La indigencia en Pasto

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Por Pablo Emilio
Obando

peobando@gmail.com
Eduardo Galeano en su
libro “Patas Arriba, la escuela del mundo al revés” (1998 – siglo xxi
editores), nos plantea una realidad de difícil digestión: “En 1960, el veinte
por ciento de la humanidad, el más rico, tenía treinta veces más que el veinte
por ciento más pobre. En 1990, la diferencia era de sesenta veces. Desde
entonces, se ha seguido abriendo la tijera; en el año 2000, la diferencia será
de noventa veces
…”.

Todo indica que la
tijera continúa abriéndose y que en el mundo aumenta el número de pobres
, para
desgracia de quienes hacen parte de estas estadísticas el asunto se resume
simplemente en bendiciones del cielo ajenas completamente a la economía de los
pueblos.
Cada día hay más
pobres. Y cada día hay más ricos
. Mientras los primeros lo consideran una
situación natural y muy humana, los segundos creen que la ostentación  y el boato son un regalo del cielo. Los
pueblo latinoamericanos, más que otros pueblos y culturas, han hecho de la
miseria una especie de prueba divina que los conducirá ineluctablemente al
cielo, a una especie de nirvana, de mil colores y siluetas, redentora y
salvadora. Miseria y opulencia que, al decir de Galeano,  al evocar a los niños de calle, con
pantalones rotos y zapatos deshojados, 
y, según sus palabras, la expresión de un banquero mexicano: “No dejemos
que los niños se mueran porque, de alguna manera, son humanos”.
Bien podíamos decir lo
mismo de nuestros indigentes de Pasto o de cualquier ciudad latinoamericana:
No dejemos que se mueran, pues también son humanos”. Pero los vemos en la
calle en situaciones deplorables y tristes, durmiendo, mendigando, defecando,
arropados con cartones o simplemente muriendo en medio del tumulto al salir de
misa; seres que  parecen no poseer derechos
humanos o algo similar, una especie de cosas o elementos que no hacen parte de
nuestra sociedad.  Pero son humanos como
nosotros, con las mismas angustias y necesidades, con la misma sensación de
hambre o de frío, con la misma necesidad de amor o comprensión.  Casi parecen humanos; pero los tratamos y los
vemos como si no lo fueran.
Hace algunos años el
problema de la indigencia se trató en nuestra ciudad colocando rejas en las
iglesias para que no duerman o mendiguen en ellas; se los expulsó de esa manera
dando a entender que la indigencia es un lastre social que ni siquiera merece
la comprensión divina
. En otros casos se los desaparecía o mataba con la simple
disculpa de una limpieza social, y hace algunos años empezaron a aparecer en
Pasto indigentes (personas en situación de calle según el eufemismo), traídos
de otras regiones y departamentos como si fueran cosas de las cuales hay que
deshacerse de cualquier manera.
Pero lo que nuestros
gobernantes y dirigentes no han hecho es crear y propender por verdaderas
políticas públicas que permitan combatir realmente la indigencia
. Tal vez
porque no votan o quizá porque nos hemos acostumbrado a su presencia
menesterosa. La presencia de un mendigo genera graves perturbaciones
psicológicas que se manifiestan en la indiferencia, la violencia o la depresión.  De ahí que es urgente que en Pasto y en
Colombia entera se piense en este sector poblacional de una manera seria y  comprometida. No es posible que continuemos
observando en nuestras calles a ancianos, niños o adolescentes implorando la
caridad pública o simplemente muriéndose en soledad en medio de una sociedad ya
enferma e indolente.
Si existe disposición
y ánimo de parte de nuestros gobernantes que permita afrontar esta triste
situación de decenas de personas, nosotros como parte de esta sociedad también
estamos dispuestos, sin salarios ni prebendas, a brindar nuestro tiempo y
concurso para convocar a la opinión pública y de esta manera crear una
verdadera política de inclusión social. La existencia de un solo mendigo es signo inequívoco de fracaso en la
política social
, la demostración de una serie de equivocaciones que nos han
conducido al abandono de las personas y al desdén de la vida. Esperamos que la
sensibilidad social sea condición esencial para gobernar y que nunca más veamos
en la calle a un mendigo pues eso nos demostraría que somos un fracaso como
sociedad y un desengaño como gobernantes. 
Pasto Solidaria, únicamente así podremos mirarnos a los ojos sin sentir
vergüenza, sin sentirnos parte de esas estadísticas de miseria y muerte donde
los más ignoran a los menos por el simple prurito de sentir en ello la angustia
y el dolor  del que nada tiene.

Este es un espacio de opinión destinado a
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