Por J. Mauricio Chaves-Bustos
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Un día como hoy, 25 de enero, hace 95 años, nacía en La Cruz del Mayo Vicente Pérez Silva, la ciudad maestra forjó un chinchano de verdad, recio en sus convicciones y con ánimo inquieto para buscar la sabiduría por donde quiera que esta, siempre caprichosa, se encuentre. Formado en un hogar donde las tradiciones se mantenían incólumes, pero también donde los avances y las libertades se forjaban a la par de estas. Se formó en el Javeriano de Pasto en su bachillerato, luego emprendió viaje a Popayán donde se graduó de abogado, prestó sus servicios profesionales tanto en la rama judicial como en el poder público, así como el ejercicio digno de su profesión en el litigio del derecho laboral, no podía ser otra la rama escogida para un ánimo justiciero y equitativo.
Cuenta que uno de los primeros libros que leyó con profundo deleite fue Don Quijote de La Mancha, en una antigua copia que conservaba su padre como un tesoro, nada raro que ese libro hubiese sido un obsequio del propio Marco Fidel Suárez a su progenitor, ya que este pernoctó en su casa cuando el presidente emprendió viaje hacia Ipiales para encontrarse con Baquerizo Moreno en 1920; o mejor aún, una vieja copia que se heredó de mano en mano hasta llegar a quien es considerado hoy uno de los cervantistas más importantes de habla hispana, me refiero al maestro Pérez Silva.
Desde su juventud, según cuenta, tuvo inclinaciones por la literatura, quizá sin darse cuenta empezó a cultivar una disciplina poco común, y es el rescate de obras curiosas, muchas de ellas dadas por perdidas, así puede verificarse desde “Sonetos para Cristo” (1957), publicado en Popayán, y donde aparecen curiosidades, entre otras, un soneto del maestro Eduardo Umaña Luna, declarado agnóstico abiertamente unos años después, hasta su más reciente libro “Huellas y Voces del Terruño paisa” (2023), pasando por más de una treintena de libros entre rescates literarios y acopios de su propio ingenio, tales como “Las raíces históricas de La vorágine”, en cuyo centenario de la inmortal obra de Rivera, pronto saldrá una segunda edición del libro de nuestro amigo y maestro Vicente; como no mencionar aquí su célebre “Don Quijote en la poesía colombiana”, o “Quijotes y Quijotadas”, “La autobiografía en Colombia”, “El Código del amor”, “Dionisia de Mosquera, amazona de la crueldad”, entre tantos libros y muchos, cientos de artículos que han sido publicados en diferentes países de habla hispana.
Hace algunos años fue distinguido para formar parte de la Academia Colombiana de Historia, un honor anhelado por muchos, pero sus convicciones pudieron más cuando un endémico presidente le prohibió disertar sobre el doctor José Rafael Sañudo, a tal punto que el ilustre nariñense renunció a tal distinción, él, como el Quijote, anteponen los principios a los honores, máxime cuando se trata de la libertad; es uno de los miembros más prolijos de la Academia Nariñense de Historia y hace unos años fue distinguido como miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Además de haber recibido múltiples distinciones y reconocimientos, que para describirlos ocuparían enjundiosos espacios en estas páginas.
El maestro Vicente Pérez Silva se ha codeado con la “crema y nata” de la intelectualidad colombiana, en su agenda personal figuran Presidentes, premios Nobel, ilustres académicos, hombres y mujeres que ocupan o han ocupado sitiales importantes en la cultura colombiana, baste mencionar su amistad con los poetas Aurelio Arturo, Guillermo Payán Archer o Fernando Charry Lara, con el escultor Rodrigo Arenas Betancourt, con los juristas Carlos Gaviria Díaz y Andrés Nanclares Arango, por mencionar solo algunos de los que nos han precedido en el camino de la vida, para no mencionar vivos y herir susceptibilidades.
Pero todo lo anterior no lo diferenciaría de muchos hombres y mujeres que de igual manera han descollado en la vida cultural del país, llena de académicos, de ilustres personajes, de aclamados literatos y poetas, si no fuese por la profunda humanidad que acompaña al maestro Vicente, alejado de toda vanidad, distante de cualquier pretensión que considere no merecida, siendo una de sus principales características la sencillez que forma parte de su más fina esencia. Amigo de todos y de todas, jamás de su boca sale una palabra mal hiriente, al contrario, elogia con generosidad y permite reconocer las fallas de sus amigos con la ternura propia de quien ama de verdad; no tiene distinción en el trato para con nadie en especial, todos pasan por igual en el racero de su equilibrado trato, amigo de verdad puede decirse del ilustre maestro que hoy cumple 95 años.
Me une con el maestro Vicente una amistad de hace ya varias décadas, he tenido la oportunidad de viajar con él por diferentes lugares y escenarios en Colombia y Ecuador, he sido testigo de cómo con su palabra dulce y sabia se gana los escenarios desconocidos; he visto como sus amigos y propios lo abrazan y lo saludan calurosamente refrescando viejas amistades; he presenciado como con su voz suave y melodiosa encanta al público que asiste para escucharlo; he notado como constantemente es buscado por academias, universidades y centros de saber, para que los ilustre con uno u otro tema. Y el maestro siempre con un sí constante y firme, generoso y abierto a un mundo cambiante.
El maestro Vicente enseña a amar la vida profundamente, agradece constantemente la posibilidad de llegar a los 95 años y seguir viajando, de continuar en sus investigaciones, de seguir escribiendo. En muchas ocasiones, en llamadas muy tempraneras, me solicita que le colabore con uno u otro dato que ese “duende que tiene” le esconde de su biblioteca, siendo un verdadero ejemplo de trabajo y dedicación. Así nos impulsa a muchos a seguir por estas sendas de la cultura, a veces no tan amables como nosotros quisiéramos, pero entonces sale su talante, y sin decir nada direccionado, sino con una frase sabia o con su propio ejemplo, nos hace un llamado potente de atención para seguir investigando y escribiendo.
En hora buena maestro Vicente Pérez Silva por sus “primeros 95 años”, como usted mismo lo dice, esperamos que sigan muchos más que, como el árbol de la vida, va nutriendo su sabia en hojas y frutos, que son sus libros y sus trabajos, que la vida le siga siendo buena y próspera, como usted bien se lo merece.
Su discípulo, amigo y cofrade,
J. Mauricio Chaves-Bustos
Entrañables palabras para decir la amistad, querido Mauricio. Grande, un hombre, que pertrecha sus conocimientos de humildad, sensibilidad y respeto por la otredad. Son los hombres completos. Como tú. Por favor, dile al profesor Silva que su deber es ¡seguir cumpliendo!
Mauricio que gran semblanza de mi padre y su vida. Me siento orgulloso por tus palabras que engrandecen su vida Gracias
Gracias VICENTE PEREZ SILVA por compartir tus escritos