Otra mirada desde el sur a la mal llamada independencia

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Por Jesús Alberto Cabrera Zambrano
Facebook: jesus.a.zambrano.1

Hoy es 7 de agosto y el país está celebrando la gestas por la libertad y la independencia; pero a simple vista no hubo libertad ni mucho menos independencia; no me voy a quedar en las fábulas de siempre, trataré de enfocar este análisis hacia otros escenarios, que por vivir celebrando lo que no se tiene, no se quieren “ver ni analizar”; voy en consecuencia a contar lo que en esos momentos pasaba al otro lado del océano, es decir en España que estaba viviendo su “propio conflicto interno”; lo cual no le permitió atender debidamente la defensa sus colonias y por lo tanto facilitó el proceso emancipador, liderado por impolutos héroes de bronce y de mármol, que con sus espadas movían pueblos y montañas.

Empecemos diciendo que Bolívar, en su carta desde Jamaica de 1815 tras la llegada de las tropas de Pablo Morillo a Nueva Granada, escribía: “¡Qué demencia la de nuestra enemiga pretender reconquistar la América, sin marina, sin tesoros y casi sin soldados! Pues los que tiene apenas son bastantes para retener a su propio pueblo en una violenta obediencia y defenderse de sus vecinos”, para añadir que lo único logrado por los invasores en Venezuela ha sido que “los tiranos gobiernen un desierto, y solo oprimen a tristes restos…” (Kingston, 6 de septiembre de 1815, carta dirigida a un ciudadano inglés, Henry Cullen. De esta misiva se desprende que España, ya no tenía la organización, recursos, ni la fuerza necesaria para recuperar sus territorios coloniales, lo cual de alguna manera explica, muchas victorias militares del ejército patriota que a veces se tornan en fantasía… Bolívar por supuesto entendió esta realidad y asumió su papel en la historia.

Analizando cronológicamente los conflictos internos de España, intentaré explicar esta aseveración. Entre 1808 y 1814 la desaparición de la cohesión del estado español, por la invasión napoleónica, crea en la práctica un vacío de poder, que las diferentes juntas establecidas para cohesionarlo, no llegaron a llenar; por otra parte, la Junta Central de Cádiz (1810) antes de disolverse, crea en 1812, lo que se conoce como “La Pepa” o la Constitución de Cádiz (la Constitución más liberal del siglo XIX), la cual promulga, refuerza y reconoce los derechos fundamentales a los criollos y afirma la soberanía popular y le quita poder a la monarquía. (Es bueno comentar que esta Constitución se juró en Paso en 1813, por eso la Plaza Mayor lleva el nombre de “La Constitución”, ahora Plaza de Nariño).

Ya expresamos en una nota pasada (sobre el 20 de julio de 1810) que las juntas que se establecieron en América en apoyo al rey Fernando VII entre agosto de 1809 y junio de 1810 en Quito, Bogotá, Caracas, Cartagena, Santiago de Chile y Buenos Aires, a imagen y semejanza de las de la península ibérica, proclamaban fidelidad y lealtad al rey depuesto, pero expresaron también las “reivindicaciones particulares de las castas criollas”, demandas que nunca cobijaron a la mayoría como hoy en día se ha demostrado.

La devolución del trono de España a Fernando VII en 1814, gracias a la ayuda de los británicos (ejército del duque de Wellington), significó la vuelta al absolutismo y la revocatoria de la Constitución Liberal de 1812. Para el monarca español la recuperación de sus colonias americanas podía permitirle superar la bancarrota financiera de su gobierno. Los esfuerzos desplegados con este propósito, sin embargo, se saldaron con un completo fracaso debido a la permanente crisis de la monarquía y de la economía española y el desarrollo en América, de una guerra colonial militar. Esto bien lo entendió Bolívar y lo expuso en su carta de Jamaica.

Si bien el rey logró enviar la expedición a América, con una tropa de diez mil hombres bajo el mando del general Pablo Morillo y se alcanzó éxitos iniciales en la pacificación de Venezuela y en la conquista de Cartagena de Indias; más tarde estas fuerzas resultaron insuficientes, sin recursos y con pésimos militares como José María Barreiro Manjón (el jefe realista de las Batallas de Boyacá, Pantano de Vargas, Topaga y Paya en 1819), para contener a los llaneros de Páez, y al ejército de Bolívar y Santander. En el sur, entre tanto, desde las Provincias Unidas del Río de la Plata, San Martín iniciaba una marcha incontenible hacia el Perú, luego de derrotar en Maipú al ejército realista. Si se quiere entender este tema en profundidad, sugiero leer el libro: Historia contemporánea de América Latina de Tulio Halperín Donghi.

Sobre este punto, del retorno de Femando VIl al trono de España, Tulio Halperín Donghi en su libro dice: …“que ello implicaba a la vez serios riesgos y nuevas posibilidades para el movimiento separatista hispanoamericano”. Posibilidades, sobretodo, a través de la creciente, aunque discreta pero “generosa” ayuda británica, en provisiones y armas a los ejércitos patriotas al debilitarse la alianza previamente establecida con España. (origen de la deuda externa de Colombia) Los Estados Unidos, por su lado, terminaban con la paz de Gante (1814) su segunda independencia, dando paso a una política más favorable a los patriotas. Ambas actitudes fueron decisivas en el desenlace final del conflicto.

Como corolario de este tema, debo decir que el general Rafael del Riego, el encargado de organizar, financiar y reforzar el ejército realista en América desde España, entendió el descontento popular existente en la península y en lugar de ayudar en la reconquista de América, se inclinó por el restablecimiento de la Constitución de 1812 e implantó la revolución liberal en España. Este hecho a mi modo de ver, inclinó la balanza en el destino de las “guerras por la emancipación de España”. Para los liberales españoles, la vuelta a un régimen constitucional era la única posibilidad de atraer a las colonias americanas a una comunidad hispánica renovada, donde gozarían, según documentos publicados en Barcelona en 1820, “de una representación y libertad que los hace iguales a nosotros y los libera de toda diferenciación odiosa”.

Finalmente es bueno contar, que un “viaje de trabajo” el año pasado, tuve la oportunidad de viajar por el hermoso departamento de Boyacá, en donde conocí de primera mano y en el territorio, los escenarios de las diferentes batallas de 1819, en un fascinante viaje desde Paya, Gameza, Topaga, Paipa (Pantano de Vargas), Tunja, Venta Quemada y Puente de Boyacá; de igual forma entendí la decisiva influencia de la batalla de Pienta en Charalá Santander (4 de agosto de 1819) y su repercusión en el desenlace de la Batalla de Boyacá.

Fruto de este conocimiento y lectura de documentos, puedo decir sin temor a equivocarme; que la menos importante de las confrontaciones fue la del “Puente de Boyacá” (7 de agosto de 1819); ya que el desgaste desde la Termopilas de Paya, Topaga, Gameza y Pantano de Vargas; ya habían acabado con el ánimo y recursos del ejercito realista; así como demostrado hasta la saciedad, la “incapacidad militar de José María Barreiro Manjon” el jefe del ejército realista en este escenario; de quién Pablo Morillo dijo que era un “completo inepto”; recordemos que en la Batalla de Boyacá (o puente de Boyacá), este militar español, dice la tradición oral fue capturado por el niño Pascasio Martínez. Con esos generales cualquiera gana…… dirían algunos mal pensados.

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