Fútbol: la violencia es noticia otra vez

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Columna Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com
Resuena una cascada noticiosa a favor y en contra de la
medida de la Alcaldía de Medellín de cerrar su estadio para un juego de
Atlético Nacional este 21 de noviembre, por los conocidos hechos de violencia
del último encuentro ante Millonarios. ¿Por qué el fútbol ha llegado a ser el
espectáculo más grande del mundo?

Por varias razones entre las cuales está que
es un deporte-juego de conjunto que lo convierte en punto de encuentro social,
por sus características de competencia democrática con normas que cada jugador
y espectador conoce y sabe que debe respetar, en donde un poco de habilidad o
fuerza o agilidad mental o todas juntas
–con el balón y/o con las normas- te sacan de la igualdad democrática y te dan
la jerarquía del poder sobre ese grupo y te convierten en el ídolo del momento

o de varios años o te llevan, aun, al desborde irracional de la cursilería y la
desfachatez –iglesia Maradoniana-. ¿Por qué el fútbol y no otro deporte es el
súper espectáculo del s. XX y XXI? Porque es el deporte-juego en el que mejor
se acomoda, se expresa y se sublima el machismo de hombres y mujeres, en medio
de la actual globalización. Otra, complementaria a la anterior, es el auge que
le dieron los medios de comunicación, más que todo la televisión, con la que
llegaron las fabulosas fortunas de lo “pases”, o sea la propiedad de los derechos
deportivos de los jugadores, y toda la parafernalia que mueven alrededor de
ellos. ¿Y por qué se transformó en feroz utopía? El espacio es breve: cuando se
solidificaron los equipos de fútbol profesional en América Latina como negocios
rentables (décadas 60’ y 70’), una inmensa mayoría de jóvenes de clase media y
popular teníamos la utopía de la justicia con libertad que la habían propagado
por el mundo la Revolución Cubana (1959) y la herencia del Mayo Francés del 68
.
Algunos heredaron la “utopía” del dinero y hoy la retransmiten a sus proles.
Pocos optaron por el servicio religioso. Muchos jóvenes colombianos de clase
media y popular (casi todos hinchas y que continuamos siéndolo aún, pero sin
esta demencial actitud) peleábamos contra el Plan Atcon de las universidades,
armados con los argumentos del Programa Mínimo; o contra el plan Kerrie de las
cuatro estrategias de Misael Pastrana y otras utopías, inmersas todas en un
pensamiento socialista y marxista que después nos fueron dejando a vera del
camino a algunos, a otros nos estrellaron contra la realidad de la corrupción y
a pocos aun los parapetaron como válidos de algún presidente de república o de
transnacional o cosa parecida. Otros murieron. Los poderosos, validos de sus
aplastantes medios de comunicación, con mayores sutilezas hoy que antes,
vistieron de fasto globalizador el nacionalismo, la banalidad, el machismo y el
consumismo, combinándolos. Su palabra y sus demoledores medios subieron a los
altares de las utopías a los futbolistas como otros dioses modernos
, para lo
que se sirvieron de sus criaturas: los periodistas del fútbol, causantes en
buena medida de la violencia actual, con su jerga, irresponsable muchas veces
por incendiaria. Sus “comentarios” de buena o mala imagen para un jugador rayan
en la prebenda que “aceptan”, se ha denunciado también. Claro que los culpables
jamás han querido aceptar sus responsabilidades. Con el ejemplo europeo y luego
argentino y con el narcotráfico del 70’ y más del 80’, aparecieron las primeras
barras violentas, quizá progenitoras de las de hoy: en Medellín la Escándalo
Verde (hoy Los del Sur, LDS) y la Putería Roja (hoy Rexixtenxia Norte, RXN) en
una reproducción hereditaria de padres a hijos o sus figuras parentales. No “se
le paró bolas” entonces. El fútbol pasó de mayor utopía por su connotación
machista y nacionalista a uno de los mayores negocios
, por lo fácil que es
manipular los sentimientos con beneficio mercantil. Tampoco “se le paró bolas”.
Ahora nos quejamos. La Iglesia ha perdido su fuerza. Las barras bravas ignoran
que su falsa utopía es sólo feroz espejismo. 21.XI.13

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