Rincón consaqueño
Por José Rodrigo Rosero Tobar
roserotobarjoserodrigo@gmail.com
Quise decir unas palabras, pero infortunadamente no logré coordinar nada entendible, aunque sí de profunda sinceridad.
La parroquia estaba colmada, creo, y así me lo comentaron luego cuando el tiempo se encargaba de minimizar lentamente el dolor que se siente en ocasiones como la que me correspondió afrontar.
Muchas veces había escuchado una frase que decía ‘esto no se lo deseo a nadie’, y aunque jamás la había pronunciado, entendí que es un deseo que tiene un verdadero fundamento e intencionalidad.
El cuerpo yacía en el féretro mientras el señor cura pronunciaba mensajes de condolencias, solidaridad y conformidad y, aunque conocía a ciencia cierta que era algo inexorable, no comprendía ni encontraba justificación alguna para que esto fuera realidad.
En medio de todo me atreví a mencionar:
“No encuentro las palabras acertadas para describir a mi madre.
De figura diminuta y dócil, pero enorme y fuerte en sus actuaciones y responsabilidad, se proyectó siempre como un ser incomparable y, para mí, en un verdadero ejemplo que trataré de llevarlo por siempre y para siempre hasta la posteridad y para recordarla eternamente como una persona sencillamente excepcional.
Que más decir. Que lo que yo quisiera en este momento, soy consciente que desafortunadamente no se cumplirá jamás.
Quizá, parodiar palabras de un eximio pensante cuando mencionara que aquel que dijo al Lázaro levántate, no ha vuelto a los sepulcros a llamar, no llamará en el tuyo, Carmela Tobar de Rosero, duerme en paz”.
En cualquier momento, madrecita hermosa, nos encontraremos allá en la eternidad.”
Consacá, 07 de febrero de 2025
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