Tomado de www.france24.com
El movimiento indígena dejó de ser un referente cultural para convertirse en una poderosa fuerza política que en menos de una década auspició la caída de tres presidentes y lideró unas protestas que propinaron un duro revés político a Moreno.
Transformada en una zona de guerra, Quito se convirtió en el punto de ebullición del descontento social en Ecuador. Por diez días el movimiento indígena se convirtió en la principal fuerza política en las calles y logró hacer reversar al presidente Lenín Moreno al derogar la más controvertida política del ‘paquetazo económico’: la polémica política de retiro del subsidio a los combustibles.
“El gobierno le tiene terror a las protestas”, explicó la socióloga Carol Murillo en diálogo con France 24. Enfrentar las movilizaciones con mano dura llevó a Moreno a un endurecimiento de la posición de estos grupos y a episodios de represiva violencia que derivó en la muerte de siete personas, incluido un líder indígena y dejó 1.340 heridos y 1.152 detenidos, según la Defensoría del Pueblo.
Las poderosas marchas que lideraron los indígenas, que durante más de una semana abandonaron sus provincias y llegaron hasta la capital ecuatoriana para presionar al gobierno, tienen en el pasado, una historia de poderosa lucha que, en alianza con militares y otros sectores civiles, logró derrocar a tres presidentes y este 13 de octubre le propinó una dura derrota política al presidente que suscribió un crédito con el Fondo Monetario Internacional.
La eliminación de los subsidios a los combustibles golpeó a los sectores más humildes del país, que vieron subir en un 123% las tarifas de los combustibles y los bienes que dependen de ellos para transportarse. Entre ellos a los cerca de 1.4 millones de indígenas que se encuentran en la pobreza y representan algo más del 8% de la población del país, según datos de junio del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Desde hace décadas, los indígenas dejaron de ser postales de tradición y marginación para convertirse en actores que cambiaron el curso del país y en esta ocasión ratificaron su influencia como uno de los actores políticos de mayor influencia en la escena pública de Ecuador.
El movimiento indígena: una fuerza de choque que derrocó a tres presidentes
Para entender la poderosa influencia del movimiento basta revisar la historia reciente de Ecuador. En diciembre de 1996, el gobierno del presidente Abdalá Bucaram anunció lo que se conocería como el ‘paquetazo de año nuevo’, que incluía iniciativas económicas como el congelamiento del salario mínimo y el aumento del precio de los pasajes.
A principios del año siguiente, la insatisfacción de una buena parte de la sociedad estalló. Varios sectores se lanzaron a las calles a protestar. Sindicatos, estudiantes, y el movimiento indígena encabezado por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), se abrieron paso en las principales calles de la capital para sentar su voz de protesta.
Y su efecto no tardó en hacerse sentir. En febrero de 1997, con las movilizaciones en su punto máximo de ebullición, el Congreso Nacional destituyó al presidente. Tres años después, el 21 de enero del 2000, militares de rango medio en alianza con varios grupos indígenas terminaron con el gobierno de Jamil Mahuad. El mandatario había emprendido drásticas medidas económicas como el aumento de las tarifas de los combustibles y la más radical de todas: la dolarización de la economía. Así, el sucre, la moneda ecuatoriana, vio su fin.
Los manifestantes participan en una protesta contra las medidas de austeridad del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, en Quito, Ecuador, el 11 de octubre de 2019.
La CONAIE, que ya había tomado fuerza en las movilizaciones que derrocaron a Bucaram y que hoy llevó a Moreno a retroceder en un punto cumbre de sus reformas, impulsó una masiva marcha que terminó en el Congreso Nacional y el Palacio de Carondelet, sede de gobierno. Allí mismo, los militares le retiraron su apoyo a Mahuad, y al verse acorralado, el presidente terminó abandonado el palacio y el cargo.
Una vez más, los indígenas, de la mano de los militares, asestaban otro triunfo. “A pesar de que los presidentes abandonaron el poder, las medidas económicas igual se implementaron”, explico Murillo, que señaló que, aunque el objetivo de reversar las iniciativas no se logró, el efecto político de los indígenas crecía cada vez. La profesora explicó que, para entonces a diferencia de ahora, los militares eran mucho más cercanos al pueblo. Sin ellos, tumbar a los presidentes de turno habría sido prácticamente imposible.
Para entonces, el Pachakutik, movimiento político que se fundó en 1995 para representar los intereses del CONAIE, empezaba a asentarse con más fuerza en la escena pública. Un lustro después, en 2005, otra masiva movilización en la que tomó parte el movimiento indígena y a la que como en esta ocasión, se sumaron más sectores civiles, conocida como “rebelión de los forajidos”, terminó con la salida del entonces mandatario, Lucio Gutiérrez, a quienes los mismos grupos indígenas le allanaron el camino para su ascenso.
“Gutierrez traicionó a los grupos indígenas”, aseguró Murillo, explicando que el entonces presidente traicionó la agenda con la que fue elegido para formar un gobierno, que fue perseguido por acusaciones de nepotismo y corrupción. El 13 de abril al 20 de abril de 2005,en la capital ecuatoriana, las fuerzas militares “siguiendo el mandato del pueblo”, le quitaron el respaldo y en una tarde lluviosa en Quito, Gutiérrez abandonó el edificio del gobierno en un helicóptero.
La resistencia y el colectivo, la base del éxito del movimiento indígena
A pesar de que estos tres gobiernos cayeron en circunstancias diversas, el terreno en común fue el relevante protagonismo que tuvieron los grupos indígenas al reunir todo el descontento social y traducirlo en potentes movilizaciones que llevaron a su salida.
Y a pesar de que el “movimiento indígena dejó de movilizarse en las proporciones que hemos estado acostumbrados”, dijo Murillo, “no están permeados de la forma capitalista, individualista de pensar, por eso protestaron de la forma en que protestaron”, explicó la académica. Ese ha sido una de uno de los focos de éxito de este movimiento. Murillo argumenta que, para ellos, la protesta se entiende movilizándose en conjunto, en cohesión, asumiendo el problema como si fuera de todos.
Allí radica su fuerza y su simbolismo. Murillo contaba que, en el marco de estas represivas protestas a las que Moreno respondió con puño de hierro, el movimiento indígena despertó una suerte de inspiración para continuar de pie en medio de los gases lacrimógenos y la violencia. Las personas, decía ella, se les acercaban a las universidades o las carpas improvisadas donde pasaban la noche, para llevarles medicinas y productos básicos. Y aunque retuvieron policias, intentaron desmarcarse de los actos de vandalismo dentro de las protestas.
Cuando el sector del transporte, que dio la primera puntada al gobierno de Moreno después del anuncio del ‘paquetazo’, pasó a un segundo plano, los indígenas asumieron el liderazgo de las movilizaciones y trazaron la misma estrategia que antaño utilizaron: desplazarse desde sus provincias hasta la capital para presionar al presidente. Resistiendo a fuerza de tradición y respeto por lo colectivo. Después de todo, la resistencia es su forma de lucha, es el legado que recibieron de sus antepasados y lo que los mantuvo en pie de lucha en los días más críticos de la aguda crisis política. “No vamos a parar hasta que alcancemos nuestra meta. Hasta que alcancemos nuestra meta. Y nuestra meta es la derogación inmediata del decreto 883. Pero ahora estamos siendo reprimidos”, dijo hace unos días el presidente de CONAIE, Luis Vargas, revalidando su ancestral postura.
“Su forma distinta de organizarse nos recuerda siempre de dónde venimos, tienen un simbolismo inmenso, están cargados de humildad y es que ellos desde 1990 empezaron a organizarse como una fuerza política, quería participar de los parlamentos, llevaban mucho tiempo siendo una postal de pobreza, querían ser sujetos políticos y no solo referentes culturales”, explicó Murillo.
La diferencia en esta ocasión fue que los militares se mantuvieron del lado de Moreno y reprimieron con fuerza a los manifestantes. El presidente se refugió en la fuerza pública para asentarse en tierra firma ante la turbulencia política que interrumpió la relativa calma con la que inició su gobierno.
Indígenas: la población más pobre, pero una de las más determinantes
Históricamente, explicó Murillo, a los ecuatorianos les ha dado un muy mal sabor que el FMI se entrometa en la economía, porque sienten que regresan al pasado. Los gobiernos que emprendieron fuertes cambios en la economía fueron castigados por la protesta social.
Los cerca de 1, 4 millones de indígenas que representan poco más del 8% de la población según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos del país, viven en condiciones de marginación y pobreza, pero su historia de 500 años de resistencia, como explicaba murillo, que viene de la tradición de tenacidad desde el descubrimiento todavía permanece en ellos.
La académica explica que para una parte de la sociedad genera animadversión y en otra empatía, pero que en este complejo episodio político que atravesó Ecuador, se dio un fenómeno “que nos ha sorprendido a los analistas y es la aparición de una nueva generación de dirigencia indígena, mucho más horizontal” y no jerarquizada como se dio a finales de siglo. Las divisiones y pujas internas que se dio en el movimiento a raíz del fracaso al apoyo de Gutiérrez y la estigmatización que sufrieron en 2015 por el gobierno de Correa, auparon una modalidad de apoyo menos personalista y más diversificada que tuvo un efecto importante en estas movilizaciones.
Lenin ya midió el calibre del poder social, especialmente, de la autoridad indígena, y sabe que no salió ileso de ella. No terminó como sus predecesores, pero el costo político de la derogación del decreto 883 y de la paralización del país por estos últimos diez días, fue demasiado alto, como para ignorarlas de nuevo. El destino que prevé Moreno para esta convulsionada Ecuador quedará por verse, porque cierto es que los ecuatorianos podrían padecer de todo, menos de amnesia.
Foto portada: Carlos García Rawlins/Reuters
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