¿Cómo nació la Semana Santa?

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Por Pablo Emilio Obando Acosta
peobando@gmail.com

Cada año el mundo católico celebra La Pascua o Semana Santa en conmemoración de quienes ellos consideran el “Hijo de Dios” –Jesús- que, según sus creencias, nació un 25 de diciembre y murió a los 33 años de edad, crucificado. De acuerdo a sus tradiciones y dogmas, este “Hijo de Dios” fue condenado por los romanos a morir en medio de dos ladrones en el Monte del Gólgota o de “La calavera”.

En consecuencia, los católicos cada año celebran la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús en la Tierra. Cuarenta días antes de esta fecha católica se da inicio a la Cuaresma, tiempo en el cual se prepararan mediante ayunos, ritos y ceremonias para “entrar” puros y renovados en estos días que consideran de pureza y sanación. Los Cristianos Occidentales celebran la Pascua en el primer domingo después de la luna llena (la luna pascual) que ocurre sobre o poco después del equinoccio primaveral (tomado como Marzo 21).

Si la luna pascual, que es calculado desde un sistema de números áureos y días y no necesariamente coincide con la luna llena astronómica, que ocurre en un domingo, el día de Pascua es el sucesor domingo. La Pascua, por lo tanto, puede caer entre Marzo 22 y Abril 25. Esta regla se fijó después de mucha controversia y la incertidumbre, que duró en diversas partes de la iglesia hasta el siglo VIII.

Pero, veamos qué es y como inició este periodo de Cuaresma. De acuerdo a estudios serios y bien fundamentados, Cuaresma y Pascua tienen un origen netamente pagano: “En tiempos pasados estos cuarenta días eran observados con llantos, ayuno y maceraciones en honor a Tammuz -a fin de renovar sus favores-para que saliera del centro de la tierra, terminara el invierno y causara el principio de la primavera. De acuerdo a las antiguas leyendas, Tammuz tenía cuarenta años cuando fue muerto por un cerdo salvaje.

Así que cuarenta días -uno por cada año que vivió en la tierra- fueron designados para “llorar por Tammuz”. La observación de este periodo en honor de Tammuz no solamente era conocida en Babilonia, sino también por los fenicios y los egipcios…”. Tammuz era simple y sencillamente un Dios babilonio al que se le rendía culto en espera de siembras y cosechas favorables, entre sus rituales se incluía orgias, bacanales y todo tipo de expresiones sexuales. En honor a este Dios de “la fertilidad” se escogió al pez como símbolo cristiano en la Pascua, pues el pez encarna la fertilidad que se asocia y simboliza al mismo Jesús.

El nacimiento de Jesús está íntimamente relacionado con fechas, ritos y tradiciones paganas que posteriormente fueron tomadas y adaptadas al culto católico, en realidad el 25 de diciembre es un simple plagio de una fiesta pagana o “la transpolación de la fecha de nacimiento de antiguos dioses míticos…”. Investigaciones de Albert Churchward y Joseph Whelles demuestran que antiguos dioses como Horus y Mitra, de Persia y la India, nacen de madres vírgenes, nacen el 25 de diciembre, tuvieron doce discípulos, resucitaron al tercer día, subieron a los cielos y fueron considerados Hijos de Dios. En consecuencia, La Pascua no puede ser otra cosa que la rememoración de cultos antiguos en la pretensión de imponer un credo y una religión a antiguos pueblos que se resistían a abandonar sus cultos religiosos de fertilidad, siguiendo un ciclo de siembras y cosechas.

Podemos afirmar que La conmemoración que hoy denominamos como Pascua estaba en sus más antiguos orígenes consagrada a la energía de la Naturaleza y más en concreto, a la diosa de la fertilidad de los asirio-babilónicos Astarté-Ischtar (la misma Diosa Madre que recibió otros muchos nombres y que por ejemplo, los fenicios-cartagineses conocieron como Tanit, los egipcios como Isis, en los países nórdicos fue Easter, para los griegos Afrodita y para los romanos Venus). Los asirio-babilonios, buenos astrónomos, la hermanaban con una de las estrellas más radiantes que observaban en el cielo y la designaban “la estrella de suave fulgor”.

La misma palabra “pascua” no tiene origen cristiano, pues “Sostiene el origen caldeo en su propia frente. La Pascua no es nada más que Astarté, uno de los títulos de Beltis, la reina de los cielos…”. De ahí que Pascua haciendo referencia a esta diosa acude a la “Luna Pascual” que se erige en los cielos cuarenta días antes de esta fecha considerada magna, Astarté es la misma Luna que anuncia la proximidad de épocas fértiles y de abundancia para los hombres que salen de una época fría y de escasez por cuanto el invierno cede para dar lugar a una estación de siembra y posterior cosecha.

Podemos destacar, igualmente, que La Pascua “es la fiesta principal del año judío, que se celebra a mediados del mes de nisán, (marzo-abril), el primer sábado después de la primera luna llena de primavera…”. Pascua viene o deriva de pesah que traduce o significa “cojear o saltar”, pues según el Éxodo se relaciona con el “pasar de largo” de Iahvé por las casas selladas con la sangre de cordero y preservar así la vida de los primogénitos, rito tomado de pueblos persas y egipcios que salpicaban con sangre los portales de las casas, intentando aproximarse con el dios de la morada.

Se mezclan en La cuaresma y La Pascua, en consecuencia, creencias de pueblos antiguos con el naciente cristianismo que trataba de imponerse como una nueva religión. De ahí que ciclos lunares, épocas de fertilidad y celebraciones orgiásticas se entrecruzan, dando lugar a unas nuevas maneras de entender, ver y vivir la religiosidad. La “juanesca” es la clara expresión de ello, pues los doce platos evocan la abundancia de los productos de la tierra, el pez simboliza la prosperidad y la consecuente fertilidad, y la presencia de La Luna, la evocación que los hombres hacían a sus dioses en agradecimiento al inicio de ese ciclo que nuevamente renovaba sus frutos, sus fuerzas y sus esperanzas de un mundo mejor.

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