Balada para un loco

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Por Ramiro García
ramigar71@hotmail.com

Cuando los célebres, Astor Piazzola y Horacio Ferrer, bandoneonista argentino y poeta uruguayo, respectivamente, compusieron aquella “segunda comparsita” con cuyo título inicia este artículo, jamás imaginaron que la crítica y fanaticada musical argentina los tildara de locos o enajenados por “pervertir” el esquema y estructura del tango convencional, lunfardo, arrabalero y de los bajos fondos bonaerenses. Una noche primaveral de 1969 iniciaba con esos geniales desquiciados la era del tango progresista, moderno si se quiere.

Ese mismo tango de la vanguardia lo escuchaba por casualidad una reciente noche de verano, cuando me enteré de las huellas sociales de otro chiflado muy cuerdo, Olmedo Portilla, guaicosamente conocido como Agualongo, residente a miles de kilómetros del gran Buenos Aires, y no precisamente destacado como músico, aunque por esa época derivaba ingresos del placer que la música grabada inspiraba a furtivos bailarines en una de sus sicodélicas discotecas. La ‘Super’, por ejemplo.

El único ingrato recuerdo que conservo de Olmedo se remonta a tiempos idos, cuando él y “King Kong” infundían pavor durante los carnavales debido a la ruptura de camisas ajenas y toscas celebraciones durante los días de inocentes y negritos. Eran situaciones producto del excesivo alicoramiento. Entejados con chirrinche, supongo.

Desde luego que el tiempo hilvana y modifica integralmente a cada persona. Para bien o mal. En ese tránsito de la vida ocurren cambios sustanciales en el individuo. Esa especie de metamorfosis convirtió al díscolo Olmedo en un ciudadano bondadoso, abstemio y filántropo. Varios testimonios de ciudadanos dan fe de su incidencia en varias causas sociales como actor protagónico: Asignación y venta de lotes baratos para construcción de vivienda de interés social; incursión en campañas ambientalistas; donaciones en dinero o especie a personas vulnerables; emprendimientos de turismo, recreación y cultura popular, entre muchos otros.

A la fecha, y sin ninguna cofinanciación pública o privada, ha liderado y financiado a precios irrisorios, la construcción de cinco (5) barrios suburbanos, probablemente con limitaciones técnicas urbanísticas superadas mediante la realización de mingas. A su manera, expresando enfado y decepción, me comentaba que para iniciar la sexta etapa en la fundación de otro espacio comunitario de vivienda, fue objeto de una “propuesta indecente” por parte de autoridades de la época. Negarse a conceder una coima frustró su propósito. Ese delictivo episodio incidió en su manifiesta y vehemente negación a participar en listas para adhesión a campañas políticas. Ciertos candidatos a cargos de mando quisieron utilizar a Olmedo como concejal. Tal era su popularidad.


Aquello de atornillarse en el poder político o económico mediante el ofrecimiento de dinero, licor y tamal durante el día de elecciones, no iba con Olmedo. Ni el pan ni el circo constituyeron los elementos utilizados en su lucha quijotesca contra la pobreza y desigualdad de algunos coterráneos. Eso lo tiene muy claro, como deben tenerlo quienes votarán en las próximas elecciones.

Por esas acciones de negación a la codicia propia y ajena en sus emprendimientos, sin ánimo de lucro, pero tampoco de pérdida-, morbosamente algunos de sus paisanos lo tildaban de loco. Por otros señalamientos originados desde la perversidad y envidia, tuvo que acudir ante autoridades judiciales, acusado de estafador. Ni lo uno ni lo otro.

Con los traspiés propios de su condición humana, Olmedo ha confirmado ser un constante e influyente activista social independiente. Sin vanas pretensiones ni publicidad paga. Obviamente, de esa clase de orates no está plagada nuestra sociedad.

Piantao, como en el tango del gran Piazzola.

Septiembre de 2023.

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