Segunda vuelta 2018: ¿“Si no tienen pan, buenas son tortas”?

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Desde Nod
Por Alejandro
García Gómez
pakahuay@gmail.com
Es famosa esta
frase de la reina María Antonieta refiriéndose despectivamente al sufrimiento
de los desheredados de la fortuna (los sans-culottes). Ella fue una de las
protagonistas de la Revolución Francesa (1789). Es el símbolo del derroche y
del desafuero de esa clase aristocrática francesa (aunque ella era austríaca) y
de la indiferencia de esa misma clase ante el sufrimiento popular. Ella es
considerada como una de las causas –entre las más inmediatas- por las cuales
pelecharon las ideas liberales de los iluministas franceses que dieron al
traste con el “axioma” de que la monarquía era un mandato divino y, por tanto
incuestionable
.

Los iluministas
demostraron que el tal axioma era un sofisma, una falsedad, y esto dio como
como resultado la revolución. La reina y su marido (Luis XVI) fueron
guillotinados por la misma, como lo sabemos. Quizá todos conocemos, en sus más
y en sus menos, los intríngulis y los personajes de este acontecimiento
histórico. Pero su resumen grande, así como los orígenes de las posteriores
revoluciones (bolchevique, 1917, mexicana, 1910 y otros eventos similares) es
el de que todas han conllevado en sí mismas, un elemento de desesperación
popular, algo así como lo que podríamos llamar “ollas a presión”. La
característica de estas ollas ha sido la inequidad y la corrupción que han
llevado al recorte al mínimo de los bienes y servicios vitales para las grandes
mayorías
. En contraste, las clases aristocráticas u oligárquicas o de los
dirigentes (como se les llama hoy), no contentos con poseerlo todo, cada día
han ambicionado más y más, en una loca carrera frenética, sin  ningún límite moral o ético; con el clásico
“Todo Vale”.
¿Y quiénes
somos? Uno de los países más inequitativo del mundo, y eso hemos venido siendo
desde hace mucho, desde que somos país independiente y quizá desde antes
. Ahora
nos superan dos. Igualmente somos uno de los países más corruptos. ¿Por qué la olla nuestra no explotó en el siglo XX como sí lo hicieron otras? ¿Fue el odio
al indiscriminado y demencial accionar de las guerrillas? ¿El narcotráfico fue
nuestro “escudo exorcista”? ¿Hubo dos caminos para conjurar la rebeldía en
nuestro país: o el colectivo de la revolución o el individual del narcotráfico
(el “sálvese quien pueda”)? ¿Fue por eso que nuestro país produjo uno de los
genios más grandes del mal, ni siquiera inmoral sino tan amoral como P.
Escobar? ¿El de convertirse de colchón contra la revolución fue el “beneficio”
que trajo el narcotráfico a nuestra corrupta democracia, en una perfecta
simbiosis, de la que se alimentaron -y se alimentan aún- ambas?
Las elecciones
del próximo 17 de junio se presentan inéditas. Es la primera vez que un líder
de izquierda llega tan lejos. Ha puesto a temblar toda la estantería de lo
institucional, corroída por la corrupción, las ambiciones y el “Todo Vale”
.
Toda esa vieja maquinaria corrupta ha corrido a cobijarse debajo de la extrema
derecha, no importando los discursos incendiarios de ellos de hace tan solo
semanas, contra su líder. Coincidencia o no, éstas son son las primeras
elecciones presidenciales posteriores a la desmovilización de las Farc y su
estruendosa derrota electoral para las de Congreso. Claro está que todo lo
expuesto da para una reflexión más detenida que no se puede despachar en las
apretadas líneas de este artículo.
De ganar de
nuevo la extrema derecha (lo que parecen indicar las encuestas) vendrían dos
opciones para el de Uribe: o arreciar con una represión jamás vista (ni
siquiera como en los peores tiempos de las masacres, las chuzadas, los falsos
positivos, etc.) para acabar con cualquier rescoldo de rebeldía y protesta
popular
. O la otra que es abrir un compás de apertura a reales y verdaderas
conquistas sociales y no sólo con los maquillajes a los que están
acostumbrados.

Cualquiera de los dos candidatos que triunfe: o
Uribe con su pasado (que comienza a develar también el Dpto. de Estado de E U,
por alguna oculta razón) y su muchachote o Petro con su fama de arrogante,
ególatra y mal administrador público, tienen quizás la última oportunidad de empezar
a agrandar la franja de la clase media para buscar una presión cero en la
“olla”. El voto en blanco –aunque llegara a ser significativo- tendría un
mínimo margen político
. 14.VI.2018.

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