Por Carlos Fernando Cabrera
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Sandoná tierra privilegiada por la naturaleza, una de las ciudades más bellas del Departamento de Nariño, situada al pie de una cascada, que cuando teníamos menos tiempo, se veía majestuosa la caudalosa caída del precioso líquido vital para la vida, como una serpentina que recorría la peña, con fuerza y potencia, vistiendo de hermosura el paisaje; hoy solo queda la huella de su paso como un hilacho y una hendidura profunda en su superficie que atraviesa como una herida la montaña, cual una queja del alma, por los habitantes sin conciencia de su futuro.

Haciendo juego con el valle donde hay una plaza, antiguo parque, al cual le arrebataron su belleza, destruyeron sus adornos unas pilas de ángeles y monumentos de héroes, convirtieron el jardín del Edén en plazoleta publica, donde se hacen festejos, ventas y aparcamiento de autos y motos, que ensucian y contaminan el paisaje y el ambiente, con ruidos y gases venenosos.

 A un costado de su plaza se yergue altiva hacia el infinito la Basílica, como queriendo hablar con la montaña y su cascada, para rendirles homenaje a su belleza natural; construida con sudor y lágrimas por sus habitantes y con piedras de otro templo precolombino igual de bello, que el actual.

Estos tres elementos puestos en la misma superficie, conforman uno de los sitios turísticos, que pocas ciudades del mundo tienen para mostrar.

Hay que recuperar la cascada y el parque convertirlo en jardín, peatonalizando su alrededor, para que propios y turistas disfruten con tranquilidad caminando y contemplando el hermoso paisaje.

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