Reseña biográfica del escritor nariñense Alejandro García Enríquez (2ª entrega)

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(* Alto de El Ingenio-Sandoná, 3 de
marzo de 1925- 
+ Bogotá, 1° de julio de 1991)
Por Alejandro García Gómez.
(En la primera entrega vimos su
procedencia, su infancia y su familia, enmarcado todo dentro de un contexto
mundial, nacional, regional y local
que es lo que –de manera familiar y
personal- debemos vivir cualquier persona en cualquier tiempo y en cualquier
lugar del mundo. Eso es quizás lo que los romanos llamaban Fatum, los griegos
Ananké y nosotros El Destino: decisiones personales enmarcadas en un contexto
ineludible. Con esta consideración inicial, continuamos hoy).

Sus estudios en Pasto
Una vez en la ciudad, el niño vivió
durante la época escolar, en la casa de una familia amiga de Monseñor
, lejanos
parientes de la familia de nuestro padre, por línea materna. Del tercero de
primaria que traía de la escuela de El Ingenio, lo recibieron a segundo grado
en el centro de estudios de los Hermanos Maristas, en razón de que entre los
programas académicos de las dos instituciones educativas, obviamente, el más
avanzado era el de la ciudad. Este curso lo terminó a satisfacción. Antes de
comenzar el nuevo tercero, se le presentó otro reto.
Uno de los hermanos del General Gustavo
S. Guerrero, quien había sido el Comandante del Ejército del Sur (gobiernista
y, por supuesto, conservador) en la Guerra de los Mil Días, era el padre
Demetrio. Ambos pertenecían a esa familia de benefactores del niño. Como se
dijo, el abuelo materno del niño Alejandro –nuestro padre-, Pedro María
Enríquez, se había batido en la contienda a las órdenes de este general. Así
mismo, aún se reconocían como familiares lejanos. Pero además, el padre
Demetrio Guerrero era uno de los profesores del Seminario Conciliar de Pasto
.
Este sacerdote tendría mucho que ver con el futuro del niño, como veremos.
Un paréntesis. Mi padre nos relataba
una anécdota al respecto de su abuelo materno, Pedro María, nuestro bisabuelo.
Entre los nietos, familiares y entre sus propios coterráneos corría un rumor
entre verídico y humorístico. Que él, nuestro bisabuelo Pedro María Enríquez,
era tan, tan  religioso pero al mismo
tiempo tenía una tan, tan buena puntería, que cuando, luego de disparar, veía
caer al enemigo, se santiguaba y rezaba, “un Padrenuestro y un Avemaría por el
finadito que acaba de morir; Padre nuestro que estás en los cielos…”
, terminaba
el rezo y continuaba apuntando y disparando (y matando y rezando).
En el Colegio de los Hermanos Maristas de Pasto
Alejandro de segundo en la segunda fila

El nuevo reto que el padre Demetrio
le planteó al niño consistía en la posibilidad de entrar a estudiar al
seminario en un curso equivalente al primero de bachillerato de ese tiempo, hoy
grado sexto. Es decir, de segundo de la escuela de los Maristas a sexto grado
en el Seminario Conciliar. Le puso de presente que él y otros amigos profesores
le ayudarían con las explicaciones adicionales que requeriría. El niño caviló,
nos contaba, pero finalmente se decidió por la aceptación
. No veía otra salida
para alcanzar su utopía. Así se le comenzaba a cumplir su sueño de estudio,
pero sin pasar por el resto de cursos de la escuela primaria, básicos para
cualquier educación. Se le había advertido que el desafío era pasar el primer
año ante todo. El sacerdote-profesor-amigo (Demetrio Guerrero) obtuvo un
permiso especial para que el niño pudiese estudiar unas horas más en la noche,
al igual que durante el tiempo de algunas de las diferentes actividades, en las
que el resto se ocupaba pero él no lo haría, para dedicarlas a sus horas de
estudio complementarias y a las tareas escolares normales. Junto con las
explicaciones académicas, este sacerdote le consiguió el sitio con la
iluminación adecuada para esos tiempos. Mi padre nos contaba que también debió
estudiar debajo de las frazadas en la noche con linterna eléctrica. Recordemos
que este objeto casero fue patentado en los Estado Unidos en enero de 1899, o
sea que para las fechas de las que hablamos ya las había acá, así fuera con
dificultades. Llegó el final de año escolar y, el niño, felizmente superó la
prueba.

Un Paréntesis. Otro hecho, doloroso
sí, pero que muestra sus deseos de estudiar, de comerse el mundo del
conocimiento, como diríamos ahora pero también de su temple, es el hecho de que
él no podía pagarse la compra de ningún libro ni de ningún cuaderno. Algunas
personas le regalaban papel con el que él cosía sus propios cuadernos
. Y de los
libros obligatorios o demasiadamente necesarios, nos contaba que los pedía a
sus compañeros en los fines de semana o similares (o aun en vacaciones,
adelantándose al siguiente año lectivo) y los copiaba a mano, en los cuadernos
que él se producía y procuraba. Esto nos enorgullece más aún a sus hijos y
descendencia posterior.
Ahí continuó los estudios con los
programas de rigor del “bachillerato” de la época (Seminario Menor, se
llamaba): matemáticas, gramática castellana, literatura colombiana y universal,
ciencias naturales, ciencias sociales, inglés y el resto de los programas de
ese pensum. Pero además cursó materias que en el resto de los colegios no se
estudiaban. Por eso era versado en latín, griego y francés, los cuales
dominaba: leía, hablaba, escribía y traducía
. El inglés lo leía y traducía; lo
leía comprensivamente y podía hacer versiones escritas.
Después de terminar el Seminario
Menor, continuó con el Seminario Mayor en la misma institución. Se comenzaba
con tres primeros años que se llamaban el ciclo de Filosofía, porque era una de
las disciplinas de estudio. En el cuarto año se continuaba el “Seminario Mayor”
–o “El Mayor”, simplemente-, con el primero de cuatro años del ciclo de
Teología. Nos contaba que las clases de Filosofía en ese tiempo se hacían
absolutamente en latín y las de Historia Universal en francés
(Historia de la
Iglesia, le llamaban en el seminario) y esos cursos eran simultáneos con los de
Filosofía y con los estudios bíblicos, que se los hacía también absolutamente,
en griego. Al terminar el ciclo de Filosofía, nuestro padre tomó la decisión de
retirarse de la institución eclesiástica. No continuaría para el ciclo final de
los cuatro años de Teología. Quizá tendría entre 18, 19 ó 20 años (más o menos
1943 ó 1944 ó 1945, quizá), pues nos decía que aún no era mayor de edad (en
esos tiempos a los veintiuno). Nos explicó que no se sentía con lo que se le
llama vocación, pero jamás nos explicó en detalle las razones de su decisión y,
por respeto, no se las preguntamos. Sólo nos explicó que encontró que esa no
era su vocación, la de ser sacerdote.
Estudios posteriores
Salido del Seminario Conciliar de
Pasto, y aunque aún no era mayor de edad –nos decía- trabajó un tiempo en una
fábrica textil de Medellín (Fabricato) y luego obtuvo una beca para estudiar en
la llamada, entonces, Estación Agrícola de Tibaitatá, una institución
gubernamental
. La ubicación física de la Estación fue ocupada por lo que hoy es
una cárcel, se lamentaba. Pero hoy, como institución, continúa en otro sitio
aunque con los lógicos cambios que obliga el paso del tiempo y las nuevas
tecnologías; aparece como una estación “agrometeorológica” y sus instalaciones
físicas están en la vía Bogotá-municipio de Mosquera, Departamento de
Cundinamarca. En nuestro relato, quizá era 1943 o 1944 ó 1945, segundo período
presidencial de Alfonso López Pumarejo. Nuestra incertidumbre hace que estas
fechas se repitan con las del título anterior.
En el Seminario Conciliar de Pasto
Alejandro abajo de primero

López Pumarejo había vuelto del
exterior y se volvió a presentar ante su partido. El presidente de entonces
–Eduardo Santos- siempre representó las fuerzas reaccionarias de su partido y
había propuesto otro candidato. Tenían miedo de López P., pero éste venció en
la consulta interna de su partido. Se formó entonces una disidencia para
elecciones, dentro del liberalismo, por la que votó el conservatismo unido,
pues este partido no quiso tener candidato al sentir su debilidad. También en
las elecciones volvió a vencer  López P.,
pero no tenía fuerza en el congreso, donde se habían unido las fuerzas
reaccionarias de ambos partidos, con Laureano Gómez como gran protagonista
conservador
. El presidente pasaba además por un drama familiar: su esposa tenía
cáncer y se veía obligado a acompañarla a los tratamientos en E U, que era lo
más avanzado, entonces. López P. fue secuestrado en Pasto, pero no daba su
brazo a torcer. Finalmente las fuerzas reaccionarias unidas a su calamidad
doméstica lo doblegaron y presentó renuncia. Lo sucedió Alberto Lleras Camargo
como presidente encargado (1945-1946).

Volvemos al relato biográfico de
nuestro padre. En la Estación agrícola de Tibaitatá, sus estudios hicieron
hincapié, entre otros temas agrícolas, sobre lo concerniente a la genética
vegetal aplicada a las ciencias agronómicas
. En Colombia, quizá era lo más
avanzado de la genética que se conocía, por entonces, aplicado a estas
disciplinas. Hay que recordar que sólo en 1953 Watson y Crick determinaron la
estructura del ADN y propusieron su modelo de una doble hélice, a la manera de
una escalera de caracol, como se la conoce hoy. En épocas, estamos hablando de
los meses finales de la II Guerra Mundial, la misma que había servido como
acicate al desarrollo de todas las ciencias, como siempre ha sido la relación
entre las guerras y el desarrollo de conocimiento, desde el comienzo de la
humanidad. Empezaría luego la que se llamó la Guerra Fría. Se desarrollaron
especialmente las tecnologías -con la ingeniería a la cabeza-, las ciencias naturales,
y las ciencias de la salud, principalmente en los países en conflicto. Es lo
que usualmente ocurre, como se dijo: con el acicate de las guerras se
acrecientan todos los conocimientos y se mejoran las técnicas; es una triste
realidad, pero así es. Acá, en nuestro continente y país, como era natural -y
así fuera con el retraso de siempre- también se empezaban a recibir algunos de
esos avances.
Los cambios de entonces no sólo eran
los nuevos adelantos en las ciencias de la naturaleza y en las tecnologías,
sino también en los renovados conceptos sobre la sociedad (sociología) y el
individuo (psicología), sobre sus manejos del poder y de la economía (los
estudios de la ciencia política), sobre la organización de la empresa y de los
puestos de trabajo de los obreros (administración), sobre las relaciones inter
e intra grupales y sobre las profundidades del ser como individuo
(sicoanálisis), del cuerpo humano (la medicina y sus relacionados). La
ideología fascista (de la que los historiadores señalan que se derivó la
nazista, porque inicialmente Mussolini fue un paradigma para Hitler y fue su
admirador), aunque había sido “vencida” en la II Guerra Mundial, había tomado
gran arraigo en la casi totalidad de nuestras élites, más en las del Partido
Conservador, pero igualmente en las conservaduristas del Partido Liberal y en
la casi totalidad del alto clero colombiano. La doctrina política y económica
liberal triunfante tomó del fascismo lo que necesitaba
, para “recomenzar” un
nuevo desarrollo de la economía mundial a su manera.
La otra ideología era la comunista,
representada por la Unión Soviética (URSS); la gran utopía que se transformó en
otra gran frustración para la humanidad. El comunismo  se abría paso no sólo en los territorios europeos
donde ellos, los soviéticos, habían llegado a ocuparlos con sus ejércitos al
final de la Segunda Guerra, sino también en el resto del mundo. El Capitalismo,
llamado también la Democracia (Occidental) se disputaba los territorios con el
Comunismo de la URSS. A esto se le llamó La Guerra Fría. Los temores al cambio
–con la pérdida de privilegios centenarios- por parte de las élites y las
esperanzas de los otros, reflejadas en las utopías populares, empezaron a
chocar y produjeron las crisis de entonces en todos los continentes, porque
fueron hábilmente manipuladas desde ambos lados, desde la derecha y la
izquierda internacionales
. Pero, ¿qué tiene que ver esto con nuestro país y,
especialmente, con nuestro relato?
Aquí en Colombia, se produjo el
gobierno reaccionario de la “Gran pausa” de Eduardo Santos (1938-1942),
calificación literal exacta de lo que había hecho Santos en relación con la
“Revolución en Marcha” del primer gobierno López Pumarejo (1934-1938), la
pausó, la suspendió y, finalmente, la acabó
. Pues Santos había eliminado los
procesos de la Revolución en Marcha, según exigencia de las élites. Después de
la Gran Pausa, López Pumarejo había sido elegido de nuevo a causa de las
grandes expectativas y esperanzas puestas en él (como se dijo). Nuevamente, se
ventilaban algunas de las grandes transformaciones al Estado que había
pretendido su primer gobierno, precisamente en el campo, con la Ley de Tierras
de 1936, sobre educación y, en general, sobre el servicio del Estado a favor de
los verdaderamente necesitados. Muchos estamos convencidos de que si se hubiera
actuado entonces, en favor de más equidad, democracia y libertades, no habría
comenzado el baño de sangre que hasta hoy nos ahoga a todos. La población era
entonces en un mayor porcentaje rural.
Alejandro, primero a la izquierda
La caída externa de los precios del
café, llevaron a grandes masas campesinas a acrecentar la población de las
ciudades a fines de la década del 20’ y comienzos  de la del 30’, porque en ellas había
comenzado una incipiente industrialización desde comienzos del 20’. Vino luego
la II Guerra Mundial. Finalizada ésta, comienza lo que los historiadores han
dado en llamar como Edad de Oro para el planeta, entre 1947 y 1973. La economía
se revitaliza. El café vuelve a ser el principal renglón de nuestra economía.
El dinero del café lo irriga todo. Los hacendados cafeteros hacen fortunas pero
quieren más y para eso necesitan más tierras
. Se recrudece el despojo y se
acrecienta el pretexto de la violencia política del período llamado La
Violencia. Los desplazamientos en masa por las masacres que continuaron con
mayor fuerza entonces, llevaron más familias a las aún pequeñas ciudades. Como
la industrialización había comenzado incipientemente en la década de 1920 en
las mayores ciudades de entonces, estos inmensos ejércitos de desocupados
fueron acogidos con beneplácito por el naciente capitalismo industrial de
nuestro país, sin las responsabilidades de un planeamiento previsivo, por parte
de los gobiernos y élites sociales. De ahí al hacinamiento urbano y su
problemática actual, sin ordenamiento ni menos planeación, fue sólo un paso.
Hoy nos rasgamos las vestiduras.
Y acercamos nuevamente el relato que
traemos de nuestro padre con ese acontecer universal y nacional. A este ánimo
de desarrollo agropecuario e industrial del país tuvo que deberse la beca de él
en la Estación de Tibaitatá. Así hubiera pertenecido a una familia
conservadora, era de los pocos privilegiados que tenían una sólida educación
secundaria en ciencias y humanidades en esos tiempos
. Terminada su preparación
allí, obtuvo entonces otra beca para estudiar en la, entonces, Escuela Nacional
de Agronomía de Ecuador, en Ambato, quizá por las mismas razones.

Aunque nuestro padre no nos hablaba
con precisión de muchas de las fechas de estas narraciones que nos hacía –como
se dijo-, hemos podido deducir por cierta lógica y algunos documentos
familiares como cartas y otros –lógica que podría no ser siempre puntualmente
precisa- su edad y la situación de nuestra región, nuestro país y del mundo de
entonces.
Repito que es innegable que nuestro
padre siempre llevó ciertas ventajas en sus conocimientos sobre sus posteriores
compañeros de clase, pensamos ahora nosotros. Esto queremos expresarlo con
humildad pero también con transparencia y firmeza. Sin tener en cuenta sus
grandes capacidades intelectuales personales (conocidas y reconocidas por sus
coterráneos de entonces), él poseía los mismos estudios usuales del pensum
normal de aquellos tiempos –privilegio de minorías-, pero, a diferencia de
ellos, llevaba una educación humanística más avanzada con el dominio de la
lengua materna y de las lenguas vivas y muertas que poseía de demás
, y que la
gran mayoría de los “estudiados” no la tenían.
Hoy está probado que el conocimiento
de otra lengua –además de la materna, por supuesto- abre innúmeras
posibilidades de conocimiento y comprensión. Y si son varias aumenta la
progresión. Pero además tenía un espíritu sensible ante la belleza natural y
artística; ante el dolor y las tragedias humanas
; ante ese actuar de los
hombres y de las mujeres a través de todos los tiempos de la Historia por el
diario acontecer y por la forma de resolver los problemas que se van
presentando diariamente, periódicamente; es decir, tenía un corazón sensible a
eso que hoy llamamos la Cultura Humana.
Eso hizo que al mismo tiempo que
fuera un enamorado de las ciencias de la naturaleza, que hacían parte de su
profesión, fuera también un fascinado admirador de los grupos humanos que había
tenido el privilegio de ir conociendo por razones de su trabajo o estudio,
admirador enamorado de su arte, de sus costumbres, de sus canciones, de sus
leyendas, de sus mitos, de sus formas de convivencia, de su literatura.
Siempre, detrás de un mito o de una leyenda, hay un acontecer de la realidad
humana de una o de varias comunidades
”, no recalcaba. “Es importante entonces
hacer todo lo posible por investigar el origen de ese mito, para encontrar las
realidades pasadas, las anteriores”, nos agregaba. Tenía un pensamiento libre y
rebelde que, no pocas veces, chocó con los criterios de la época, y que además
de habérnoslo engendrado, nos lo transmitía en nuestras charlas en el comedor
de la casa. Algunas veces estos principios de respeto a las libertades humanas
le trajeron consecuencias definitivas en su vida no sólo personal sino familiar,
como veremos.

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