Civitas

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Escribe: Mauricio Castaño H.    

            Historiador – mauriciojota@yahoo.es

Tomado de http://viva.org.co/cajavirtual/svc0245/articulo08.html

Somos seres sociales. Se lo dice a diario. Resaltamos el hecho político que connota. La rigurosa antropología nos ha enseñado que por donde se ha encontrado vida humana, cualquiera sea el terruño de la esfera planetaria, aparece bajo la forma de agrupamiento. Siempre una colectividad, nada de hordas ni de individuos solos. Enfrentar la vida y sus adversidades, es mucho más ventajoso en comunidad. Digamos que es una especie de imposición biológica la vida social, el agrupamiento humano. Vocación de vivir en sociedad. ¡Solos, condena de muerte!
Este signo de colectividad de la especie humana, se perfeccionará en las sociedades con mayores grados de complejidad. Los ejemplos más ilustrativos, más estudiados por las disciplinas políticas son las ciudades de la antigüedad, en especial la griega, la ateniense. Los términos de política, de ciudadanía, hacen referencia precisamente a las agrupaciones o a los conglomerados humanos como Polis o las Civitas. Ciudad y Ciudadanos, Pobladores y Territorio, una dupla complementaria para resolver esas adversidades que se le plantean a la convivencia humana. ¿Cómo hacernos a un buen vivir? ¿Cómo alcanzar un bienestar para todos los ciudadanos, sin discriminación alguna? Discusión y Decisión. He ahí: la Política. Y su virtud: la ciudadanía ejerce los derechos y deberes para satisfacer las necesidades de la toda comunidad política. Un bienestar general y no egoísta. Si no se logra, simple y llanamente, es retórica. Un fracaso.
Entonces, las decisiones y gestión de los gobernantes y ciudadanos serán medidas con los indicadores de la Satisfacción, sino de toda la población, sí de su mayoría. Es difícil que una persona tenga amor hacia su territorio o hacia sus gobernantes, si no se le ha resuelto unos mínimos vitales para su existencia. Es difícil estar tirado en la puerta de un centro de salud, sin ninguna atención, a portas de morirse, y sentir amor hacia su territorio. Es difícil que un miserable amenazado por el hambre, sienta amor por su territorio o sus gobernantes. La insatisfacción genera odio, rechazo o desamor hacia su gran casa y su gran familia que es la ciudad. Y donde hay odio, hay destrucción. La ciudad puede convertirse en una cloaca, por allí por donde pasan o habitan los marginales, esos que viven de los desechos.
Por el contrario, donde hay satisfacción, se genera sentimientos fraternos. Pongamos un ejemplo de la ciudad de Medellín. La solución del transporte masivo, el Metro, benefició dos polos extremos para sus gentes más pobres, el sur y el norte, y complementario las rutas alimentadoras, el sistema Metro Cable, incluso las Escaleras Eléctricas puestas en sus barrios más marginales, allá bien arriba, en las laderas, en las geografías del olvido de Dios, han representado fácil movilidad a costos muy módicos. Allí se siente, por primera vez, la inclusión en el desarrollo. Y como seña de satisfacción, vemos todos estos carruajes limpios, sin rayones. Sus pasajeros se sienten satisfechos, sienten pertenencia por este sistema de transporte.
Por el contrario, el ejercicio de Gobierno ha dado sobradas muestras, cuando tanto poder se concentra en pocas manos, que los niveles de satisfacción son bien esquivos y la corrupción grande. El problema es de vieja data. Y no cesarán los esfuerzos para obtener su perfección. Por ello viene a bien que a la Democracia Representativa cada día sea más complementada con la Democracia Directa, que logra lo que aquella no alcanza. Ejemplifiquemos nuevamente en la ciudad de Medellín. El Presupuesto Participativo, en sus casi ocho años de existencia, ha dispuesto alrededor de 620 mil millones, más de medio billón de pesos, el 5% de sus recursos. Y en este mismo lapso de tiempo, más de 23 mil ciudadanos de a pié, del común y corriente, son los que han decidido sus propias necesidades a satisfacer. Su aceptación también es manifiesta en los electores que van a depositar su voto, tanto por su delegado de preferencia como por su temática que le aqueja. Cada año va en aumento, en el 2010 se duplicó la votación con relación al anterior, se eligieron más de 5 mil delegados con 103 mil votos, esto equivale al 40% con lo que se elige un alcalde de esta ciudad.
Esta complementariedad de ambas democracias, permite vivenciar un acercamiento de esas lejanías del poder. Esta inclusión lograda permite que la ciudadanía desarrolle un sentido de pertenencia hacia la ciudad y sus líderes. Se recupera una cierta dignidad antes perdida y una disposición por acatar las normas, que son de provecho para esa configuración socio – espacial. Un territorio amable para el ciudadano, al cual se le invita al disfrute de sus derechos sociales y políticos, y no para que dé su vida por la patria. De seguir así, la democracia seguirá en su fortalecimiento, en donde el ciudadano pueda decidir en libertad con herramientas tales como lo es el Plebiscito, el Referéndum, la Consulta Popular. Esto es, honor a esa vieja tradición de los civitas.
Foto: Tomada de www.viajesgeotours.com

Author: Admin

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