Mi Ventana

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Los grandes clubes del fútbol mundial cuentan
hoy con verdaderos genios caza talentos- generalmente exfutbolistas-, cuya
función, entre otras, no es nada distinto que “olfatear” prospectos en las
divisiones inferiores de equipos con cierta notoriedad, que posteriormente, y
previos acuerdos contractuales,  nutren
las escuadras competitivas. En el argot futbolístico ese personaje toma el
nombre de director deportivo.

Si nos remontamos a la época dorada del fútbol
sandoneño, cuando los deportistas practicaban esta disciplina en la “cancha
lija”, aquel escenario tapizado de un
material pedregoso y afilado, utilizado para conformación de vías, y que
alternaba su uso con la de un abasto de mercaderías denominado “galería de
mercado”, existió una escuadra llamada Atlético Sandoná, con divisa celeste y
oro, semejante a la del Boca Juniors argentino. Y ese club conformado por
futbolistas excepcionales –para la época-, deleitaba a sus seguidores con una
armonía mágica que sólo se consigue jugando juntos con frecuencia, y sin
pretensiones económicas.

El Atlético Sandoná, que marcó historia en el
fútbol sandoneño, también tuvo su propio director deportivo, sin las
connotaciones del personaje mencionado a principios de este escrito, pero con
un nombre muy original: “el ajuntador”. Y éste era nada más ni nada menos que
Juvencio Zambrano Cabrera.

Dentro de la cancha, Juvencio se destacó por
su carácter, perspicacia, temperamento  y
actitud, condiciones que lo convirtieron en pieza fundamental en el mediocampo
del equipo de marras. Debo confesar que no fue la estrella del equipo, sin
embargo su rol de líder y caza talentos o “pibes”, como se les llamaba en aquel
entonces a las promesas futbolísticas, le conferían una autoridad especial en
el engranaje del club. Y un respeto tácito.

Su relevante afición al deporte, que siempre
contó con el apoyo de su esposa, Cecilia, le permitían convertir su
casa-taller localizado frente a la
cancha de fútbol, en un gigantesco y populoso camerino, en donde los
futbolistas – titulares y suplentes-, recibían las orientaciones técnicas
previas al partido de turno, al fragor del aroma a sustancias provenientes de
las pócimas  utilizadas para el masaje.

La posterior y providencial gestión de
Juvencio para la contratación del
futbolista profesional, Juan Molina, como director técnico de la escuadra fue
determinante, y el suceso cambió  la
manera de concebir y practicar el fútbol; pues a partir de ese histórico
quiebre, el juego dejó de ser ambiguo para convertirse en una sinfonía de
belleza y romanticismo deportivo que animaba a propios y extraños a copar,
literalmente, todos los espacios que el improvisado y único escenario deportivo
permitía.

Bajo esta perspectiva, la intervención de
Juvencio en esa  época dorada del
deporte, aunada a la disposición, altruismo, contribuciones económicas y
sentido de pertenencia de quienes orientaron el quehacer deportivo de la
pequeña aldea que era Sandoná, trazaron un antes y después de ese recorrido.

La mayoría de esos incondicionales personajes
se ha despedido de este mundo. Hoy, lamentablemente, lo ha hecho Juvencio; por
tanto escribo estas palabras como homenaje a un ser que  ingresa a esa privilegiada lista de hombres
que han tejido historia local.

Que en paz descanse…….

Tunía, Cauca, noviembre de 2014.