Apuntes sobre una final

Luis Maya Vinueza, columnista
Spread the love

Por Luis Eduardo Maya Vinueza
luismayavi@gmail.com

Está claro que un partido de fútbol genera conversaciones y emociones fuertes, sin importar demasiado si es tu equipo el que juega. Solo una de las tantas contradicciones de las que se rodea este deporte. Eso me pasó cuando, después de veintitrés años viendo fútbol, pude asistir por vez primera a una final de la liga profesional colombiana.

La final que enfrentó a Atlético Nacional y Deportes Tolima, con un conjunto verdolaga aupado por su victoria de Copa Colombia hacía ocho días frente al club América de Cali, tenía a una ciudad en pleno fulgor a pesar de estar acostumbrada a los títulos: 35 ahora para ser exactos, y que lo consolidan como el equipo más laureado de Colombia. Apenas entrar, el estadio se encontraba agolpado por el murmullo incesante de los 45 mil espectadores que llenaban por completo el segundo estadio más grande del país: El Atanasio Girardot. Un rugido que no cesó en toda la noche del 22 de diciembre, puesto que con los goles de Alfredo Morelos y Andrés Román (el que es tal vez el MVP de la liga 2024-II), los verdolagas no tuvieron contratiempos para alzarse con el campeonato.

Me ciño a los hechos, puesto que es difícil explicar los sentimientos que rodean un título cuando no es tu equipo, el de toda la vida, el que lo ha logrado. El Deportivo Pasto no se alza con un campeonato nacional después del logrado en el torneo apertura del 2006, el único hasta ahora, y hemos quedado al margen en otras 4 ocasiones, a pesar de grandes entrenadores y jugadores que, a fuerza de mejores ofertas, han partido, dejando no solo a una hinchada decepcionada sino a un Pasto por completo desmantelado y abrumado para pensar en repetir la proeza en el campeonato siguiente.

En esta campaña, la del 2024-II, los méritos son más exiguos: haber alcanzado los cuadrangulares finales, evitar que Radamel Falcao llegue a su primera final en Colombia y abrir el camino para que Atlético Nacional si lo consiga. Cosa que, por cierto, me recordó el taxista de vuelta a mi apartamento: “este título también es del Pasto”, me dijo. Pero no, no lo es. Aquellos que alentamos al Pasto hemos aprendido sin quererlo, la virtud estoica de la aceptación del dolor y la carencia, cosa que solo se aprende viendo perder, en reiterados domingos, a nuestro equipo y a lo cual, sin discusión, estamos felizmente condenados. Ya que el alentar a este equipo no se podría explicar sin nuestra tierra, sin nuestros padres y sin ese niño que alguna vez fuimos, y que es, en definitiva, la esencia de lo que somos.

Tal vez no nos esperen en el futuro noches gratas como la que vivió la hinchada verdolaga el 22 de diciembre, pero que, con seguridad, nos encontrarán alentado al Deportivo Pasto, nuestro equipo de siempre.


Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro Canal de WhatsApp


Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por la página Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición de este medio digital.

Author: Admin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *