Egoísmo popular

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Endulzando las
palabras
Por Iván
Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
Se avecina una
trascendental fecha donde los colombianos elegirán a través de un plebiscito si
están de acuerdo o no con la negociación pactada entre el gobierno nacional y
la guerrilla de las Farc, hecho que tiene en vilo al mismo ejecutivo y a todas
las personas decididas en que cesen los fusiles y se firme una nueva historia.
A medida que pasan los días, se intensifican las campañas por el SÍ y por el
NO
; aunque suene ridículo, se ha polarizado la única propuesta racional desde
que se degeneró la democracia en Colombia. Para el resto del planeta es
inentendible que se dude de una idea
para acabar una guerra y garantizar la vida.

Lo cierto es
que estamos en la tierra del ‘Corazón de Jesús’, donde se permite jugar con las
cobijas del diablo o los calzoncillos de los pastores, encomendados de Dios en
esta jurisdicción. La responsabilidad es netamente del pueblo, quien al final
se beneficia o perjudica
; sin embargo, es la misma masa popular quien ha
facilitado los espacios para que los pícaros entren a hurgar el natural
instinto del sentimiento criollo. Los resultados están a la vista, miles de
colombianos atolondrados en un tema que no había necesidad de polemizarse,
finalización de un conflicto.
El 90% de las
personas citadinas que votarían NO en el plebiscito, carecen de información
sobre el tema y nunca les ha interesado lo que sucede en las zonas rurales del
país
. Es tan absorbente el mundo de las grandes urbes, que sus habitantes no
tienen tiempo para pensar mucho menos entender como es la vida en los campos.
Los paros agrarios de los últimos años afrontados por campesinos como directos
afectados, es un claro ejemplo del maldito individualismo cuando de solidaridad
se trata.
Lo mismo está
sucediendo con el respaldo que debiera darse en favor del cese del conflicto
con la guerrilla más antigua del continente; al contrario, se palpa la
indiferencia descomunal de los colombianos que viven en las ciudades
,
entendiéndose como un egoísmo popular; poco o nada les importa que sus semejantes
sean asesinados, secuestrados o desplazados de sus parcelas. Es aquí donde nace
la gran diferencia de pensamiento y proceder en torno a un acto histórico y
determinante para esta patria que cada día se desangra con mayor fuerza.
Estas acciones equivocadas
dan a entender peligrosamente que nos hemos acostumbrado a la guerra, y cuando
tenemos la única oportunidad para salir de ella, se duda en hacerlo, y más bien
se opta por buscar disculpas y seguir en una degradante cacería humana
. Me
pregunto: ¿Cuántos colombianos de las ciudades se preocupaban antes por el
conflicto en los campos o la impunidad de los malhechores? El folclorismo está
pintado, por lo que este mecanismo de participación ciudadana podría
convertirse en un arma de doble filo.
Avanzan los
días y la retahíla del NO prosigue su camino, inundando mentes vulnerables,
indolentes de la angustia ajena y temerosas del fantasma uribeño. Entendiendo
que el 65% de los colombianos viven en medianos y grandes centros urbanos,
existe la posibilidad de riesgo de que el NO genere ampolla, debido a la
indiferencia de estas concentraciones populares, que viven a expensas de lo que
algunos medios informativos parcializados exponen. En este aspecto, se debiera
ser riguroso en el control de la información. Se ha comprobado la
responsabilidad de la prensa en el comportamiento masoquista de los
colombianos
.
Las distintas
encuestas efectuadas en las zonas rurales, concluyen que lo más conveniente al
interés campesino es apoyar la terminación de un enfrentamiento armado casado
hace más de 50 años. Lo dicen con autoridad, porque son ellos quienes han
sufrido en carne propia las consecuencias propias de del conflicto bélico. El
99% de la población rural le apuesta al SI. A pocos días de votar el
plebiscito, se nota la ausencia y comportamiento egoísta de la gente de la
ciudad
. La mayoría no entienden la necesidad de terminar con las acciones
guerreristas, a pesar de que indirectamente han sido víctimas, sea por atender
desplazados, marginados y en eventualidades, vivir la zozobra de los ataques
intempestivos cuando salen de sus convulsionadas ciudades.
Colombia vive
un momento crucial y de mucha responsabilidad; está en juego el futuro de los
campos y la estabilidad de las ciudades. Lo irónico es que la misma ciudadanía
es quien finalmente decide si continúa en estado endémico o se da un paso al
otro lado, con la certeza que será mejor de lo que actualmente existe
. Al
diablo los ‘culebreros’ dedicados a confundir a indecisos. Si esto fracasa, el
culpable no será Juan Manuel, sino la ciudadanía, que lamentaría toda su vida
por su decisión irracional.

Domingo, 11 de
septiembre de 2016

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