Rodríguez inicia el año pasado una campaña en pro del rescate de la única
indigente de ese municipio del departamento de Nariño. Se trata de la señora
María Diria, que, por esas circunstancias de la vida que no vienen hoy al caso,
termina viviendo en las calles, recogiendo algunas limosnas y soportando las
inclemencias de una sociedad que poco a poco se va acostumbrando a su presencia
triste y desoladora.
eco a su llamado de solidaridad por cuanto se considera que el municipio no tiene por qué asumir la manutención o
recuperación de esta mujer que invade con su presencia y sus costales las calles de la veraniega población de
Chachagui. Lo correcto, según ellos, era simplemente colaborarle con algunas
monedas, ropa vieja y una que otra cobija que le permita protegerse de la
lluvia o el frío. Pero la insistencia y
la voluntad se imponen sobre estos criterios mezquinos y es así como en recientes
días tiene la sorpresa del llamado del nuevo alcalde del municipio, el medico
Henry Javier Erazo Calvache, y de la primera dama, la señora Tatiana Ojeda,
quienes sintiendo como propias las angustias de esta mujer en situación de
calle, inician las gestiones propias del caso para incorporarla nuevamente a la
vida en condiciones de dignidad y decoro.
Juan Martin Rodríguez expresa a través de las
redes sociales que “por primera vez el municipio de Chachagui vio a María como
un ser humano y una más de nuestros conciudadanos. Se le hizo una valoración
integral e inicio un tratamiento y empezó a pasar sus noches bajo techo…”. Su llamado no únicamente encuentra eco en su
municipio sino que empieza a ser replicado en muchas regiones de Colombia donde
el ser humano ha perdido su capacidad de asombro ante el desamparo de sus
congéneres, ya que miran como algo natural la situación de algunas personas que
se ven forzadas a vivir en situación de calle.
La existencia de mendigos es una
clara muestra de una sociedad enferma e indolente, la clara expresión de una
falta de solidaridad y de un cristianismo que se acomoda fácil y dócilmente a
un sistema económico en el cual lo único provechoso y ventajoso es la capacidad
de lucro sin que nada importe la pobreza y miseria de los otros. El caso de María Diria nos permite una
profunda reflexión sobre la manera en que hemos tratado a algunos seres humanos
que deambulan por las calles implorando con su sola presencia la solidaridad
que nos debe caracterizar como sociedad culta y civilizada.
Lo acontecido en el municipio de Chachagui
debe obligarnos al replanteamiento de nuestro comportamiento social. Grata fue
la sorpresa cuando observamos a una María recuperada y sonriente, rodeada del
afecto y el cariño de sus gobernantes y la ciudadanía. Para el alcalde de este
municipio bastó un solo llamado para que se inicie la efectiva y pronta
recuperación de uno de los ciudadanos; y más grato aún encontrarnos con una
persona nueva y sonriente que nos ha permitido entender que detrás de todo
indigente se encuentra el rostro de una persona. No es lógico que continuemos
actuando de una manera tan poco racional con nuestros semejantes, ignorándolos
y privándolos de su verdadera condición de seres humanos y merecedores de un
trato solidario y digno.
Los recursos de un municipio deben dirigirse
prioritariamente a este tipo de iniciativas ciudadanas que eviten e impidan el
surgimiento de la mendicidad y la indigencia. Grato y satisfactorio saber que
existen gobernantes con esa sensibilidad social y más aún saber que quedan
ciudadanos que se preocupan por el bienestar de los demás sin que ello les
reporte beneficios económicos o dividendos electorales.
Felicitaciones a los protagonistas de esta crónica
que nos han permitido recuperar la fe en las instituciones y en los
gobernantes. Y un abrazo solidario para María Diria que inicia en su vida un
nuevo camino en el cual las espinas se han transformado en rosas; todo es
posible cuando se une la voluntad con la capacidad, cuando superamos viejos
esquemas mentales y hacemos del gobernar
una manera de servir y progresar.
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