Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com
Con Andrea Velasco, Luisa Figueroa “La
Góngora”, Domitila Sarasti y Dominga Burbano, la Historia de Colombia ha
cometido la injusticia de mantenerlas en el mismo olvido en que las sepultó la
furia realista hispana, después de que fueran fusiladas en el preciso momento
de descubrirse lo que en los inicios de los tiempos de la guerra
independentista fuera tomado como una traición, al descubrirse su acción
humanitaria, acorde con sus acendrados principios -aprendidos en el Evangelio-
y fueran ejecutadas por traición, la noche del 11 de diciembre de 1812.
Góngora”, Domitila Sarasti y Dominga Burbano, la Historia de Colombia ha
cometido la injusticia de mantenerlas en el mismo olvido en que las sepultó la
furia realista hispana, después de que fueran fusiladas en el preciso momento
de descubrirse lo que en los inicios de los tiempos de la guerra
independentista fuera tomado como una traición, al descubrirse su acción
humanitaria, acorde con sus acendrados principios -aprendidos en el Evangelio-
y fueran ejecutadas por traición, la noche del 11 de diciembre de 1812.
Brevemente, los hechos ocurrieron así: el
Cabildo de Pasto ya había tomado la decisión de obedecer cada uno de los
mandatos de la Corona Española, emproblemada con la invasión napoleónica
(1808-1813). No hizo caso ni de los llamados de los patriotas quiteños ni de
los del norte para unirse. Los patriotas caleños habían ido arrinconando a las
autoridades peninsulares en Popayán y por esta razón el español Miguel Tacón
había huido a Pasto, buscando seguro refugio. Huir era lo usual de los
peninsulares cuando las cosas se ponían color de hormiga. Allá llegó un comando
patriota al mando del Dr. Joaquín Caicedo y Cuero a tomar a Pasto. Tomada la
ciudad, Caicedo viajó a Quito a recuperar el tesoro de Pasto robado por Tacón.
No se lo devolvieron y tuvo que regresarse presuroso ya que los patianos,
querían tomar furiosa venganza contra los patriotas porque el oficial Eusebio
Borrero, les había incendiado su pueblo de El Patía. Éstos, unidos con los
realistas pastusos, apresaron a Caicedo a su regreso a Pasto. Desde Popayán
enviaron al norteamericano Mac Cauley para que liberara a Caicedo, con un
contingente de 600 hombres. Los realistas también lo tomaron prisionero junto
con su tropa. Como entre los ires y venires de los avatares propios de la
guerra era inminente el fusilamiento de ambos con otros más, doña Polonia
García y Socoli, de noble corazón y esposa de Tacón, que ya había regresado,
urdió un plan con otras mujeres pastusas y una caucana: liberar a Caicedo y C. y
a Mac Caulay, para lo cual debían disfrazarse de soldados las cuatro
mencionadas arriba, cambiarse ellos las ropas dentro de la cárcel y escapar. Un
soplón las descubrió y se las dejó actuar hasta cogerlas in fraganti. Por
traición, tres fueron eliminadas en el acto, en la misma cárcel y se prohibió
no sólo sus honras fúnebres sino también su memoria. Se las enterró en la
cárcel, el mismo sitio que hace poco ocupó la barbería Atriz y hoy el Café del
Parque. La tercera, que alcanzó a escapar, fue ultimada en la zanja donde fue
hallada al amanecer. Fueron las primeras mártires y la Historia de Colombia no
les da una línea.
Cabildo de Pasto ya había tomado la decisión de obedecer cada uno de los
mandatos de la Corona Española, emproblemada con la invasión napoleónica
(1808-1813). No hizo caso ni de los llamados de los patriotas quiteños ni de
los del norte para unirse. Los patriotas caleños habían ido arrinconando a las
autoridades peninsulares en Popayán y por esta razón el español Miguel Tacón
había huido a Pasto, buscando seguro refugio. Huir era lo usual de los
peninsulares cuando las cosas se ponían color de hormiga. Allá llegó un comando
patriota al mando del Dr. Joaquín Caicedo y Cuero a tomar a Pasto. Tomada la
ciudad, Caicedo viajó a Quito a recuperar el tesoro de Pasto robado por Tacón.
No se lo devolvieron y tuvo que regresarse presuroso ya que los patianos,
querían tomar furiosa venganza contra los patriotas porque el oficial Eusebio
Borrero, les había incendiado su pueblo de El Patía. Éstos, unidos con los
realistas pastusos, apresaron a Caicedo a su regreso a Pasto. Desde Popayán
enviaron al norteamericano Mac Cauley para que liberara a Caicedo, con un
contingente de 600 hombres. Los realistas también lo tomaron prisionero junto
con su tropa. Como entre los ires y venires de los avatares propios de la
guerra era inminente el fusilamiento de ambos con otros más, doña Polonia
García y Socoli, de noble corazón y esposa de Tacón, que ya había regresado,
urdió un plan con otras mujeres pastusas y una caucana: liberar a Caicedo y C. y
a Mac Caulay, para lo cual debían disfrazarse de soldados las cuatro
mencionadas arriba, cambiarse ellos las ropas dentro de la cárcel y escapar. Un
soplón las descubrió y se las dejó actuar hasta cogerlas in fraganti. Por
traición, tres fueron eliminadas en el acto, en la misma cárcel y se prohibió
no sólo sus honras fúnebres sino también su memoria. Se las enterró en la
cárcel, el mismo sitio que hace poco ocupó la barbería Atriz y hoy el Café del
Parque. La tercera, que alcanzó a escapar, fue ultimada en la zanja donde fue
hallada al amanecer. Fueron las primeras mártires y la Historia de Colombia no
les da una línea.
Entre el 11 y 13 de diciembre de 2012, la
Academia de Historia de Nariño, la Gobernación del Dpto. y otras instituciones
realizaron el “1er. Encuentro de mujeres del Sur rompiendo el silencio. Las
primeras heroínas de la patria son pastusas”. De ese encuentro se acaban de
publicar las Memorias(1), cuyo eje central lo componen el texto presentado por
la historiadora Lydia Inés Muñoz –presidenta de la Academia-, y su referencia
sirve de base para las líneas arriba expuestas. El otro es “Marco internacional
y constitucional para la construcción de un enfoque de Género”, de Isabel Goyes
Moreno, abogada. Interesantes estas Memorias, a pesar del descuido ortográfico
y de estilo que padecen, además de que
uno no entiende uno cómo lograron “colarse” en la fiesta que son estas
memorias, dos textos que, si se llegara a entender, sería preferible callarse.
El departamento de Nariño se ha empezado a apropiar de las Políticas de Género en la
investigación de todas las ramas del conocimiento, el arte y la cultura. Y lo
más importante, las empieza a aplicar, liderado por valerosas mujeres que,
contra viento y marea, se hacen sentir.
Academia de Historia de Nariño, la Gobernación del Dpto. y otras instituciones
realizaron el “1er. Encuentro de mujeres del Sur rompiendo el silencio. Las
primeras heroínas de la patria son pastusas”. De ese encuentro se acaban de
publicar las Memorias(1), cuyo eje central lo componen el texto presentado por
la historiadora Lydia Inés Muñoz –presidenta de la Academia-, y su referencia
sirve de base para las líneas arriba expuestas. El otro es “Marco internacional
y constitucional para la construcción de un enfoque de Género”, de Isabel Goyes
Moreno, abogada. Interesantes estas Memorias, a pesar del descuido ortográfico
y de estilo que padecen, además de que
uno no entiende uno cómo lograron “colarse” en la fiesta que son estas
memorias, dos textos que, si se llegara a entender, sería preferible callarse.
El departamento de Nariño se ha empezado a apropiar de las Políticas de Género en la
investigación de todas las ramas del conocimiento, el arte y la cultura. Y lo
más importante, las empieza a aplicar, liderado por valerosas mujeres que,
contra viento y marea, se hacen sentir.
(1)Colectivo, “Memorias…”. CTPrint Impresores.
Pasto. 2014. 125 pp.
Pasto. 2014. 125 pp.
Este es un espacio de opinión destinado a
columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas
pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
este fin por el blog Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición
de este medio digital.
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