La buena hora para Nariño

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Por Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com

Hoy, más que nunca los nariñenses tenemos la gran oportunidad de cristalizar muchas iniciativas de diferente carácter que se han postergado indefinidamente en el tiempo y se han diluido en los gobiernos de turno. Los resultados electorales a favor del nuevo presidente de los colombianos nos permiten hablarle de frente y con la dignidad de quien cumplió a cabalidad su misión; ahora le corresponde al nuevo mandatario ser generoso y benévolo con las peticiones justas de los nariñenses.

No queremos ver pasar esta oportunidad en la simple consecución de cargos burocráticos, embajadas, consulados, gerentes de institutos descentralizados o simplemente en ministerios que no pasen de ser dadivas personales que no representen desarrollo para el departamento de Nariño.

Si nos corresponde en turno algo de ello, pues bienvenido. Pero lo realmente importante es impactar con recursos y obras en nuestro territorio. El pueblo nariñense, fiel a sus principios y consecuente con su causa alcanzó la mayor votación por el nuevo mandatario de los colombianos, sobrepasó el 80% y en algunos sectores de la Costa Pacifico sobrepasó la histórica cifra del 95%. Argumentos y razones de peso para presentarnos con peticiones justas, razonables y de innegable cumplimiento. En declaraciones de Gustavo Petro Urrego, es al pueblo de Nariño a quien le debe su contundente triunfo en las elecciones pasadas. Un pueblo generoso con unas aspiraciones que hoy se constituye en una verdadera esperanza para nuestra región.

Quien pretenda endosarse esta gran victoria para sí o para determinado grupo o movimiento, está equivocado. Es el pueblo, como lo expresamos muchas veces, el verdadero gestor de un triunfo que debe traducirse, insistimos, en obras de progreso y desarrollo para la región.

Más allá de quién será el próximo gobernador o alcalde lo que debe convocarnos es cuáles serán las obras que se desarrollarán en la región. No es exagerado afirmar que será declarado traidor al pueblo de Nariño aquel o aquellos que se ferien como baratijas de tercera categoría por simples bagatelas burocráticas.

Queremos, por ejemplo, la culminación de una obra tan importante y significativa como la vía que nos una definitivamente con Colombia, hemos expresado retiradamente que la Panamericana ya cumplió su cometido y hoy no es más que una trocha que no nos permite ni facilita una verdadera integración nacional. En consecuencia, la primera petición debe darse en este sentido son unas Vías 5G que nos conecten con nuestro país y nos permitan un comercio en condiciones de igualdad y equidad. Fue lamentable el pronunciamiento del actual mandatario en el sentido de negar los recursos que se anunciaron, llenándonos ilusamente de regocijo y tranquilidad. Podemos afirmar que esta obra no solo es vital sino de imprescindible realización.

Igualmente podemos hablar en nombre y representación del pueblo de Nariño de la urgente necesidad de solucionar de una vez por todas el transporte de combustible que por ausencia de un poliducto nos impide un abastecimiento en condiciones de normalidad. Con esas vías y las deplorables condiciones de las alternas es común y frecuente el quedarnos desabastecidos cada que una lluvia o una roca se atraviesa en nuestra geografía. Nariño sufre cada vez que se anuncia el cierre de estas vías por cuanto se encarecen los productos básicos de la canasta familiar y nos condenan a un costo de vida injusto e insufrible.

Fue, justamente en la Costa Pacifico en donde los pueblos se volcaron en apoyo a una esperanza sobrepasando las expectativas de los líderes regionales. Fue ese pueblo aguantador y rebelde que con su expresión popular alcanzó cifras inimaginables de respaldo electoral. Roberto Payan logró un resultado sorprendente de 95.92%, seguido muy de cerca por Magüi Payan con 95.66% y Mosquera con 95.20%. Pueblos que no cuentan con acueducto, alcantarillado, vías de acceso y mucho menos con la infraestructura necesaria para llevar adelante procesos educativos o productivos, Regiones ricas en productos agrícolas y de mar pero que por ese abandono estatal se pierden en una oscura noche que únicamente permite ver pobreza y desolación, Es ahí donde se debe posar los ojos del nuevo mandatario y hacer de estas regiones un verdadero ejemplo de progreso y desarrollo.

Tumaco reclama hace mucho ser un puerto de gran envergadura, con las condiciones y la logística que permita y facilite procesos de comercio, posicionando a esta región como una de las principales vías marítimas con su consecuente ola de progreso y prosperidad. No es justo con esta región y su gente que se aplace indefinidamente su justo anhelo de un trato digno y decoroso. Los mayores índices de pobreza, miseria, analfabetismo y atraso económico se encuentran es tas zonas del pacifico nariñense. En consecuencia, le corresponde recibir lo que históricamente le ha sido negado.

Igualmente es triste y lamentable el padecer las vías terciarias de nuestra región, convertidas en verdaderas trochas que le impiden al campesino pobre y trabajador sacar sus productos para obtener un usufructo de su comercio que le permita llevar tranquilidad y sosiego a los suyos. Basta recorrer cualquiera de nuestras regiones para encontrarse con un espectáculo que espanta y nos hace sentir verdadera lástima del papel de nuestra clase dirigente en el pasado, que reclamó únicamente para sí los esfuerzos de todo un pueblo y lo condenó al abandono secular del presupuesto nacional. La verdadera paz se construirá con hechos de esta naturaleza.

Por supuesto que la PAZ tendrá que llegar al escritorio del nuevo mandatario de los colombianos, cristalizado en unos diálogos regionales, como los propone desde ya el gobernador de Nariño, John Rojas Cabrera. Hemos sido actores de una guerra que no nos ha permitido una convivencia sana y productiva, hemos aportado los muertos, los cementerios, las tristezas, los dolores de una paz frustrada constantemente, constituyéndonos en una especie de partera especializada en hacer parir monstruos y desgracias. Estos diálogos regionales, por supuesto, deben convocar a diferentes escenarios y protagonistas hasta que esa anhelada PAZ y todo lo que ello significa se instale definitivamente en nuestra región.

Hemos visto el gran abandono de nuestras vías en regiones cafeteras y productivas. Que se traduce en una falsa e ilusoria promesa de progreso. Nariño se debe levantar enhiesta y soberana para clamar por aquello que le ha sido arrebatado durante décadas y centurias.

La variante San Francisco – Mocoa es una obra que desembotellará a nuestra región y nos unirá al continente. Debe quedar atrás el oprobio de ese gran abandono del presupuesto nacional al extremo de constituirse como el cementerio más largo del mundo. Nariño ganará mucho si se consigue llevar a la agenda del gobierno nacional esta obra tantas veces frustrada y negada a nuestros pueblos hermanos.

No es quimera el formular una respetuosa petición al economista Gustavo Petro Urrego para que tome su juramento como presidente de los colombianos desde una de estas regiones del Pacifico Nariñense para que se visibilice su abandono, pero, por sobre todo se muestre su gran potencial económico y productivo. Es aquí el escenario ideal en el cual se podrán hacer realidad sus postulados de energías alternas y limpias que nos arrastren con sus vientos hacia energías que se constituyan en amigas de la naturaleza y el medio ambiente. Que estos VIENTOS DEL SUR se traduzcan en un vuelo sobre esta región, como un cóndor abrazando a sus pueblos en una visión renovada y soberana.

Nariño es esta gran región que hoy despierta de esa pesadilla de atraso y pobreza. Nuestra cultura, creatividad, potencialidad, calidad humana y sentir histórico toman un verdadero sentido en eso que desde hoy lo asociaremos con vivir sabroso, es decir vivir en paz, en equidad, en justicia, en igualdad de oportunidades y en inversión estatal que redunde en bienestar para su gente y sus pueblos. Nada ganamos si este contundente triunfo electoral no se traduce en obras y realidades, habrá sido simplemente una victoria raquítica que alimentó los egos de una dirigencia acostumbrada a feriar el valor de los nariñenses por cargos y dadivas burocráticas y clientelistas.

Esta es la buena hora para Nariño, no perdamos el tiempo y empecemos a ponernos de acuerdo en todo aquello que signifique paz, progreso y bienestar para los nariñenses. Aquí no hay lugar para ganadores y derrotados. Nariño, una causa común.

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