
El último informe de la Defensoría del Pueblo publicado este año indicó que, en los últimos cuatro años, el reclutamiento infantil creció en un 1.005 % entre 2021 y 2024, y los departamentos con mayor incidencia son Cauca, Valle, Huila, Arauca y nosotros… los vientos del Sur. En el mismo sentido, Naciones Unidas informó que, en este año, más de 1.000 casos de reclutamiento se presentaron en Colombia desde 2019, sin mencionar un ascenso preocupante en los últimos años, con un crecimiento sostenido.
Lo anterior no es al azar, todo lo contrario, son acciones sistemáticas por parte de los grupos armados que concluyen en ventajas estratégicas como la fácil manipulación sobre los niños, el menor costo de tener infantes en sus filas, así como el rápido adoctrinamiento, sin mencionar las limitaciones de las acciones que tiene el Ejército cuando existen niños y niñas en los escenarios de combate. Recordemos que el Derecho Internacional Humanitario es claro cuando menciona que los menores son considerados víctimas del conflicto y no objetivos militares, insistiendo en que deben ser protegidos y no vistos como máquinas de guerra.
Frente a esto, el Plan Nacional de Desarrollo “Colombia Potencia Mundial de Vida” plasmó entre sus objetivos la lucha contra el reclutamiento de menores por parte de Grupos Armados Organizados (GAO) y Grupos Delictivos Organizados (GDO), con la participación del sector defensa y el ICBF. Pues les cuento: hasta el momento, aunque se mencionan algunos programas, no encontré indicadores claros ni tampoco seguimiento sobre cuántos recursos y en qué programas se han invertido. Es más, el ICBF, en respuesta al Congreso Nacional en abril de 2024 (con dos años en el gobierno), manifestó que continuaban en procesos de priorización y focalización. Y este año, en la mesa del encuentro departamental en Córdoba para restablecer los derechos de los niños, niñas y adolescentes desvinculados de grupos armados, aclararon la ruta para la construcción de un diagnóstico. En resumen: vamos a llegar al cuarto año y seguimos priorizando, focalizando y haciendo diagnósticos.
Estas cifras, este escenario, duele. Pues pareciera que las promesas se quedaron en el papel, y duele más cuando muchas de nuestras mujeres desgarran sus entrañas dando vida que luego es arrebatada para terminar con un fusil en la mano. Como madres, entendemos que vivir sin miedo no es vivir sabroso, es vivir con dignidad, y esto no es un eslogan, sino una necesidad urgente en los territorios. Un mundo donde la guerra no sea una opción, sino un recuerdo lejano de la sinrazón.
Pero en Colombia, pareciera que a los gobernantes se les olvidó por qué y para quiénes deben gobernar.