Visión de mujer

Por Elsy Melo Maya

elsy.ya@hotmail.com

Tras el hecho histórico del pasado miércoles,
son tantas las opiniones al respecto, como tantas las críticas que han rodeado desde sus
inicios al proceso de paz que adelanta Colombia con las Farc. Lo he manifestado
y me ratifico: cuando se está detrás de un cómodo escritorio o en los distinguidos clubes de la ciudad o rodeado de
escoltas pagados por el mismo gobierno, qué fácil es pronunciarse para criticar un esfuerzo tan grande,
delicado y trascendental, que se
adelanta con el único propósito de encontrar el mejor camino para el logro de
la paz.

Para avanzar en este proceso, se ha requerido
de mucha más capacidad, valentía e inteligencia que las requeridas para oponerse al
mismo; para tener la entereza de sentarse con el enemigo de tantos años e intentar construir conjuntamente una alternativa de paz, se necesita mucha más  responsabilidad y compromiso que para
simplemente quedarse en el discurso retórico, en la postura guerrerista de
continuar empuñando las armas y darle así vigencia indefinida a la matanza entre colombianos, como única
alternativa de solución.

Llevamos más de 50 años de guerra interna, de
los cuales los ocho anteriores al actual
gobierno, fueron especialmente violentos y contaron con la totalidad de los
recursos económicos disponibles para atender el conflicto. En ese entonces y
después de un periodo gubernamental permisivo con las fuerzas insurgentes, fue
la mejor opción, y si bien se lograron avances en la defensa del país y la vida
e integridad de los colombianos, no fueron suficientes para terminar con el
conflicto armado. 

Con base en esa misma experiencia supremamente costosa para
Colombia en recursos y muertes innumerables, se emprende la búsqueda de una
nueva alternativa que requiere sí de un corazón grande pero de uno que tenga la
cordura y la sensatez necesaria para llevar al país por un nuevo sendero; un
corazón  que sea capaz de superar el
odio, de cambiar la guerra y la sed de venganza ante lo irreversible y que le
apueste a la reconciliación, con todos los esfuerzos y sacrificios que ello
conlleva.

Mis respetos para el equipo de negociadores por parte de Colombia
y mi admiración para el Presidente que
con sabiduría y prudencia, ha conducido
el proceso en medio de tanta
controversia, manipulación e intereses
políticos adversos.

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