Y más del ferrocarril de Tumaco (Comentario a un artículo)

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Desde Nod
Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com

Excelente el recorrido que hace el escritor y periodista nariñense J. Mauricio Chávez Bustos acerca de la construcción, agonía y muerte –en su temprana infancia – de nuestro Ferrocarril de Nariño, que también lo conocimos como el Ferrocarril de Tumaco: “Apuntes sobre el Ferrocarril de Nariño”, en El Espectador (27.I.22) y otros medios.

Entre los investigadores de la historia nariñense, en su juicioso trayecto Chávez Bustos dedica el espacio más considerables de su artículo a la novela Chambú, de Guillermo Edmundo Chávez, a la que la casi totalidad de críticos nariñenses la consideran icónica. Quien estas líneas escribe considera que, además de la investigación histórica y la excelente ambientación del agreste paisaje en conjunción con esa aventura humana, los personajes mejor logrados de Chambú son los de una cierta aristocracia criolla regional, si se me permite; en ellos logra su máxima aproximación sicológica, afincada en sus relaciones humanas de clase aristocrática real o pretendida, a mi modo de ver, mucho menos lograda en los otros personajes, en los que llamaré populares, si se me permite también, a los cuales esa pretendida aristocracia criolla, en la novela, mira de lejos y desde arriba, desde el mismo narrador. Wikipedia (que hace una referencia mucho más a la película que a la novela que le da origen) señala: “…El autor de la novela pareciera que hubiera participado realmente en la construcción del ferrocarril Pasto-Tumaco, que es donde se desarrolla la acción. Por lo que la novela es en cierto modo autobiográfica…”. Es posible que entre los referencistas de este tema de Wikipedia haya alguno o algunos de estos críticos nariñenses.

Sigamos con nuestro ferrocarril. Quienes hayan leído el magnífico libro “El Río”, de Wade Davis (mi edición es 2010), y hayan reflexionado sobre varios de los temas que ahí se plantean acerca de esa otra Historia de Colombia, y que relacionan a nuestro país con los sucesos del resto del mundo del Siglo XX, quizá coincidan conmigo que allí podemos encontrar la que yo llamo causa originaria de todo este resto de causas, mencionadas por Jota Mauricio en su valioso recorrido histórico, para esta fugaz vida de nuestro naciente ferrocarril, que truncó las esperanzas de toda esa gran región y de nuestro Departamento (y el comienzo de la agonía y hasta la muerte de casi todos ferrocarriles del resto de Colombia). Para plantear esta hipótesis, me apropio –para este efecto-, de aquella afirmación de que “…mi propósito es comprender y explicar por qué (bastardillas en el original) los acontecimientos ocurrieron de esa forma y qué nexo existe entre ellos” (E. Hobswaum, Historia del Siglo XX, 2011).

Las fechas de agonía y muerte de nuestro ferrocarril, que señala el artículo, concuerdan con los años posteriores a la posguerra, 1945 y años posteriores, esa etapa que Hobsbawm (ibídem) llama Edad Dorada, y que la inscribe entre 1945 y 1973. En el 45’, con el triunfo de la guerra -y con sus recursos productivos materiales intactos-, más la apropiación del saber de la ciencia mundial incluida la nazi, por la nacionalización de muchos científicos europeos y nazis, con grandes ventajas personales y familiares para su vida, así como de varias algunas de las agencias de la seguridad nazi, más la popularización social del trabajo femenino, es cuando comienza el período de los EE UU como la gran potencia de Occidente, encabezando el Capitalismo, en oposición a la URSS en Oriente, que encabeza el Socialismo Comunista, que ambos llaman Democracia y, en algunos países comunistas, Nueva Democracia.

Con el fin de surtir las necesidades de la II Guerra Mundial, muchas poderosas compañías norteamericanas se lanzaron al cultivo y producción de Hevea (el género botánico de las especies de lo que conocemos como caucho). Buscaban la producción y venta de neumáticos, empaquetaduras y similares etcéteras para el consumo en su propio país y en el resto de los Países Aliados durante la guerra (y se dice también que para algunos de los del Eje, o sea para los enemigos de su gobierno y de su país). Se adquirió y cultivó grandes extensiones de tierra para las inmensas e innumerables plantaciones de Hevea alrededor del mundo, donde las condiciones climáticas fueran favorables para este cultivo. Y fue un gran negocio. Finalizada la guerra quedaron las plantaciones, los cultivos y los inúmeros e inmensos stocks de caucho vulcanizado y sin vulcanizar. Todos sabemos que toda guerra supone grandes negocios y grandes ganancias para unos pocos y ésta no fue la excepción.

La pregunta para los potentados dueños gringos de esas plantaciones y de esos stocks de caucho vulcanizado y sin vulcanizar era entonces: ¿qué hacer con todo eso, que representaba millones de dólares? La respuesta no tardó. El canadiense W. Davis da alguna puntada sin comprometer ninguna afirmación concreta: a los gobiernos obsecuentes -como el nuestro-, el gobierno de los EE UU, con prebendas y canonjías o “a la brava” los indujo a eliminar el trasporte férreo y comenzar hasta la saciedad el transporte humano y de mercancías por carretera. Hubo unos que no se doblegaron, México por ejemplo; el nuestro agachó la cabeza.

Para mirar el final del resto del sainete sólo fue sacar una silla a la esquina de la plaza de la Historia y sentarse a ver el desfile de esa muerte lenta. En nuestro país, algo semejante en lo que a salvajada canallesca se refiere, pero de mucho menor calado, fue lo que hizo Andrés Pastrana en su presidencia, cuando nombró a Sara Ordóñez en una superintendencia, para acabar el Instituto Colombiano de los Seguros Sociales (Icss y luego Iss), cuando le permitió a Ordóñez prohibir la inscripción nuevos integrantes (jóvenes que eran la sangre nutriente y el músculo financiero del Iss, porque por lógica la juventud se enferma mucho menos y, claro, produce menos gastos, que son aprovechados para los de la senectud), para sentarse a verlo agonizar y morir, como ocurrió y dar paso a las eps, del sistema actual (pero me estoy saliendo de un tema que puede ser para otra ocasión). Así lo señalé entonces en mi columna semanal Desde Nod.

Reitero que en ningún aparte de su libro Wade Davis plantea de manera explícita este timonazo político económico que expongo. Esta es sólo una hipótesis mía, de lector atravesado. 3.II,22

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