La trompeta su alma

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Por Alejandro de la Rosa Palomino
Facebook: alejandro.d.pajaro

Nací en la de los 90’s, en una Sandoná, que cuando niño me parecía tranquila, pasaron algunos años, crecí en medio de sombreros trabajados en el San Francisco, crecí cogiendo en el parque los buses Trans Sandoná, yendo a las veredas en los camperos de Sur Occidente, desayunando los sábados en las casetas del mercado, invitando a las chicas a las leches del parque y a los helados de paila, conociendo tal vez antes de tiempo algunos licores, pero bien compartidos donde el Cuchilla; crecí en la ventana del billar del Nicle, y dentro del billarín.

Pero lo más bello fue haber crecido en medio de artistas, deportistas, científicos y ante todo, entre Sandoneños Orgullosos de su tierra.

El sábado en la mañana me enteré, la trompeta mayor de la dinastía Castillo dejara de emitir tan bellas melodías en este plano, el gran maestro, había partido, solicitado de manera urgente para formar músicos integrales en el paraíso y deleitar los oídos de Dios, la Virgen, los Santos, Ángeles y querubines.

Pasar por el mercado y al fondo escuchar trompetas componiendo y enseñando era inevitable, las melodías que se escuchaban, llaman y como si la voluntad se perdiese los pies se dirigían a ese maravilloso resonar de las trompetas; y ya hay, se observaba ese conglomerado de señores, señoras, niños y niñas, todos con trompeta en mano, siguiendo la guía de su maestro, de su mentor, y al fondo en el centro de todos él; el que compartía su amor y conocimientos por la música.

Tal vez algún día todos quisimos ser parte de ese grupo, de ese grupo privilegiado que se sentaba en la sala de su casa a escucharlo y aprender de su arte, de su vida, de su experiencia.

En la puerta de su casa, su banca de madera, en ella, el maestro, él, con su sombrero bien puesto, su camisa bien abotonada y su trompeta en la mano deleitando nuestros oídos con su música, un hombre callado, que conversaba con melodías y con ellas entablada las mejores conversaciones, las más nutridas, las más fluidas y las más bellas de entablar.

La Banda Santa Cecilia, me contaron que un mariachi y todos los grupos en los que participó, los que creó y los que inspira, hoy harán sonar sus melodías más fuerte y bello que nunca, pues las trompetas y la música en esa calle, a lado del mercado y en todo Sandoná, nunca dejaran de sonar; al escucharlas la voluntad se perderá, los pies tomar vida propia y se guiaran al lugar de donde surgen tan bellas melodías, se guiaran al hombre que enseño a entonar, sentir y disfrutar tan majestuosas melodías.

Nací en los 90’s, y cuando pregunte de música, mis abuelos siempre me hablaron de los Castillo, como ellos los llamaban. De él, del que en este escrito no me canso referirme como el maestro, si me hablaban de él, del MAESTRO RAFAEL CASTILLO, del hombre para el cual LA TROMPETA ERA SU ALMA.

Hasta pronto MAESTRO RAFAEL, nos vemos en el sonar de las trompetas, y en el amor por la música, la buena música.

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