La vida

José Rodrigo Rosero, columnista
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Rincón consaqueño
José Rodrigo Rosero Tobar
roserotobarjoserodrigo@gmail.com

Examinó  el aposento con la clarividencia de sus vísperas, y por primera vez vio la verdad: la última cama prestada, el tocador de lástima cuyo turbio espejo de paciencia no lo volvería a repetir, el aguamanil de porcelana descarchada con el agua y la toalla y el jabón para otras manos, la prisa sin corazón del reloj octogonal desbocado hacia la cita ineludible del 17 de diciembre a la una y siete minutos de su tarde final. Entonces cruzó los brazos contra el pecho y empezó a oír las voces radiantes de los esclavos cantando la salve de las seis en los trapiches, y vio por la ventana el diamante de Venus en el cielo que se iba para siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas campánulas amarillas no vería florecer el sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los últimos fulgores de la vida que nunca más, por los siglos de los siglos, volvería a repetirse.”, dice García Márquez en su obra magistral el general en su laberinto, evocando lo que sería los últimos momentos de una persona en su postrer letal.

Y es que si nadie lo ha contado ni nadie lo contará jamás, si es dable imaginarse, y mucho más para personas con tan fina percepción, los momentos de la muerte como el fin de un ciclo que nos lleva inexorablemente hacia un destino del que no se regresa jamás.

¿Pero qué me ha llevado a mencionar estos pequeños apuntes? En un país como el nuestro, donde suceden a diario casos de muerte violentas provocadas y autoprovocadas sin igual, que se sume una más no sería noticia ciertamente alarmante, pero que se suceda en nuestro pueblo natal cuando la muerte no fue natural, sino provocada por la misma persona, o eso que llaman suicidio, marcó a la población en general. Era la alborada del domingo 13 de octubre cuando se conoció el hecho. El aire enrarecido por la tragedia inundó el espacio sideral. Una vida se había marchado para no regresar. ¿Por qué lo hizo? Nadie lo sabrá jamás.

Alguna vez leí en una obra de Jesús Zárate una frase que decía que lo mejor de la vida es la vida y consideré que le asistía la razón. La vida es una belleza que se nos brindó como oportunidad, debemos afrontarla de manera singular, es ineludible vivirla plenamente, a pesar de los sinsabores que se presenten, porque es única y sabemos que no se repetirá.    

Consacá, 18 de octubre de 2024


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