¡Hagamos la guerra pero con hijos ajenos!

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Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez.
pakahuay@gmail.com
¡Ah fácil -¿y
placentero para algunos?- que resulta sentarse cada noche frente al televisor y
compartir el tiempo –en familia o amigos- recontando los mutilados o los
muertos ajenos!
¡Ah fácil que es mandar desde ese abollonado sillón un
indiferente madrazo “¡para todos estos hp!”. Insulto extensivo para el entonces
mindefensa del gobierno Uribe, el mismo que se dio cuenta de que jamás se les
exterminaría o se les rendiría incondicionalmente, como fue la inicial idea de
ese gobierno. La guerra, entonces, se había hecho con el máximo presupuesto de
la historia -el del país sumado al que le dejó Pastrana con el fallido Plan
Colombia-, por dos períodos presidenciales 
y con todas las armas, legítimas e ilegítimas (falsos positivos, etc).

He sostenido
que Colombia es quizá uno de los pocos países en donde jamás se ganaría una
guerra interna con el exterminio o rendición del contrincante. Lo demostró la
Guerra de Independencia
. La historia señala que la rebatiña de intereses de la
Patria Boba había diezmado las defensas de ese naciente país, Nueva Granada, y
que ya Bonaparte había sido expulsado de España. Vuelto al trono, Fernando VII
estaba dispuesto a retomar sus colonias y ordenó a Pablo Morillo hacerlo. Con
las defensas abajo, vino el Terror para la nueva nación, que es como se conoce
esa época. Entonces los diezmados ejércitos patriotas se replegaron hacia donde
sería imposible su exterminio: la Amazonia y la Orinoquia. Allá se
reorganizaron y desde allá retomaron la historia que aprendimos en nuestros
años escolares.
En el s. XX
ocurrió igual con las Guerrillas de Llano (Aljure, Salcedo, etc), hasta que el
dictador Rojas Pinilla los sedujo y los traicionó
. Las Farc copiaron esa
táctica guerrera, aplicando las nuevas técnicas y tecnologías de hoy. Esto debe
conocerlo Uribe, o al menos eso se espera. Lo saben los generales colombianos y
lo supo el entonces Ministro de la Guerra, JM Santos.
Quizá esta fue
una de las razones que lo impulsaron a jugarse su carta personal -escondida
bajo la manga, claro- del actual proceso de paz. Comenzó a negociar con los
mismos colaboradores con los que había fracasado Uribe en la segunda parte de
su segundo mandato, cuando aceptó la imposibilidad de exterminarlos o
rendirlos
. Se sabe que les hizo propuestas, pero quizá a los farianos no los
conocía tan bien como a los paras -con quienes lo logró- o quizá aquellos no
confiaban tanto en él como sí los paras.
Una vez
posesionado, Santos comenzó el acercamiento, representado por su hermano
Enrique. De inmediato, a Uribe lo enteraron las mismas “fuentes” que nunca ha
revelado. Vino entonces su primera andanada: que el presidente a quien él mismo
había llevado al solio con los votos de sus gentes, andaba explorando un
proceso de paz con las Farc. Desde entonces comenzó a resonar la dialéctica
uribista del insulto contra el proceso de paz

La parte mayoritaria del país, la que se sentía cansada de la guerra,
respondió complacida a Santos. Periodistas de extrema derecha como María Isabel
Rueda, en su columna de El Tiempo, fueron más allá. Ella le argumentó a Uribe
que la búsqueda de la paz era el deber constitucional de todo presidente.
Muchos de los
que hoy despotrican desde sus tibios lechos abrazados de su mujer o de su
amante, jamás estarían de acuerdo con que sus hijos e hijas, familiares y
amigos cercanos fueran a poner los muertos y los mutilados a la guerra
.
¡Cuántos de ellos mismos, jamás han prestado el servicio militar obligatorio!
Como la mayoría, con el pago de alguna coima a algún oficialillo, también lo
obviaron.
Sigo convencido
con R. Uprimny: “prefiero una paz imperfecta a una guerra perpetua”, con los
hijos ajenos, agrego yo. 06.IX.16
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