Destino Sur: Entre Rumichaca e Imbabura

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Desde Nod
Por Alejandro García
Gómez
pakahuay@gmail.com
Años desde la última
vez en Ecuador, y por eso tomamos con mi esposa la decisión de visitarlo en las
vacaciones de fin del 2014
. Aprovisionamos combustible en Popayán. Pensé que en
El Remolino (primera población nariñense) lo haríamos de nuevo hasta Pasto, a
precio de frontera. Primera equivocación, por ser fin de mes ya no había ni
precio de frontera ni combustible. Un surtidor nos vendió al precio de
Medellín. “Y eso por hacerles el favor”, nos dijo mordisqueando un banano.

Ya
en Pasto, tampoco había gasolina. Sólo filas de autos que se disputaban las
gotas que de pronto llegaban. En cambio en Ipiales, lo mismo. Según las
autoridades hay una mafia nariñense que la revende en el Cauca y gana doble
ganancia
. La comunidad pastusa implicó hasta a su alcalde. Guerrero se
defendió: que él si negocia con surtidores de combustibles porque ese es un
negocio heredado desde su padre, pero que no pertenece a ningún cartel. Las
autoridades no lo encausaron. Fin de ese asunto. En Rumichaca fue fácil obtener
el permiso para nosotros y el vehículo. Casi al medio día ya estábamos
desocupados. Pero de gasolina, nada. Hay una ley, así, una ley que prohíbe la
venta a vehículos con placa colombiana o, si el carro tiene placa ecuatoriana,
sólo se le puede vender si alguno de los ocupantes tiene cédula de allá, y la
anotan. Si no, nada de nada. La ley es para toda la Provincia de El Carchi.
Pero un vigilante para hacerla cumplir, al ver nuestro desconsuelo y ya con el
permiso listo, me llamó aparte y me mostró dos casas sobre una colina al otro
lado de donde estábamos. “Ahí le venden, a tantos dólares el galón, en pimpinas
de cinco o de uno”. Llegamos. Ya se había acabado y debíamos esperar. “¿Hasta
qué horas?”. “Eso no se sabe. Hasta que podamos traerla de nuevo”… “Pero
quizá en ese portón verde o en la puerta roja tengan”. Nada tampoco. La tarde
comenzaba a caminar. Empezaron las oraciones de mi esposa. En un
toldo-tenderete de bebidas gaseosas, almuerzos y dulces, dos trabajadores, con
su camioneta de dotación, almorzaban. Mientras, yo buscaba en más puertas y
portones verdes, rojos o amarillos, o en enrejados o donde fuera y nada de
nada. Al regresar, el rostro de Ligia denotaba satisfacción. “Los señores nos
venden 5 galones por 16 dólares”. A pesar de que para ellos era una ganancia de
fiesta de fin de año, yo la estaba pagando por debajo del precio colombiano
habitual. Pero lo más importante era que la teníamos. Y…, “a comer carretera”,
que lo que viene son paisajes, bellos paisajes andinos.
Ecuador muestra una
infraestructura de vías muy por encima de Colombia. Pero allá, la ley
únicamente permite un solo peaje por provincia (para nosotros departamento).A
“Un dolarito” peaje. En Quito y Guayaquil, se permite uno de “medio dolarito”,
además del provincial. El salario mínimo es mucho mayor que el de Colombia. Los
mercados son abundantes en comida, vestuario y todo lo  necesario para la vida actual. Los precios se
ven asequibles para la población. Se observa que la gente trabaja, que es industriosa
y que se divierte. Nuestra parada era Atuntaqui (Imbabura), a minutos de
Ibarra, la capital. Hay un solo hotel para una población de 25.000 habitantes.
Pero es cuidadamente bella, como las otras de ese Valle del Yaguarcocha de
mayoría indígena, quienes incrementan el turismo con su atuendo ancestral, para
mujeres y hombres; muy lujoso en algunos. En Otavalo pasamos año nuevo. Gran
oferta de variedad hotelera. En esta celebración, son notorios la imbricación
de culturas. Predomina el volver fiesta el multitudinario disfraz
transformista, donde las más “lanzadas” actitudes homosexuales de los hombres
disfrazados son disfrutadas y aplaudidas
. Si en Otavalo lo llamativo es su
mercado artesanal, en Atuntaqui son las pequeñas fábricas de ropa de tejidos de
lana y de punto. En Cotacachi, el trabajo en cuero. Todo muy bello y a precios
que se acomodan al bolsillo de cada cual. Próxima: hacia Quito. 31.XII.15
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