Por J. Mauricio Chávez Bustos
En Colombia aún se escuchaba el silencioso ruido de sables que había exterminado a humildes campesinos en las bananeras del Urabá, en un contubernio en que gringos y la clase política nacional se repartían los oprobios y los dineros de la indemnización por Panamá.
Los estudiantes universitarios, quienes tenían ya la experiencia de la organización estudiantil de Córdoba, iniciaron una serie de protestas contra el gobierno de Abadía, con tan mala suerte que en la carrera 8 con calle 9, cerca al Congreso, a las diez de la noche del 7 de junio de 1929, cae asesinado el estudiante de derecho de la Universidad Nacional, Gonzalo Bravo Pérez, convirtiéndose, desde entonces, en el epítome de la lucha estudiantil en contra de toda arbitrariedad y totalitarismo, hasta el punto de que el 8 de junio es en Colombia el día del estudiante.
Gonzalo Bravo Pérez, nació en Ipiales, su padre es Julio Bravo, empresario, dueño de la planta eléctrica de Pasto, y su madre, Leticia Pérez, hermana del ex Magistrado Gonzalo Pérez, amigo personal del Presidente Abadía. Cuando cae asesinado, estaba cursando segundo año de derecho en la Facultad de la Universidad Nacional de Colombia. Bogotá se consterna ante el asesinato por parte de la Policía Nacional, cuyo comandante era Cortés Vargas, reconocido como “héroe de la masacre de las bananeras”, y todos los estudiantes de la Nacional, Libre, Externado, Rosario, se levantan en protesta, y acompañan el cuerpo hasta el cementerio central, el día 8 de junio.
El periódico El Tiempo anota: “Nada más solemne que el sepelio del estudiante Bravo Pérez, presidido por las más ilustres damas de Bogotá, y al cual acudió la ciudad entera. Desde la iglesia de San Ignacio, donde se verificaron las exequias, hasta el cementerio, las calles se apretujaron de gentes que vieron desafiar innumerables delegaciones de los más altos cuerpos, con hermosas coronas y banderas”.
Al futuro leopardo, Camacho Carreño, compañero de Bravo Pérez, correspondió la oración fúnebre, que al tenor dice en algunos de sus apartes: “!Oh! venturoso joven, en tu carne cinceló la bárbara flecha el símbolo doloroso que vanamente había querido labrar la angustia colectiva, y por obra de un singular destino, la caja de tus huesos ha cobrado la frágil arquitectura de un tabernáculo que guardara las divinas especies de nuestro patriotismo”.
(El Tiempo, Bogotá, Junio 8 de 1929”
Y el profesor Ciro Quiroz, en su libro La Universidad Nacional de Colombia en sus pasillos, anota: “Sobrevino, en consecuencia, un sentimiento de luto general. La ciudad entera la emprendió contra los tranviarios, la policía, los funcionarios y hasta con parientes íntimos pero inofensivos del presidente (…) El Presidente ordenó tres días de duelo. El cadáver, conducido a paso lento y acompañado por una inmensa manifestación de rechazo, terminó desplazado hasta el cementerio sobre la cureña de un cañón. Fue cuidado por una guardia de honor que primero lo acompañó hasta la basílica, en procesión encabezada por la Dirección de la Federación de Estudiantes.”
Pero más allá de todo ese sentimiento de pesar y de luto generalizado, el ipialeño Gonzalo Bravo Pérez se convierte en símbolo del estudiante caído en protesta, del estudiante revolucionario. Ante la entereza del intelecto, el peso de la bala asesina, el peso del estado represor que no tolera que se denuncien sus exabruptos. Freddy Ordóñez, anota: “desde aquel 8 de junio de 1929, fecha en la que el estudiantado mediante una manifestación conmemoraba el primer año de la masacre de las bananeras. En esta manifestación cayó asesinado en Bogotá el primer mártir del movimiento estudiantil colombiano: Gonzalo Bravo Pérez. 25 años después, el 8 de junio de 1954, los estudiantes de la Universidad Nacional organizaron la conmemoración anual de la muerte de Gonzalo Bravo Pérez, con una marcha pacífica desde la ciudad universitaria hasta el palacio de Nariño. Una vez terminada la marcha y cuando los participantes retornaban a la sede de la Universidad, la fuerza pública asesinó al estudiante Uriel Gutiérrez. Ante la muerte de Uriel los estudiantes se dirigieron al campus universitario, marchando nuevamente el día siguiente, 9 de junio. Ese día la marcha avanzaba por la carrera séptima en dirección a la Plaza de Bolívar, siendo la manifestación disuelta por las balas oficiales, quedando sobre la vía los cuerpos sin vida de Álvaro Gutiérrez, Elmo Gómez Lucich (peruano), Hernando Morales, Rafael Chávez Matallana, Jaime Moure Ramírez, Hernando Ospina López, Hugo León Vásquez y Jaime Pacheco”.
Y Credencial Historia en la línea del tiempo, recoge: “Junio 4-8 memorable jornada contra la corrupción en Bogotá. Resumen de El Tiempo: El 4 de junio Bogotá empieza a darse cuenta del desastre municipal y la pugna entre el alcalde Luis Augusto Cuervo y los gerentes de Velasco y Osorio se hace más intensa. El 5 el alcalde Cuervo es destituido por el Gobernador de Cundinamarca como represalia por los ataques del burgomaestre contra la “rosca municipal”. El 6, en imponente manifestación, veinte mil bogotanos reivindican los derechos de la ciudadanía a ser regida hábil y honorablemente y vivan al doctor Cuervo por su erguida actitud contra la “rosca”. Un pelotón de policía montada ataca a los manifestantes y hiere a más de treinta personas. Bogotá se pone en pie. El 7 se constituye en Bogotá una junta patriótica para exponer al Presidente los anhelos de la ciudad. El ministro de Gobierno, doctor Rodríguez Diago, se solidariza con el pueblo y desautoriza los bárbaros atropellos de la policía nacional comandada por el general Cortés Vargas. Don Gonzalo Bravo Pérez, estudiante de derecho en la Facultad Nacional, es asesinado villanamente por el pelotón de policía que vigilaba el costado occidental del palacio presidencial. Acuartelada toda la policía, inclusive la de tráfico, éste no se interrumpe. Mujeres, hombres y niños reemplazan con sorprendente habilidad y patriotismo a los agentes públicos. La República entera se solidariza con el movimiento cívico de la capital. El 8 la ciudad, enlutada, rinde homenaje a los despojos fúnebres del estudiante Bravo Pérez y en la más hermosa manifestación que haya presenciado Bogotá, acompaña el cadáver del sacrificado hasta la Asociación nacional de Estudiantes, donde permanece en capilla ardiente.
Culmina la gran jornada cívica con el triunfo de la ciudadanía sobre la corruptela. Ignacio Rengifo, Arturo Hernández (a. Chichimoco), Ruperto Melo y Cortés Vargas, cabezas de la rosca nefanda, son destituidos de los altos cargos que ejercían. El 9 de junio el cadáver del estudiante Bravo Pérez es llevado a la última morada en medio del respeto y el recogimiento del pueblo bogotano.”
(Credencial Historia, edición 200, agosto de 2006).
Gonzalo Bravo Pérez, ipialeño, es el símbolo entonces de la protesta estudiantil ante la masacre de las bananeras, de denuncia ante la corruptela de los gobernantes de turno, de la protesta ante los exabruptos del totalitarismo, es el estudiante caído hecho sacramento que recuerda el deber de denuncia y de protesta ante toda injusticia. Gonzalo Bravo Pérez es el primer estudiante caído en estas protestas. Hoy, más allá de la placa de mármol que su universidad ubicó en el templo de la Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, sus compañeros, sus coterráneos, y quienes seguimos la senda de la denuncia ante toda injusticia, lo recordamos y rememoramos.
NOTA: El 9 de junio de 2013 se publicó por primera vez esta nota.
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