En medio del titileo

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Por Iván Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
Aunque era prácticamente normal el centelleo
de ‘luciérnagas y ráfagas’ provenientes de cualquier lugar de la densa montaña
o extensa costa, hoy, el departamento de Nariño, sube de temperatura a
consecuencia de la intensidad conflictiva de una desordenada cacería humana
, a
esto, sumado las probabilidades de erupción volcánica. Para nadie es
desconocido que esta sección suroccidental de Colombia pasa los días
complicados, siendo la población quien tenga que enfrentar el famoso tas tas.

Al norte y en la llanura pacífica, se han
incrementado las acciones bélicas de parte de los actores armados legales como
ilegales, perjudicando directamente a los civiles. Es cierto que en la
actualidad se habla de paz en un escenario neutral y fuera del país; sin
embargo, no significa que el ambiente guerrerista haya disminuido, al
contrario, se encuentra en un estado irritable, más cuando es incierto la
continuidad o finalización del conflicto
.
Instintivamente la ciudadanía aduce que al
estar el gobierno inmerso en unas negociaciones con uno de los grupos
subversivos más antiguos de Latinoamérica, las cosas de inmediato deben
cambiar; pensamiento desatinado, debido a las implicaciones que demanda un
hecho histórico como el referido, más cuando lo que se discute son temas estructurales
que indudablemente de aplicarse transformarían al Estado.
Cuando han pasado más de 50 años de guerra
civil, frase para algunos ‘burgueses’ no aceptada, donde se han probado
distintas formas para afrontar el problema y dar solución, las cosas vuelven a
estar como al inicio: esperanza, expectativa e ilusión de que algún día se
llegue el momento de celebrar el fin de la carnicería.
La diferencia a las anteriores intenciones, es
que hoy, se le ha agregado un rotundo apoyo a las conversaciones por parte de
la sociedad civil, especialmente los afectados directos de esta maldición
nacional.
Dada la susceptibilidad del proceso de paz, se
hace necesario una responsable y diáfana socialización de los temas ya
abordados, para que sirvan de apalancamiento social en cualquier estancamiento
del mismo. Ha sido criticado y con mucha razón, el hermetismo hasta ahora de
los avances obtenidos
. Son someras las informaciones que los medios de
comunicación transmiten al pueblo, conllevando a una esterilización de una vaga
idea y las implicaciones que esto le asiste.
Aunque se nota un avance significativo en los
diálogos, la persistencia de la incertidumbre es latente en la mente de
negociadores, gobierno y población en general. El titileo de una verdadera paz
cada vez engrandece la luz de la esperanza. Obviamente, no se puede confundir a
los críticos de este trascendental acontecer con posiciones mercantiles
guerreristas como las del señor Uribe y su combo. El constituyente primario
será quien al final, a través de un mecanismo constitucional refrende o
desapruebe las propuestas pactadas en La Habana.
Por primera vez, la expectativa en los
colombianos es tan fuerte, que las ansias inunda la sensibilidad por un país
más equilibrado y digno de habitar con orgullo y prosperidad. Los gobiernos no
pueden continuar sobreponiendo un sistema netamente capitalista a un bienestar
social, más justo y sostenible
. La mayoría de los ciudadanos miran en esta
oportunidad de paz, el espacio ideal para cambio de sistema político, enfocado
a la solución estructural de los problemas de mayor repercusión en la vida
diaria.
En medio del titileo, brincan los sapos,
lloran los lagartos y duermen los ‘juanes pachanga’; solo los centinelas
permanecen  de pie, esperando una pronta
transformación estatal. Para otros, el desespero crece, al pensar que el mejor
negocio a punta de sangre humana puede llegar a su final. Ojala termine el
titileo y la luz cobre fuero definitivamente.
Domingo, noviembre 9 de 2014
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