Legalizar las drogas preparándonos!

Columna desde Nod
Alejandro García Gómez
El consumo desbordado produce el auge de la droga y su precio. ¿Causas del consumo? ¿Es un mal de los tiempos? La vida actual con su carga de soledad hogareña desde la niñez hasta la edad de independizarse, dentro de la visión confusa de la autoridad por la  disputa del poder en el hogar entre los padres, que lleva hasta la ruptura, cada día más frecuente; el estrés frente a los retos no sólo del trabajo sino del éxito, es decir, el temor al fracaso; la presión social en medio de la natural curiosidad del niño y del joven; la manipulación de los sentimientos de todos, globalizada desde los medios de comunicación. Esto y más han convertido a la droga en un “bien de consumo” y como los países con mejor ingreso la pagan mejor, se convierten en “Tierra prometida” de los traficantes aunque nuestro “mercado doméstico” sea mayor cada día.
Nuestros países inveteradamente han subvencionado la riqueza de los ricos, de los llamados desarrollados, a costa de nuestra propia miseria: nuestras castas privilegiadas, saciadas con las migajas de los países ricos, han hipotecado cuando no vendido a sus propias patrias ante el poderoso por esas migajas (como hoy). Entonces el terror y la violencia en los campos de Colombia han creado los cordones de miseria que, con más violencia, se han transformado en los mayores sectores geográficos y poblacionales de las ciudades. Bien o a medias o mal, el Estado las ha culturizado, como mínimo deber retributivo. Miseria que engendra y reproduce miseria, pero culturizada. Y los valores feudales derivados del respeto a la autoridad han caído arrollados ante la realidad. Para salir de la miseria se le presentan al nuevo joven ilustrado, tres caminos: 1) resignarse a reproducir las condiciones de pobreza de sus padres y abuelos; 2) tomar las armas por una nebulosa, lejana y quizá imposible utopía, hoy tan corrupta como la del actual Estado; 3) arriesgarse en negocios violentos de bandidos de los que puede salir airoso con suerte, habilidad y malicia dentro de un Estado corrupto, controlado por una dirigencia inmoral, farisaica, hipócrita, en sus mayoría. Y las mafias del contrabando, al igual que guerrillas y paramilitares, se transformaron en las de las drogas. El próspero negocio hizo temblar las divisas gringas. Y vino la orden desde el cielo gringo para reprimirlas, con nuestro dinero y sus migajas de “ayuda”. Vidas y millones de dólares hemos quemado en cultivos, perseguir y dar de baja a los capos que ellos, a cuenta de grandes cuentas en dólares y delación, los premian y, como la Hidra, se reproducen.
La propuesta de legalizarlas, que antes había sido mirada la peor locura por los mismos grupos fundamentalistas, hoy comienza a hacer tránsito entre ellos ante la realidad de las cifras, los hechos, pero quizá más del gran negocio legal que representa. Nuestra posición es la misma: legalizarlas pero preparándonos debidamente. La familia y el sistema educativo deben ser los puntales de esa preparación: nada bueno se puede esperar de hogares donde las leyes laborales, y el subempleo que genera el desempleo, no permiten compartir a padres e hijos. La renta del alcohol –puerta de entrada al resto de drogas- no puede continuar pagando la educación.
Cambiar actitudes nuestras como padres, p. ej., abolir el consumo familiar de alcohol y tabaco frente a los niños, siendo casi siempre ellos quienes nos los traen de la tienda y otros. Debe volverse a dignificar la profesión magisterial del papel que juega en la sociedad no con honores etéreos y agradecidos golpecitos de espalda sino con legislación que se cumpla con inversión. Acabar con el hacinamiento en las aulas y las enloquecedoras “labores académicas” sin sentido de llenar papeles inservibles que nadie leerá y que no dejan tregua para lo principal que debe hacer un maestro, además de instruir: escuchar a sus alumnos.

La sola legalización a causa del gran negocio legal que representa, sin preparación responsable apoyada por el Estado, nos llevaría a una catástrofe impredecible. 31.VII.11

Author: Miguel Cordoba

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