Gratitud a mis maestros

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El despertador del sur
Por: Jorge Arturo
despertadordelsur@hotmail.com

Al celebrarse hoy, 15 de mayo, el Día del Educador, expreso mi gratitud a mis maestros de castellano, pues a ellos les debo el “bello arte de escribir y leer”, mis primeros “Orfebres”.

Primero a mi padre, Luis Antonio Arturo Acosta, q,e,p,d, “el profesor Arturo” como lo llamaban, con él aprendí las primeras letras, con él aprendí a escribir, mis primeras redacciones; con clasesitas en la casa, aprendí a hacer acrósticos y mis primeros versos de amor, mis primeras cartas. También a mis profesores de quinto, Luis Miguel Insuasty y Luis Alberto Dulce, sus continuas felicitaciones por leer correctamente, me estimulaban a seguir mejorando tanto en la lectura como en la escritura.

Terminado mi quinto de primaria y superar el difícil examen de admisión, llego a las aulas del colegio Ciudad de Pasto, me encuentro a un gran Maestro, mi profesor de Castellano, Segundo Rosero Alomía; la lectura y la escritura se fue afianzando y mejorando; con él escribí mis primeros cuentos, como “El Hijo del leñador”, calificación 5 y las concebidas felicitaciones, lo que ahora les falta a algunos maestros.

En ese continuo camino de aprendizaje llega a mí, otro grande de las letras y la escritura, Augusto Gelpud Rivera, la lectura de obras literarias, especialmente nariñenses, la lectura oral, con buena entonación, con los matices de voz, aumentaba en nosotros el gusto y el amor por la lectura, por la buena lectura y por la perfecta escritura

 Aspectos esenciales que en un buen lector se afianzan y mejoran mucho más con el encuentro del profesor Manuel Narváez Santacruz, cursaba ya el cuarto de bachillerato, demasiado estricto, igual que los anteriores, pero su forma de enseñar el “español” nos hacía enamorar de la materia; no obstante su lenguaje enérgico para las correcciones pertinentes en la lectura nos formó especialmente a quienes ya nos gustaba el buen arte de leer y escribir. En la Escuela Normal todo se fue mejorando y como Maestro debía seguir sus huellas, fui estricto en el buen escribir, en la buena lectura y el buen decir; jamás perdoné un error de ortografía, y todo lo que soy en las letras, se lo debo a mis maestros de castellano especialmente. A ellos y a todos: ¡Feliz Día!, y mi eterna gratitud.

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