Violencia desmedida

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Yuyay
Por Alejandro rosero Montenegro
Facebook: alejandro.rosero2

Como hace años no ocurría, en la mañana del lunes, la violencia de los ataques guerrilleros a poblaciones retornó a las primeras páginas de los medios de comunicación, explosivos y ráfagas de fusil y ametralladoras aterrorizaron a los habitantes de Morales en el Cauca y Jamundí en el Valle.

Las disidencias de las FARC retornaron una práctica que parecía quedar olvidada en el tiempo después de las acciones de los gobiernos anteriores que las combatieron en primera instancia, luego dialogaron para alcanzar un acuerdo y luego les permitieron crecer junto al negocio del narcotráfico y la minería ilegal y hoy parecen fuera de control.

El terrorismo es el camino que escogieron los alzados en armas que mantienen el nombre de las FARC, pero, les queda grande el apelativo de rebeldes, puesto que sus actuaciones no son más que las de unos delincuentes defendiendo sus negocios ilícitos ocultándose tras la imagen política de la subversión disfrutando de un estatus que no se merecen. Ya no son guerrilleros, son delincuentes, ladrones, extorsionistas, secuestradores, asesinos y violadores.

Si no pudieron mantener su palabra para la negociación, será deber del Estado combatirlos para cumplir con su misión constitucional de defender la vida y honra de los ciudadanos. Los ataques a Morales y Jamundí son una muestra fehaciente de su intención de continuar sembrando violencia y zozobra entre quienes anhelan vivir en paz.

La ilusión de la paz para cambiar nuestra realidad parece perderse en medio de estas actuaciones de los disidentes, pero también, debemos darle su responsabilidad a los que con sus actuaciones u omisiones le abrieron la puerta a la debacle de violencia sin sentido. Los corruptos de los últimos 200 años son los causantes de nuestra tragedia, los insensatos que se han robado los recursos de la salud, educación, infraestructura, alimentación en los últimos 100 años son los culpables de nuestras lágrimas infinitas. Ustedes políticos radicales que se preocupan por quién se quedará con el poder para seguir repartiéndose el pastel presupuestal, llevan sobre su espalda la responsabilidad de la vulnerabilidad de las personas que habitan los territorios más lejanos del centro de poder; lejanos tanto geográficamente como políticamente.

La violencia no tendrá fin mientras no cambiemos nuestra realidad política, mientras los partidos tradicionales y los alternativos o de izquierda sigan pelando por el poder, olvidando que esto no pasa por estar aquí o en el otro extremo, sino por la decisión cierta de llevar bienestar para todos. La verdadera violencia nos viene agobiando desde los tiempos del Federalismo y Centralismo o de azules y rojos o de derechistas e izquierdistas. La violencia seguirá aquí mientras no nos encontremos como lo que somos simplemente: seres humanos y, si quieren, simplemente Colombianos.

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