Por Arturo Prado Lima
Tomado de conexionnortesur.com
Los intelectuales, filósofos, políticos y economistas de occidente se sintieron practicantes de la famosa frase del místico chino Sun Tzu, pues como lo señaló éste: el General más valioso del mundo es el que vence al enemigo sin disparar un tiro. Y sí, la Unión Soviética era derribada sin un solo disparo, aunque apuntada desde los países vecinos por misiles nucleares. La celebración, sin embargo, no les permitió ver a los vencedores, por el momento, que aquella gesta histórica no era el triunfo de las ideas occidentales sobre las teorías del socialismo marxista, sino, quien lo hubiera dicho, el principio de la decadencia de las reglas globalistas y del propio imperio norteamericano. El enemigo, o sea, el campo socialista, era tan necesario para la supervivencia del imperio capitalista que al perderlo, hirió de muerte su enorme producción militar con la que mantenía viva una Guerra Fría que consistía en el enfrentamiento de las dos grandes potencias a través de terceros. Proclamaron el fin de la historia y la hegemonía mundial basada en las reglas de Occidente. Cuando se dieron cuenta del error, tuvieron que crear un enemigo de urgencia para mantener su supremacía mundial.
La imposición de los valores occidentales señalados por S. P. Huntington, como el individualismo, el liberalismo, el constitucionalismo, los derechos humanos, la igualdad, la libertad, el imperio de la ley, la democracia, el libre mercado y la separación de Iglesia y Estado a su medida, se reconocen únicamente cuando benefician sus intereses. Es su regla, qué le vamos a hacer? Los Estados Unidos de América se autoproclamaron guardianes de tales valores con tal contundencia que no cabía en el mundo otra forma de ver la vida, de interpretar los acontecimientos, analizarlos y solucionarlos. Desde la caída de la Unión Soviética, no hay otra verdad que no sea la impuesta por la hegemonía de Occidente. En América Latina, frente a aquella revuelta global y la imposición por la fuerza de estos valores, ciertos sectores progresistas, se dieron a la tarea de declarar a esta zona del mundo libre de armas nucleares y zona de paz. Esto era la teoría, pero en la práctica no había otra forma de lucha que no fuera el levantamiento en armas de los pueblos oprimidos.
Y no ha sido por falta de teorías que impulsen nuevas formas de afrontar los retos de la neocolonización en América Latina. Simón Bolívar fue uno de los primeros en divisar desde su gloria el destino de las tierras del sur bajo el yugo imperialista. Poetas silenciados, políticos asesinados, generaciones enteras desarmadas aniquiladas por la fuerza, partidos políticos diezmados por ejércitos paramilitares con apoyo estatal, fue la respuesta a elecciones de gobiernos independentistas dispuestos a sacudirse el yugo por medios pacíficos. Para evitar el surgimiento de un pensamiento propio latinoamericano, o erradicar algunas semillas de una segunda independencia, no solo se privó a las nuevas generaciones de su propia libertad de pensamiento, sino que se abolió de las universidades las cátedras que tuvieran que ver con el pensar, el discernir, el actuar e interpretar su realidad inmediata y sus consecuencias en el futuro.
Alejandro García Enriquez
La llamada Guerra Fría fue, y es, un enfrentamiento directo entre civilizaciones: entre los valores de occidente y los demás. El mundo como hasta hoy lo conocemos, ha estado regido por esas reglas, cuya supremacía en el futuro depende de quien gane la guerra entre la OTAN y Rusia en suelo ucraniano. Valores que podrían ser reemplazados por nuevas formas de gestionar el orden mundial basado en otras formas de convivencia, como las que nos propone Alejandro García Enriquez (Sandoná, Nariño, Colombia 1945 – 1.991), un hombre ungido con un especial don de prócer del nuevo pensamiento americanista, en su libro Cuyanacentrismo: Teoría pacifista con base en el pensamiento milenario del Homo Americanus. Un libro que combate las ideas occidentales y apuesta por el regreso a los umbrales del pensamiento aborigen donde la coexistencia humana se basa en la práctica de los ejemplos de la naturaleza y no precisamente en la guerra como motor de desarrollo de la sociedad. En los tiempos de García Enríquez, y en los de ahora, las élites económicas y militares no han comulgado bien con las teorías pacifistas. De tal manera que su libro quedó relegado definitivamente, y no hubiéramos tenido noticias del manuscrito sino es por la tenacidad de su hijo, Alejandro García Gómez, que por años, se dedicó a recopilar los textos de su padre, que estaban escritos a mano alzada, taquigrafiarlos y darles el orden neceario para una mejor comprensión a los lectores.
Alejandro García Enríquez y Angélica Gómez, su esposa.
“Cuyana, expresa verdadera amistad humana, sociabilidad, convivencia, cooperación, conciliación, aprecio, consenso, reconciliación, ayuda, comprensión, bondad social, cariño, ternura, afecto, en idioma kechua en términos de precolombinidad de esencia humana fundamentalmente pacifista”. Pág. 78. Todos estos valores centrados en el ser pensante, era, y es, una bomba de tiempo para las sociedades, aquellas que consideran las guerras como imprescindibles para el crecimiento de sus economías armadas. Y si a esto le agragamos que el autor de este libro nace y vive en un pueblo del olvidado sur de Colombia, lejos del mar, de las capitales, de las corrientes intelectuales regionales, nacionales y mundiales, es comprensible que no sea sino hasta este momento en que su familia se proponga dar a conocer con más énfasis estos textos, con la esperanza de que hagan mella en la diversidad actual cuya esencia se ve desde esta óptica de Cuyanacentrismo, se las reconoce, se las analiza y se las proyecta dentro de un contexto de conducta social aborigen que asciende “estrictamente de la naturaleza y constituye el fondo de la verdad –verdad social y verdad natural- en el sabio pensamiento pacifista milenario del Homo Americanus”.
Facsímil del manuscrito inicial
La evidencia de un pensamiento socialista aborigen choca directamente con los valores de occidente. La bondad social tiene un sustituto: la competencia. La reconciliación con la naturaleza también: la empresa privada, la ganancia, el lucro. El amor y el cariño tiene su sudáneo: el patriarcado machista en la formación individual y familiar de la sociedad. Y lo más evidente: el saqueo indiscriminado a la naturaleza en busca de materias primas a través del sometimiento por la fuerza de los pueblos, que es exactamente lo contrario a la teoría del Cuyanacentrismo que aboga por la puesta en marcha de un socialismo que “radica con tal hondura en la interpretación bio-social que es el pensamiento científico de aprecio más ecologista que –en pleitesía y veneración de la naturaleza, Madre Infinita, Pacahamama en idioma Kechua- hubiese alcanzado alguna vez a la humanidad sobre la tierra”. Pág. 78
No es solo el planteamiento de una teoría sobre la solidaridad humana, la convivencia en el mundo y su prosperidad. El Cuyanacentrismo planteado por Alejandro García Enríquez también contiene la solución a los problemas surgidos del pacifismo bio-social socialista aborigen: la identificación constante “del contrario cultural concreto de la reflexión humana hereditaria –esencia social pacifista- y lo denomina irreflexión cultural reaccionaria» Entonces, en el Cuyanacentrismo, «la irreflexión cultural reaccionaria es el contrario de esencia social pacifista en todas las culturas de la humanidad”. Pág. 82
La actualidad del pensamiento de Alejandro García Enríquez es hoy más certero que nunca, pues la posibilidad de un colapso occidental y sus valores contra los que él luchó, tiene en vilo a la humanidad entera. Hace tres años, las fuerzas militares de la OTAN (Organización Terrorista Anglo-Norteamericana la llama el bloguero Miguel Ruiz Calvo), mano armada del imperio, atacó a Rusia, heredera del socialismo soviético, y para ello, Volodimir Zelenski, el payaso de turno, les alquiló el territorio y les entregó a tres generaciones seguidas para que defiendan la causa de los valores de occidente. La propaganda occidental argumenta que nuestros santos valores están siendo atacados desde oriente y todo lo justifica con realidades inventadas y repetidas una y mil veces hasta volverlas realidad en la mente de la parte colonizada del globo. No hay un texto filosófico popular que contradiga estas afirmaciones, o sí que los hay, claro, pero en los sótanos de la inteligencia y la contrainteligencia occidental. Al leer estas reflexiones de un nariñense, escritas no para su entorno, para la región o el país, sino para la humanidad, pienso en todos los conflictos que podrían resolverse aplicando la teoría del Cuyanacentrismo de García Enríquez. No es baladí que trate de analizar una mínima parte de este texto desde lo universal y no desde lo local. Lo he puesto en términos universales porque la aplicación de estas teorías, el volver a la esencia aborigen, incluso, sin la ineludible necesidad de recurrir a las corrientes humanistas y filosóficas de la historia, nos sitúa en la perspectiva de colocar este libro ante los ojos de los contendores eternos.
Imagen de Sandoná: Informativo del Guaico
Podríamos seguir hasta lo infinito. El libro es tan amplio y denso que termina siendo un desafío su compresión. Sin embargo, aun sin entender del todo, y viendo y oyendo, y también sintiendo lo que sucede hoy en el mundo, donde los valores de occidente necesitan de una tercera guerra mundial para seguir existiendo, creo necesario y urgente poner sobre la mesa que no todo es válido para ello, pues la naturaleza tiene una “respuesta conjunta del orden biológico y del orden cultural en interacción biosocial”, pág. 113, que se pondrá de manifiesto con las catástrofes medioambientales y el alzamiento de los pueblos contra las incertidumbres de la esclavitud moderna. Genial. Creo que era el profesor Miguel Ángel Ochoa de la facultad de Filosofía de la Universidad de Nariño, el que retaba a los nariñenses y colombianos a leer el Cuyanacentrismo cuando oía quejas de que nos hace falta filósofos de nuestra tierra que nos ayuden a comprender la realidad.
Alejandro, Laura, Mary Conchita García Gómez y su familia entera, han hecho posible la publicación de este libro que hay que seguir leyendo. Gracias por este hecho fundamental en la cultura de nuestro pueblo. Con este libro, tanto padre, como hijo, familia y amigos, le están quitando las paredes a una Sandoná que quiere expandirse por el globo, no solo como observadora, sino como parte del problema y la solución de nuestros males. Mil gracias.
Foto: Página 10