
Por: Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com
En la década de 1970, el departamento de Nariño estuvo a punto de convertirse en el epicentro de una de las obras más importantes para su desarrollo económico: la Gran Refinería de Occidente. Sin embargo, por una combinación de intereses políticos y regionalistas, este proyecto visionario nunca se concretó en la región.
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La idea de construir una refinería en Nariño parecía una oportunidad única para impulsar el desarrollo económico y social de la región. Los estudios técnicos, geográficos y económicos realizados en ese momento indicaban que Nariño era el lugar ideal para albergar esta importante obra. La refinería habría generado empleo, ingresos y oportunidades de crecimiento para la región.
Sin embargo, intereses políticos y regionalistas terminaron por imponerse, y la refinería se construyó en el Valle del Cauca. Esta decisión no solo frustró las expectativas de desarrollo de Nariño, sino que también condenó a la región a un futuro de rezago económico y dependencia.
La falta de visión y liderazgo de la clase dirigente de Nariño en ese momento histórico tuvo consecuencias profundas y duraderas. La economía de Nariño se ha visto afectada por la permanente escasez de combustible, lo que ha impactado negativamente en la competitividad y el desarrollo de la región.
La refinería que nunca fue se ha convertido en un símbolo de lo que pudo haber sido. La historia de esta oportunidad perdida es un recordatorio constante de la importancia de la planificación y la visión a largo plazo para el desarrollo regional.
En la memoria colectiva del pueblo nariñense persiste una herida histórica, silenciosa y profunda: la frustrada construcción de la Gran Refinería de Occidente en territorio del departamento de Nariño, un proyecto que, de haberse materializado, habría transformado para siempre el destino económico, social e industrial de la región.
Todo estaba dado. Los estudios técnicos, geográficos y económicos identificaban a Nariño como el punto estratégico ideal para levantar esta imponente obra de infraestructura petrolera. Su ubicación privilegiada, cercana al Pacífico, con acceso a corredores comerciales y fuentes laborales dispuestas a dinamizar el aparato productivo, convertían a este rincón del suroccidente colombiano en la apuesta lógica para alojar la refinería.
Pero no fue así.
Por presiones políticas, cálculos centralistas e intereses regionalistas, el proyecto fue desviado hacia el Valle del Cauca, dejando a Nariño con promesas incumplidas y con una amarga sensación de traición histórica. La clase dirigente local, lejos de defender con firmeza los intereses del departamento, cedió con silencio o tibieza, sin comprender la magnitud del desarrollo que se escapaba de sus manos.
Es fundamental que el pueblo de Nariño recuerde esta historia y aprenda de ella. Solo mediante la reflexión y el análisis crítico de nuestro pasado podremos construir un futuro más próspero y equitativo para todas y todos.
El doctor Laureano Alberto Arellano, gobernador de la época, expresaba en este momento histórico para Nariño y su desarrollo económico que:
“La justificación de tipo social y económico que Nariño planteó para la instalación de la Gran Refinería de Occidente se realizó en base de la condición de marginamiento que esta sección del país afronta desde tiempos atrás, dando lugar a un malestar social de donde derivan no pocos problemas que desarticulan a la Nación y le resta estabilidad a su estructura político-administrativa. Esto ha fraguado la determinación para que Nariño encuentre los canales que promuevan su desarrollo económico y social viendo en la Refinería de Occidente, considerada como Unidad Técnica de producción diversificada, con sus equipos de craqueo necesarios para la aplicación diferente en productos de consumo, uno de los cauces para conseguir sus propósitos de desarrollo”.
Más adelante exclama, en una plegaria de justicia e ira:
“El reclamo que Nariño hizo de su Gran Refinería fue el derecho que le asistió para incorporarse a la economía nacional, compartiendo el propósito general de que la descentralización de la industria para Nariño y Putumayo repercutirán en su propio beneficio por ser originarios de su suelo y de su subsuelo, puesto que aspirar al beneficio del refinamiento de sus crudos y sus perspectivas, no es lesionar el campo nacional”.
En palabras de profunda inquietud se cuestiona el doctor Arellano:
“Si la Refinería es una redención de tipo social para el departamento, se respondería que por ser complejos los procesos económicos y la superación de sus factores limitantes, requiere la adopción de políticas de índole diversa, no siendo ésta el único medio para promover el desarrollo social, pero sí, sin término de duda, un eficaz inductor que provocará el desarrollo industrial que acelerará las inversiones necesarias para la creación y mejoramiento de las infraestructuras en Tumaco y el departamento, creando circuitos económicos de distribución y consumo de incuestionables repercusiones sociales, especialmente en lo relativo a la generación de empleo indirecto, como el caso de transportes y plantas industriales, etc.”.
Un desarrollo que nunca llegó, que jamás se hizo realidad. Estos circuitos económicos colapsaron tan pronto el pueblo de Nariño empezaba a sentirlos como propios. Ni plantas industriales, mucho menos inversiones tocaron las puertas de Tumaco y de Nariño, dos pueblos unidos por el abandono estatal y por la inercia de su clase dirigente.
Para el entonces gobernador,
“La actitud de los habitantes de Nariño en el movimiento que los mismos originaron y desarrollaron logrando lo deseado con la instalación de la Gran Refinería de Occidente, lejos de ser peligrosa, fue positiva, toda vez que manifestó una nueva visión del presente con proyecciones logrativas hacia el futuro…”.
Deja, igualmente, constancia de la presencia viva de las fuerzas cívicas y sociales del departamento:
“De todas maneras nos sentimos satisfechos de nuestra actitud y de los logros alcanzados. La comarca apenas arranca. Se necesita la unidad total del Pueblo Nariñense para proseguir la gran lucha cívica para colocar a nuestro departamento en el sitial que le corresponde”.
Cómo no sentir esa indignación que se convierte en ira al repasar estas palabras que toman fuerza en la historia viva de nuestra gentil comarca y que nos obliga a pensar en esa oportunidad única y promisoria que se perdió en un mar de indiferencia nacional. Duele y lacera este sentimiento que se extiende en un abrazo de solidaridad y fraternidad con aquellos seres que supieron enarbolar las banderas de la dignidad y elevaron sus voces como una sola plegaria de progreso y desarrollo regional.
Encontramos en una vieja carátula de un álbum documental e histórico de Discos Cháves, las valientes expresiones y reclamos del pueblo nariñense. Don Ramiro Chaves L. expresaba:
“Dejamos expresa constancia de gratitud en la elaboración de este trabajo fonográfico a los Estudios Ingeson de Bogotá, a Sonolux e Indulito de Medellín, a Carlos Pérez Londoño y a Fabio Esparza, eficientes empresas y colaboradores que hicieron posible el registro histórico más sensacional del Departamento de Nariño en todos sus tiempos…”.
Por su parte, el doctor Luis Alejandro Enríquez R. nos recuerda:
“Todo comenzó cuando al iniciarse la explotación de los yacimientos petroleros del Putumayo, se construyó el Oleoducto Trasandino Orito – Tumaco. El pueblo nariñense que había sido aguerrido pionero en la colonización del oriente colombiano, consideró con pleno derecho que las riquezas naturales cuyo descubrimiento inició, debían ser procesadas en su puerto marítimo…”.
“Y ese grito se dejó por un día con atronador ímpetu. Nariño volvió sus ojos al mar y pidió la instalación de la Gran Refinería de Occidente en Tumaco. Desde la más viva entraña palpitante del pueblo brotó el clamor unánime por los cuatro puntos cardinales, cundió entre los dirigentes de la colectividad y se convirtió en su gran mística…”.
“La Refinería no es un monumento al mar”, se dijo. “Es un factor de desarrollo; aún más, es el grito desgarrador de un pueblo abandonado, es el clamor de combate de un grupo humano dispuesto a superarse a toda costa”.
Como un acto de cordialidad y reconocimiento a su lucha cívica y social en pro de la instalación de la Gran Refinería de Occidente en suelo tumaqueño, recordemos los nombres de los principales dirigentes y luchadores que entregaron su voz, su fe y su deseo de un Nariño más grande y progresista:
- Laureano Alberto Arellano – Gobernador de Nariño.
- Carlos Guerrero – Presidente de FETRANA.
- Heraldo Romero – Presidente del Concejo Estudiantil de la Universidad de Nariño.
- Francisco Vela Herrera – Rector Universidad de Nariño.
- Padre José Dolores Chamorro – Representante de Ipiales.
- Sergio Antonio Arellano – Presidente UTRANA.
- Anselmo Chaves – Presidente del Comité Pro Refinería con sede en Bogotá.
- Miguel Paz – Representante del Centro de Estudios Socioeconómicos de Nariño.
- Juan Coral Torres – Miembro de la Junta Pro Refinería de Tumaco.
- Padre Sofonías Ramos – Miembro de la Junta Pro Refinería Central.
- Luis López Portilla – Miembro de la Junta Pro Refinería de Pasto.
- Alfonso Ortiz Segura – Miembro de la Junta Pro Refinería de Pasto.
- Helena Jiménez de Lozano – Presidenta de la Junta Pro Refinería de Tumaco.
Confieso que se me hace imposible contener un torrente de lágrimas y nostalgias al escuchar la voz y el clamor de la tumaqueña Helena Jiménez de Lozano, digna presidenta de la Junta Pro Refinería de Occidente, en su alocución ante el presidente de la República cuando expresa que es su sensibilidad de madre la que la lleva a elevar su airada palabra en defensa de los intereses de Nariño:
“No queremos que nuestros hijos crezcan cobardes. Defenderemos de pie o moriremos de pie, como mueren los grandes árboles. Somos altivos y no queremos que mañana nuestros hijos vayan a doblegarse ante la derrota de sus padres”.
A sesenta días del inicio del periodo presidencial de Misael Pastrana Borrero, y en un discurso confuso y engañoso, se informa al pueblo de Nariño que la Gran Refinería de Occidente no se realizará en Tumaco. Simplemente se adelantará una planta refinadora de escasa producción. Confunde al pueblo y a sus dirigentes al tiempo que esboza una sonrisa cínica y traicionera. A los pocos días propina a Nariño la estocada final. Dice que “confía con confianza y espera con esperanza…”. El golpe no se hace esperar y el pueblo sale a las calles a expresar el dolor y la amargura de ser, una vez más, engañados y utilizados por los políticos de la capital de la república.
Recordamos que en una de nuestras crónicas dejamos constancia de ello:
“La Refinería que nos arrebataron”
Corría el año 1970 cuando una noticia cayó como un balde de agua fría sobre el pueblo nariñense: el entonces presidente Misael Pastrana Borrero anunciaba que la Gran Refinería de Occidente no se construiría en Tumaco, como se había proyectado técnica y estratégicamente, sino en el Valle del Cauca. La decisión, motivada por intereses políticos y regionalistas, rompió la esperanza de una región históricamente marginada.
La desazón, la rabia y la impotencia se apoderaron de Nariño. La gente se volcó a las calles en una manifestación que aún hoy resuena en la memoria colectiva como una de las últimas grandes luchas de dignidad regional. Aquella refinería representaba una oportunidad única de desarrollo económico, empleo, infraestructura y protagonismo nacional.
Pero la historia se partió en dos. Desde entonces, el departamento ha vivido bajo una sombra de rezago económico, escasez de combustible y dependencia externa, mientras observa cómo otras regiones prosperan con lo que un día les fue prometido.
Recordar este hecho no es un capricho nostálgico, sino un acto de justicia con la historia. La Gran Refinería de Occidente no fue solo una obra truncada, fue un sueño arrebatado. Y ese duelo aún vive en el corazón del pueblo nariñense.
Al fondo se escuchaba —en medio de los gritos, los brazos alzados y la indignación— el tema “Arriba Nariño”, un himno que debemos rescatar en su verdadero significado y mensaje. Recuerdo cómo este tema encabezaba las luchas del pueblo de Nariño hasta llevarlo a la victoria en su intento de justicia social.
Ahí también estuvo presente, repitiéndose al ritmo del corazón del pueblo nariñense, recordándonos que somos invencibles cuando lo queremos y que nada puede detenernos a la hora de labrar nuestro destino.
¡ARRIBA NARIÑO!
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