tradiciones como un marco de diversas posibilidades que alimentan también los cambios que deben darse constantemente para que el ser humano se acople a las exigencias de los tiempos.

Soy también un convencido de que la Cultura nos permite, como colombianos, cimentar las bases de una paz siempre buscada y pretendida, no en vano es esta el verdadero sostén de cientos de comunidades, de hombres y mujeres, que de una u otra manera han sido golpeados por la inmisericorde violencia, y que es ella la que permite brindar energías que se vuelven resiliencia, para superarla, rechazarla y mirar el futuro con ojos promisorios, pese a todo lo que la guerra implica.

Creo también que la cultura posibilita las sinergias necesarias para que exista un relacionamiento franco y sincero entre lo privado y lo público, permitiendo generar políticas públicas capaces de dar respuesta real a las necesidades de ese otro comprendido, y que el rompimiento de ese relacionamiento únicamente conduce a los individualismos exasperados y a los caprichos insidiosos que terminan volcándose en dictadura. De ahí la necesidad de un diálogo franco entre los diferentes actores puestos en planos diversos, en donde las vías de hecho no hacen, sino minar la confianza y desconocer que toda institución está compuesta de seres humanos, así como la imposición no hace, sino desconocer las alteridades que alimentan a todo sujeto cultural.

Creo también profundamente en la necesidad del reconocimiento de las diferencias. Cuando la cultura ha buscado homogenizarse -el colonialismo, en su mayor expresión- destruye al ser humano, invisibiliza la creatividad y la potencia de ese otro. Cuando la cultura se centraliza, castra el pensamiento creador de su propia concreción, ya que es fundamental el intercambio y el cruce de información, las endogamias por ello terminan por corromper. Así surge el sustancialismo, cuando se cree que solamente un pueblo, una ciudad, un grupo, son los poseedores de la verdad como algo revelado, cuando se cree que únicamente esas manifestaciones culturales tienen carácter de validez frente al resto que mira y muchas veces admira. Y con ello devienen políticas públicas que se concentran únicamente en mostrar aquello que se considera esencial dentro de un marco territorial determinado, dejando a cientos de artistas por fuera de un marco presupuestal, muchas veces destinándolos a desaparecer.

Foto: J. Mauricio Chaves-Bustos

En el caso particular de Nariño, se hace necesario recordar, cuantas veces sea necesario, que es de los pocos departamentos del país que es Andino, Amazónico y Pacífico; esta diversidad geográfica permite la pervivencia de diferentes manifestaciones culturales, lo multifacético es sustancial a este departamento en diversidad de territorios. Aquí, quizá como en pocos lugares de Colombia, se puede percibir, en pequeños viajes, lo afro, lo indígena y lo mestizo, -la Raza Cósmica, diría Vasconcelos-; en cada uno de los 64 municipios se asienta una singularidad, una potencia vital que ha permitido superar el centralismo y el abandono, una periferia que en sus propias raíces ha forjado esa particularidad.

Pero también es una verdad innegable que todavía muchas de las expresiones culturales de esos municipios están invisibilizadas, que todavía nos movemos céntricamente alrededor de lo que muchos consideran lo “esencialmente nariñense”, muestra de ello son las publicaciones o las difusiones en medios, donde solo se resalta una fiesta, un volcán y una laguna, dejando por fuera la mayoría de un territorio rico y diverso en absolutamente todo. En este punto, no es pertinente ni necesario señalar responsabilidades, que son históricas y están incrustadas estructuralmente tanto en sujetos como en las instituciones del departamento.

Creo que el Consejo Departamental de Cultura debe desempeñar un rol fundamental para romper con ese centralismo con que hemos crecido como departamento, debe incidir positivamente en romper esas estructuras que hacen que todo o casi todo se concentre en una sola ciudad o en un solo territorio.

Sin embargo, y a manera de autoevaluación, todavía muchas voces siguen siendo silenciadas o son gritos perdidos en medio de parafernalias que terminan por no conducir a ninguna parte. Todavía la comunicación, la interconectividad o el relacionamiento, mediado siempre por el factor económico, siguen siendo piedra en el zapato para poder hacer un trabajo más democrático y mucho más pluralista.

Los señalamientos infundados atacan la credibilidad y coarta el derecho a la legitima defensa y a la buena fe; la comunicación de corrillo, antes que la abierta y certera,  rompe las discusiones razonadas y socaba los afectos pulsionales, fundamentales para mantener la armonía en cualquier grupo humano.

Creo que el CDCN debe tener mayor incidencia en las decisiones que atañen a la cultura del departamento, pero para ello debe haber una mayor inversión en el presupuesto de la cultura, seguimos al amparo de un sistema que pareciera tercerizar los recursos, hasta el punto de que estas reuniones y otras actividades dependen casi que totalmente de un operador. El gobernador de turno debe entender que la cultura no puede seguir siendo mendicante de los recursos, y que la Dirección Administrativa de Cultura no puede ser un pararrayos para contener esa fuerza pulsional artística que se mueve en cada rincón del departamento.

Es por ello que la DACN y el CDCN deben trabajar de la mano constantemente, generando un diálogo que posibilite consensos dentro de las diferencias, buscando de esa forma responder a las necesidades reales del universo cultural nariñense. Esas carencias materiales pueden superarse o encontrar salidas concertadas, mediante la experiencia acumulada en conjunto y en cada un@ de l@s consejer@s, así como con la posibilidad de recursos que tiene la DACN, esa sinergia es la que permite realmente hacer un ejercicio con incidencia en la cultura del departamento.

Reconozco el trabajo arduo y comprometido del maestro Milton Portilla, su afán por estirar hasta donde más pueda ese presupuesto fallido que destina la gobernación para la cultura del departamento; soy testigo de sus desvelos y de sus madrugadas para escuchar diferentes voces que piden esto o aquello. Estoy seguro que quisiera hacer mucho más, pero mientras exista un sistema donde la cultura no sea una prioridad, ese deseo no será más que una quimera. Agradezco de verdad maestro Milton su trabajo y su capacidad de escucha, agradezco al equipo de la DACN su constante colaboración, particularmente a Aura Caicedo Luna por aportar su experiencia y su cariño buscando que todo fluya de la mejor manera posible.

A las Consejeras y a los Consejeros, gracias por el voto de confianza depositado en mí hace 24 meses. Creo que se hace necesario el compromiso vivo y actuante de todos y cada uno, en atención a la confianza depositada en nosotros por parte del sector que representamos. Debo decir que no todos asumen ese rol con el compromiso deseado, muestra de ello es la forma en que participamos o los correlatos que se crean frente a lo que se propone, se hace o se deja de hacer. Quizá sea necesario revisar el rol que debe desempeñar la Presidencia del CDCN, ¿acaso más decisoria y menos consultiva?, ¿acaso menos formal y más incidente?

Este año, como todos sabemos, es un año electoral, y quienes estamos en la cultura sabemos que de quienes lleguen a los cargos públicos y a las administraciones depende las políticas públicas culturales para los próximos 4 años. Se hace necesario, en este punto, que el CDCN tenga también una incidencia real que avizore lo mejor para la cultura en ese cuatrienio. Y aquí debo acotar que durante toda mi vida jamás he tenido cercanías con político alguno, que mi accionar político se debe a mi voto personal y a las opiniones que expreso mediante mis escritos en algunos medios de comunicación, pero desconozco lo que es hacer antesala para pedir un favor, mucho menos personal, que dentro de mis convicciones personales parafraseo a Rubén Darío y me repito una y otra vez: “de los políticos, líbrame señor”, pese a mi agnosticismo declarado.

Que el CDCN siga teniendo una incidencia dentro del proceso que se avecina, reconociendo que lo político es necesario, tanto en sus valores utópicos como en los realistas que al término se suman. Buscando compromisos que se vuelvan realidades en tanto políticas públicas culturales afines con esa pluralidad y esa singularidad antes señaladas.

A todos y cada uno de Ustedes, gracias.

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