Por Manuel Ruiz Parra
manuelruizparra@gmail.com
Por estos días de euforias carnavaleras se han cernido todo tipo de opiniones. Una de las más compartidas es la del amigo Felipe Priast titulada “Pasto 5 Barranquilla 0”.
A Priast hay que decirle que llevar al plano futbolístico y de competencia a los carnavales, es reducirlos a una expresión que no corresponde. Para eso están el Junior y el Pasto con una rivalidad ya bastante enconada.
También es preciso mencionarle que el Carnaval no está en venta, aunque muchos hayan querido volverlo mercancía tipo exportación. Hace muchos, muchos años que no solo en Barranquilla, sino en Cali y Manizales y hasta el reinado de belleza, se contratan talentos del Carnaval de Pasto para elaborar las majestuosas carrozas. El resultado por supuesto es vistoso, pero jamás alcanzará la dimensiones de un 6 de enero en la senda del carnaval.
Nuestro Carnaval no es resultado de la producción en serie o por encargo de carrozas. Su grandeza no está en el tamaño de las figuras o los movimientos robóticos. Hay condiciones que hacen que este carnaval sea único y es esa manera de ser y estar en el mundo, que es finalmente lo que se plasma en el carnaval y no solo a manera de carrozas, sino en disfraces individuales, murgas, colectivos coreográficos y comparsas.
El pueblo pastuso entendió hace mucho el valor de su patrimonio y lo resignificó, apropió y defendió. En cambio, Barranquilla no sobrevivió al peso de la privatización y la comercialización que lo convirtió en una fiesta más de corte mercantil que cultural. Allá en los barrios de la periferia, en “la arenosa” ese carnaval, el verdadero, sobrevive a esa debacle y resiste.
Así que nosotros no estamos en competencia con nadie. Después de casi un siglo de carnaval y gracias a los “influencers” y las redes sociales, el país voltea los ojos una vez más a lo que siempre hemos hecho desde la grandeza de un pueblo que ha hecho de su carnaval la vida misma.
¡¡¡¡Que viva Pasto carajooooo!!!!
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