Mi papá, Félix Victoriano Córdoba Benavides, fue el tercero de tres hermanos, hijos de Pedro Córdoba y Griseria Benavides, quienes vivieron en la vereda Alto Ingenio, municipio de Sandoná; el abuelo Pedro, en su primer matrimonio tuvo dos hijos, Rafael y Braulio; la abuela Griseria, en su segundo matrimonio tuvo a su hija Floralba.
La primera información sobre mi papá, fue por mi hermano Agustín, y por otras personas que tenían recuerdos de él. Según estos relatos, mi papá trabajó en la construcción de la apertura de la carretera entre Sandoná, y La Florida, al comenzar la década de los años 30 (1933 o 1934).
Un señor que vino del interior del país a dirigir la obra, observó el trabajo que hacía mi papá y le propuso llevarlo a trabajar a Cundinamarca. Fue así como mi papá tomó la decisión de salir de Sandoná hacia el interior del país. Trabajó en la vía del Boquerón, la que comunica a Melgar con Bogotá durante algún tiempo, y luego se fue a trabajar a una hacienda a la región de Sumapaz, en este mismo departamento.
En el año 1938 o 1939 regresó a su casa y se encontró con la epidemia de la bartonella, o bartola, como le decían los nariñenses en aquella época. Contaba que había ayudado a sepultar a varias personas que se habían contagiado con esta enfermedad.
Al comenzar la década de los 40s contrajo matrimonio con Luz María Cajigas Fajardo. Nuestros padres tuvieron ocho hijos: Agustín, Hernando, Dolores, Mercedes, Isabel, Silvia, Miguel y Socorro.
Hoy lo recuerdo en sus momentos tristes, como cuando murió Mercedes en noviembre de 1973 o cuando murió mi mamá en junio de 1981, pero también en momentos alegres en las fiestas de agosto en el Alto Ingenio, al escuchar la banda de Sandoná, de La Florida o de Genoy, que llegaban a amenizar la fiesta patronal de la vereda.
Fue una persona amigable, con un alto sentido del humor, que le hacía chanzas a las personas que convivían; una gran cantidad de personas aún lo recuerdan por sus dichos, cargados de amor por los suyos y por su territorio.
Mi papá fue fundamental en mi proyecto de vida. Cuando salía a Pasto a vender café o cabuya, compraba el “El Espectador”, que en los años 60s y 70s tenía tres secciones y lo llevaba a la casa. Luego de descansar un rato, se sentaba y empezaba a leer la primera sección de noticias políticas, económicas e internacionales y a mí me pasaba la sección de deportes y tiras cómicas. Ahí empezó mi gusto por la lectura, que se complementó con los mensajes de mi mamá, quien continuamente me decía que era inteligente.
Aficionado a escuchar noticias y las competencias de ciclismo, se compró un radio Philips con tocadiscos; escuchaba Caracol Radio en las noches, aprovechando las condiciones atmosféricas de la vereda, que permitían sintonizar la emisora La Voz del Río Cauca de Cali o Nuevo Mundo de Bogotá. Agustín, en cambio, escuchaba Radio Zaracay de Santo Domingo de los Colorados, que se sintonizaba en onda corta.
Mi papá falleció en abril de 1996, dejándonos un gran legado de amor por el trabajo, la disciplina y la perseverancia, que sus hijos hemos honrado.
Gracias papá, por todas las enseñanzas.