El puente San Antonio

Spread the love

Rincón literario
Por Irma Zambrano
irmazambrano1947@gmail.com

Los indios Abades, para el intercambio comercial con los demás pueblos indígenas de la región, trazaron caminos bajo el sistema de mingas. Comercio que sólo lo podían hacer con los pueblos del sur.

El obstáculo más grande para el intercambio con los pueblos del norte era atravesar la agreste topografía del río Guáitara. Para ello utilizaron la tarabita que consistía en una barbacoa o cajón de madera, asegurada con cables de acero, dentro de ella se transportaba a las personas que viajaban de Ancuya a Sandoná.

Los hermanos Luvino y Primitivo Caicedo Astorquiza, propietarios de un gran territorio, tanto de Ancuya como de Sandoná, tuvieron la brillante idea de construir un puente provisional sobre el río Guáitara al que lo llamarían San Antonio.

Para este proyecto hicieron traer maderos desde la hacienda el “Culantro” los cuales eran unidos con cabestros unos con otros, pero esta técnica tenía muy poca duración.

Con la ayuda de los esclavos que los hermanos Caicedo tenían a su mando, hicieron los huecos sobre las rocas, buscando un lugar estratégico para colocar los maderos y así tener comunicación con Ancuya. El sacrificio de los esclavos representaba un riesgo y peligro contra la integridad física de ellos, situación que los obligó a tomar otra estrategia para la construcción del puente.

En el año 1878 los señores Caicedo Astorquiza, hicieron una gran inversión consiguiendo cables de acero traídos desde Alemania vía Barbacoas, con el fin de habilitar el paso para personas y caballería.

Para su construcción se contrató a un ingeniero experto en construcción de puentes. El puente tenía una longitud de 38 metros de largo y un ancho de 4 metros aproximadamente. Los cables que sostenían los tablones del piso, pendían de dos torrecillas, construidas en piedra y calicanto en vez de cemento; el techo en un principio fue construido en paja, por las inclemencias del tiempo no dio resultado y luego se le cambio a teja y por último hojas de zinc.

Una vez realizada la construcción, se contrató a una persona encargada de cobrar un impuesto para poder pasar por el puente, persona al que la llamarían el “Puentero”, la primera persona en ocupar ese cargo fue el señor Felipe Martínez, natural del municipio de la Unión; a quien le entregaban normas para que los transeúntes puedan pasar por el puente.

El acceso al puente estaba controlado por un camino que pasaba por dentro de una casa donde estaba el Puentero, cobrando el impuesto de acuerdo a la época y el tipo de servicio.

Para poder pasar por el Puente San Antonio, se debía cumplir ciertas normas que debían ser acatadas a cabalidad por los usuarios.

Las normas eran:

1. Pagar un impuesto.

2. El paso era limitado.

3. No era permitido pasar después de las seis de la tarde.

4. Cancelar dos centavos por persona; cinco centavos si se transportaba en caballería y diez centavos si llevaba carga.

Las únicas personas que tenían permiso para transitar después de la hora señalada eran los comerciantes, porque hicieron un convenio con los alcaldes de Sandoná, Ancuya y Linares.

Por el cobro de este impuesto, se dice que el Puente San Antonio sobre el río Guáitara, entre Ancuya y Sandoná, fue el primer peaje de Colombia.

Los ingresos eran muy pocos y no correspondía a la gran inversión que habían hecho los hermanos Caicedo.

En la década de los años veinte llegó a Nariño el ingeniero portugués Julio Souza Alves, a principios del año 1928, los hermanos Caicedo Astorquiza, lo contactan y hacen un contrato para la reconstrucción del puente San Antonio ya que se encontraba deteriorado por el constante uso.

Este ingeniero tenía una amplia trayectoria en la construcción de puentes en diferentes lugares del departamento de Nariño.

El 20 de septiembre de 1929 fue reinaugurado el puente como propiedad particular y no aparece como puente construido con auxilios gubernamentales.

En el año 1936, en Ancuya apareció la terrible epidemia de la Bartonelosis cobrando una gran cantidad de víctimas, el presidente de la época Dr. Eduardo Santos, envía una comisión médica para investigar la epidemia. Comisión que obligatoriamente para llegar a Ancuya, debía pasar por el puente San Antonio. Estas personas desconocían sobre el pago que debían hacer para poder pasar. Ellas explicaron el motivo de la presencia en esta región y el Puentero no admitió súplicas ni argumentos y no permitiría el paso de las personas y la caballería hasta que no se cancele el impuesto.

Enterado de este grave impase el alcalde de Ancuya señor Nabor Acosta, envió el dinero requerido para cubrir el costo del paso por el puente.

Este impase motivó al señor alcalde Nabor Acosta Portilla y a su equipo de trabajo señores: Roberto Lucero, Leovigildo Castro Hidalgo, Gonzalo Castro, Arsenio Hidalgo, Enrique Acosta y los alcaldes de Sandoná, Ancuya, Linares y Samaniego; decidieron enviar solicitud al presidente Dr. Eduardo Santos, para que el Estado compre este puente y pueda quedar paso libre.

Dicha solicitud fue atendida por el Gobierno Nacional y en un corto tiempo decidió comprar el puente a los señores Luvino y Primitivo Caicedo Astorquiza, quienes se consideraban dueños por la gran inversión particular que habían hecho.

A partir del mes de julio de 1939, el presidente Dr. Eduardo Santos, lo declaró “Puente Nacional” y de uso público. Existió una placa que a la letra decía:

PUENTE EDUARDO SANTOS
PROPIEDAD NACIONAL
JULIO 1939

Desde esta fecha se cambia el nombre de puente San Antonio a puente Eduardo Santos.

Este avance mejoró la economía ya que podían trasladarse libremente hacia las diferentes ciudades del país.

Por ser el único medio de comunicación entre Ancuya y las ciudades del interior del país el mantenimiento y reparación se realizaba cada dos años.

Desde 1939 hasta 1992, la administración de Ancuya fue la encargada de realizar el respectivo mantenimiento.

Este puente colgante prestó servicio hasta el 18 de marzo de 1994, fecha en que se dio paso por el nuevo puente construido en estructura y concreto.

Fuentes: Nelson Cabrera, autor Revista Nueva Adalid; Telmo Rivera Acosta; Gonzalo y Manuel Acosta Caicedo (q.e.p.d.); Guillermo Acosta (q.e.p.d.); Rodrigo Mora (q.e.p.d.).

Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin por la página Informativo del Guaico y no reflejan la opinión o posición de este medio digital.

Author: Admin

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *