Odebrecht: las transnacionales y “nuestros” Estados

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Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez
pakahuay@gmail.com
Aclaro de
antemano: no pongo las manos al fuego por ninguna campaña presidencial, ni del
vencedor ni del derrotado. Aclaro además, sí voté por el candidato Santos en el
2014 (no en 2010), porque veía que era la única manera de dar conclusión al
proceso político iniciado con las Farc
. El tiempo me ha dado la razón, hasta
ahora. El camaleónico, y no del todo confiable, pasado de Santos no era el que
me hubiera deseado para votarlo como mi presidente, pero o era su cinismo o el
de Uribe y la consiguiente continuación de sus mañas y su guerra (en un
monigote).

Ese proceso no
sé (ni lo sabremos nunca) si habría podido iniciarse por el mismo Santos, pero
bajo la tutela de su entonces mentor y padrino Álvaro Uribe, y no de espaldas a
él, quien desde entonces dicen que lo consideró un traidor. De traiciones –o
“acomodos”- está llena la política con los mismos y diferentes personajes y los
ejemplos abundan, o si no pregúntenle a Roy o a la exuberante Liliana, la ex
precandidata a la gobernación de Antioquia. ¿Habría habido el mismo
enfrentamiento proveniente de Uribe, si Santos se hubiera arropado bajo su
manto para cada paso y para luego di$frutar cada uno de los beneficio$ del
po$conflicto? Jamás podremos tener certezas, sólo dudas. El poder y la gloria
mueven los sentimientos de “amor”, odio o venganza
.
Pero sigamos
con lo que comenzamos a hablar hoy. Por culpa de nuestras dirigencias en mayor
medida, pero de nosotros sus electores también, nuestros estados, muchas veces,
no son sino sólo un himno, un escudo, una bandera y una selección de fútbol que
los medios se encargan de convertirla en escudo, himno y bandera. Hasta la
Segunda Guerra Mundial, los estados ricos dirimían sus conflictos económicos (repartición
de otros países y sus riquezas) con la guerra. Los terratenientes o los
industriales (naciente burguesía), alrededor de su rey o quien hiciera su
papel, enviaban sus ejércitos –masas formadas por individuos sin nombre- a
destrozarse
.
Después de
1945, aprendieron la lección. Es mejor legitimar la agresión de manera
conciliatoria. ¿Perdón? Sí, aunque parezca una contradicción. Los estados
colonialistas “Inventaron” la manera “legítima” de resolver la contradicción:
la Empresa Transnacional. Es una historia que “la han ido” evolucionando. Hoy
las transnacionales montan gobiernos (Odebrecht y antes muchas más en
Latinoamérica, p.ej.) o los quitan, con la anuencia del Fiscal, Juez y Policía
del Mundo, EU (Chile en el 73’)
.
Hablando de
nuestro país, vuelvo a aclarar que no me arriesgo a poner mis manos por ninguna
de las dos campañas: ni Santos ni Zuluaga. El señor Bula acaba de hacer llegar
una carta manuscrita que dará de qué hablar. Recordando el Proceso 8.000 -en
investigaciones sólo académicas y que no prosperaron judicialmente- se denunció
que los dólares de los narcos de Cali fueron hacia las dos campañas más
“promisorias”: Samper (vencedor) y A. Pastrana (derrotado)
. El final lo
conocemos. Antes se habrían lucrado otros conspicuos candidatos, vencedores o
derrotados a la presidencia.
Nos queda
reflexionar: ¿será posible, en el futuro, llegar a la pureza conceptual del
gobierno democrático, como la entendía el Liberalismo iluminista francés?
¿O es
un imposible pensar en ello, por la contradicción irreconciliable que encierra
la misma concepción filosófica de Estado, con cualquier sistema de gobierno,
como lo expone el marxismo leninismo? ¿O será posible –nuevamente- una vía
hacia el capitalismo liberal amarrado entre un socialismo de Estado, como lo
pretendió el fascismo –y el nazismo- con su “todo para el Estado, nada contra
el Estado, nadie fuera del Estado”, derrotados en la II Guerra Mundial? ¿Es
sólo cuestión de tiempo y cultura política?

Y los políticos, ¿qué papel juegan? ¿Es
imprescindible su papel chupasangre para legitimar el desangre de y en
cualquier tipo de Estado?
14.II.17

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