El maestro Rodrigo Espinosa Villarreal y su juicio crítico al verdadero inventor del aeromóvil

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Por Pablo
Emilio Obando
peobando@gmail.com
Conocí al
maestro Rodrigo Espinosa Villarreal hace tres décadas en una vieja casona que
servía de sede del Colegio Nacional de Periodistas, Seccional Nariño, en la
ciudad de Pasto. Hombre de firme y fina
palabra, reflexivo, tranquilo, pausado para hablar y de vestir pulcro y
elegante
. Por entonces hacía mis primeros pininos en las letras y me impresionó
desde siempre la imagen y la presencia de este periodista, que además ejercía
como maestro y que posteriormente conocí como investigador y escritor.

En esa casa
solariega tuve la magnífica oportunidad de conocer grandes y buenos hombres de
la radio y la prensa de Nariño
, personajes como Javier Ortega Olave, Jaime
Rengifo Dávila, Luis Bernardo Esparza, Amparo Moreno de Rodríguez, Luz Mery
Pedreros, Hugo Bastidas Santander, Libardo Guerrero Muñoz y muchos protagonistas
de buena y grata recordación.
Ejercía como
secretario perpetuo de esta agremiación mi padre y periodista Nelson Ovidio
Obando Hernández quien con paciencia y sabiduría supo inocularnos el virus del
periodismo y las letras. Y en esas
tertulias gratas y excepcionales escuché por vez primera el nombre de Julio
Cesar Benavides Chamorro, conocido como el padre del aeromóvil o el Da Vinci
latinoamericano
. En libros viejos y de
vieja cuña se podía observar su imagen y recordar sus gestas en pro de Colombia
y su inmenso altruismo existencial pues siendo poseedor de un prodigioso
invento que revolucionaría la historia de la aviación en el mundo entero
siempre expresó su deseo de que sea su patria quien reclame para si la gloria
de sus desvelos y descubrimientos.
Por esas cosas
que en estas páginas no nos es dado comentar con mayores detalles, este
científico nariñense muere sin haber hecho posible su deseo, sus
descubrimientos quedan olvidados y su gloria ignorada. Desde entonces el nombre de Julio cesar
Benavides Chamorro se empieza a dibujar como una leyenda o un mito
que rara vez
se permite darlo a conocer a las nuevas generaciones de nariñenses y
colombianos que dudan de la veracidad de sus afirmaciones o de sus
demostraciones reales y ciertas.  Otro
país, otro hombre, se lleva esa gloria y nuestro  científico empieza a hundirse en las sombras
del olvido y la incertidumbre.
No es nada
fácil revivir una leyenda, darle una nueva forma, redescubrirla para propios y
extraños sin que nos arrastre tras de sí una estela de esa misma lobreguez que cubre al protagonista
de esta nueva incursión literaria e investigativa de Rodrigo Espinosa
Villarreal
. Es esta, sin duda alguna,
una empresa quijotesca y homérica; quijotesca por cuanto supone una altísima
dosis de bondad para el recuerdo de
quien ya nada puede decir o agregar a su favor, obra ciertamente desinteresada
y prolija en detalles que contribuyen a formar nuevamente a un personaje que
vivió como murió: rodeado de secretos y consagrado a la investigación. Y
homérica por cuanto su obra se constituirá en una detallada relación de hechos
que nos sorprenderán y nos reafirmaran en nuestra nacionalidad de nariñenses
proyectándonos a dimensiones nunca antes imaginadas o sospechadas.
Ya en el año
2010 Rodrigo Espinosa Villarreal nos sorprendió con su obra “Artesanía
nariñense, historia y vida”
que ha sido un referente permanente para los
amantes de los cultores de las artes y las artes a nivel nacional, descollando
con ella en los límites mismos de lo internacional. El investigador Daniel
Roberto Vega Torres sustenta uno de sus proyectos investigativos sobre
artesanía colombiana, justamente, en el texto de nuestro estudioso Rodrigo
Espinosa Villarreal llevando su nombre a sitios excelsos de entidades y
organizaciones relacionadas y dedicadas a difundir el valor de la creación
artística en las manos duras, sencillas y rudas de los hombres del Sur
conocidos por su altísima capacidad y calidad artística y artesanal.
Pero volviendo
sobre el tema que hoy nos congrega, gracias a la pluma y diligencia del maestro
e investigador Rodrigo Espinosa Villarreal, bien vale la pena traer a memoria
un artículo publicado en  “ANHELOS“
revista universitaria dirigida por José Francisco Guerra y editada en la ciudad
de San Juan de Pasto el 17 de febrero de 1944 en la cual se rinde un
sentido  homenaje a Julio Cesar Benavides
Chamorro: “Crease o no, un colombiano, pobre de recursos, de una modestísima
población, desconocido y muerto trágicamente, fue precisamente quien quiso
revolucionar la aeronáutica con el aparato que ahora denominan helicóptero y
que él llamo AEROMOVIL…”
, “El precursor de este invento se llamó Julio Cesar
Benavides. Nació en la población de Gualmatán, enclavada en la cordillera de
los Andes, en el departamento de Nariño, población que en 1938, apenas contaba
con unos doce mil habitantes. Estudió en el Seminario Conciliar de Pasto bajo
la dirección de los Padres Jesuitas y faltando relativamente corto tiempo para
su ordenación sacerdotal encontró que carecía de vocación, por lo cual abandonó
su carrera. Debió ser hombre de múltiples preocupaciones intelectuales, pues
sabemos a ciencia cierta que fue pintor, escultor muy aventajado, asiduo
cultivador de disciplinas filosóficas, poeta, dramaturgo y hasta tuvo algo de
novelista…”.  Y en esa interesante reseña
sobre este sorprendente personaje podemos encontrar pistas certeras sobre la
autenticidad de su invento: “Desde 1915 –escribía en 1932- he venido siguiendo
paso a paso los múltiples progresos de la Aviación y la Aeronáutica, en un
intenso y minucioso estudio de carácter privado, que me ha permitido darme
cuenta de todas las modificaciones introducidas tanto en los mismos aparatos
como los motores. Y como resultado de esos mis pacientes estudios soy ahora
dueño de un invento, cuyo futuro desarrollo hará una verdadera revolución no
solo en los sistemas actuales de navegación aérea sino aún en la misma
locomoción en general”.
No me
adelantaré a los sucesos ni a los aportes de Rodrigo Espinosa Villarreal. Pero
si quiero expresar mi complacencia por este desquite histórico que contribuirá
a devolver la honra y la fama que merece Julio Cesar Benavides
. Que aportará
decididamente a elevar el valor del nariñense y que congregará a un pueblo para
rendir el justo homenaje que merece a pesar de los años, el olvido y la
indiferencia de su gente. Le corresponde ahora a las entidades, academia y
organizaciones cívicas y culturales difundir esta nueva voz que deja muy en
alto el ingenio y la creatividad de los nariñenses.
Nuestra voz de
admiración y aprecio para su autor. No
nos equivocamos cuando ya hace tres décadas vimos en él a un hombre probo,
juicioso y consagrado. Sus amigos que
ya partieron le aplauden desde otros confines y quienes aún tenemos la dicha de
tenerlo entre nosotros le expresamos nuestros sinceros agradecimientos por
dejar tan en alto el nombre de Nariño. Bienvenida su obra, claro ejemplo
de  tenacidad y estudio
, puerta giratoria que une mundos
permitiendo dar forma definitiva a una iniciativa que si bien las
circunstancias truncaron la historia redime como una forma de justicia certera
y divina.
*          El maestro Rodrigo Espinosa Villarreal
muere en la ciudad de Bogotá el 8 de diciembre de 2016, dejando inédita su obra
sobre el científico nariñense Julio Cesar Benavides Chamorro, inventor del
aeromóvil o helicóptero
. Le corresponde a su familia editar la obra y rendirle
así un sentido y merecido homenaje.

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