Nariño le quedó grande a Petro y a nuestros dirigentes

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Por Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com

Desde el 6 de agosto de 1904 el departamento de Nariño permanece aislado de Colombia. Únicamente en la primera década del siglo pasado y debido a un conflicto con Perú, se logró algunos avances en el desarrollo de las vías entre Nariño y el resto de Colombia. Una salida provisional y transitoria que se volvió casi que definitiva y permanente. En la segunda década del siglo 20 se consigue una mejora en la vía Panamericana, que no deja de ser trocha ni es Panamericana, pues no cumple con las mínimas normas de transitabilidad. Y con ello nos defendimos hasta el transcurrir de nuestros días.

Debido a fenómenos climáticos como el niño o la niña, correspondiente a estaciones de extremas lluvias o resequedad, las condiciones de transitabilidad se vieron seriamente afectadas por el evidente deterioro de los diferentes sectores por los cuales se trazó nuestra única vía de contacto con el país. Aunado a lo anterior, las afectaciones del cambio climático, lluvias inclementes, aumento de tonelaje de vehículos de carga y el deterioro natural hicieron de esta carretera una trocha de difícil circulación.

Mientras el país observaba los avances en materia vial, Nariño contemplaba el continuo abandono de sus vías y carreteras. Simples anuncios de recursos para reparcheos de una Panamericana obsoleta y en franco deterioro. Muchos anuncios quedaron en un canto a la bandera que hasta nuestros días se constituyen en una sorna o burla para el pueblo de Nariño.

Nuestros congresistas no estuvieron a la altura del momento histórico, convirtiéndose en cómplices de un abandono estatal que hizo metástasis en nuestra economía y condenándonos a ser una suerte de parias en nuestra propia patria. Mucho se esperaba de los congresistas del Pacto Histórico elegidos en nuestro departamento, que brillan por su silencio y callan ante esta nueva afrenta para Nariño.

Hoy la situación no es distinta, pero sí más grave. Desde el 9 de enero nuestra única posibilidad de contacto con el norte de Colombia colapsó, un hecho que tarde o temprano ocurriría, pero que preferimos ignorar en un intento insulso de no abordar o afrontar nuestra triste y deplorable realidad. Nariño entra en una tragedia de grandes y descomunales proporciones y en todos los sentidos. Una verdad imposible de ocultar o evadir. No obstante, no se toman las medidas económicas y sociales que mitiguen en algo la deplorable situación de Nariño. Se lo deja a su suerte, a la deriva, sumido en la más escalofriante de las fiebres históricas.

Sin embargo, y pese a los anuncios presidenciales y de gobierno, se habilita una vía provisional que resultó peor que la enfermedad y que debido a su precoz deterioro a pesar de su costosa inversión, se encuentra en proceso de investigación por presunto detrimento patrimonial. Las imágenes hablan por sí solas.

Se suscitan peticiones y propuestas que logran calmar los escasos brotes de inconformidad en Nariño. Se apela al romántico estribillo de los vientos del Sur para anunciar cuantiosas inversiones que mitiguen el dolor de un pueblo ante una economía frágil y deteriorada. Simples anuncios.

Consultamos a algunos congresistas de Nariño sobre los recursos de la nación tendientes a subsanar definitivamente el aislamiento y deterioro económico de nuestra región, la respuesta es desalentadora y devastadora: “Estamos planteando un debate para que nos digan las fuentes de financiación de este proyecto”. Un debate “Para que nos definan donde está la Plata”. Pues hasta el momento no hay peso alguno para este proyecto vial, ni fuente de financiación definida.

Nos comenta otro de nuestros congresistas que estos recursos “los estamos peleando para que estén en el plan plurianual de inversiones del PND o en una adición al presupuesto que debe tramitarse por 22 billones aproximadamente por recaudo proyectado en esta vigencia de recursos de reforma tributaria”. Y su respuesta ante nuestra pregunta si al momento existe recurso alguno que garantice este proyecto vial para Nariño es triste y agobiante: “No”.

Es aquí donde debe dolernos tanto abandono. Y la falta de dignidad de nuestros congresistas que no orientan debidamente a la opinión pública de Nariño, sumiéndonos en una especie de letargo regional. Su voz debe ser fuerte, contundente, valerosa y enhiesta. No podemos continuar en una condición vergonzante ante una realidad que ya se hace difícil de ocultar y sostener. Que se inicie una huelga de hambre, que se encadenen, que se cosan la boca reseca de tanto silencio o que se inicie una cruzada histórica con nuestro pueblo con el fin de arrancar del presupuesto nacional los recursos que garanticen una obra impostergable.

No nos vendamos tan fácil. Por el control de entidades y empresas que son un patrimonio nariñense. El dedo de la historia no será indulgente con quienes, teniendo el deber de luchar por Nariño y sus intereses, callan en espera de migajas burocráticas y clientelistas. Pensemos en Nariño, en nuestra gente, en nuestro futuro y en nuestro presente, en las nuevas generaciones que creen en la paz y en la sensatez de sus dirigentes. No es hora de hablar en tono de sumisión o de conmiseración. Merecemos un trato mejor, un destino promisorio, un futuro al alcance de nuestros sueños.

El pueblo acompaña a sus dirigentes, solo espera su llamado para hacer sentir su bravura y fortaleza. Somos más que viento, un huracán que no dudará en tomar por sí mismo las riendas de su destino cuando quienes deben hacerlo no lo hacen o dudan ante las prebendas clientelistas, que son una traición a los anhelos de un pueblo digno como el de Nariño.

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