Por Alejandro García Gómez.
De manera inesperada, quizá sorpresiva para muchos, se han venido presentando algunos hechos, que para la gran mayoría son evidencias de una gran disputa por el poder entre quien no quiere soltarlo –quizá por posibles temores o por la eventual prolongada embriaguez o por su resaca de 8 años o todas estas causas juntas y quizá otras que no vislumbro- y de quien no consiente dejarse mandar. La Presidencia de la República en cualquier parte es el más grande manjar, la más exquisita mesa gratuita, siempre servida de más a más… Y su dueño y repartidor el presidente… O como dirían los políticos: la silla presidencial es el servicio a la patria más anhelado.
A medida que se fueron conociendo las designaciones de los altos funcionarios del gobierno entrante, los rumores se fueron haciéndo más grandes. Luego vino la máxima de todas, la tapa como se dice vulgarmente, la invitación no sólo al presidente Correa del Ecuador sino al 666: al controvertido Chávez de Venezuela. Y ahí sí que fue Troya. Pero todas estas decisiones tuvieron una línea en común: mientras estuvo celebrando su victoria aquí en el país con su mentor, el nuevo Presidente Santos no dijo ni mu, no moduló nada que fuera a oscurecer el panorama de fiesta conjunta por la victoria. “Me voy a descansar”, dijo más tarde, y se fue a Europa y Norteamérica. Coincidencialmente o no, fue desde fuera del país, desde donde empezó a designar colaboradores para su futuro gobierno, muchos de ellos, o casi todos, críticos del mandato de Uribe o ex funcionarios uribistas que fueron echados por la puerta de atrás.
El Presidente Uribe empezó a responder con su acostumbrada manera, habló de la diplomacia babosa, de la diplomacia cosmética y del repertorio que hemos conocido en ocho años. La ministra designada de la diplomacia, otra defenestrada ex funcionaria uribista, Ángela Holguín, estuvo atenta a limar todas las asperezas en nombre de su futuro jefe –él ni mu tampoco- hasta cuando se supo de la invitación y la visita confirmada del controvertido Chávez a la posesión presidencial. Ahí ya no fueron dimes y diretes lo que Palacio expuso. Ni siquiera artillería de guerra convencional. No. Fue una bomba atómica. El jueves 15 de julio, “se filtró” a la cadena radial Caracol –¿por qué no a la obsecuente RCN?- lo que todos sabemos desde hace mucho y que Palacio debió evidenciarlo hace años (según las pruebas publicadas en medios): que en Venezuela “se hospedan” campamentos de las guerrillas tal como en el pasado lo hicieron las huestes de los radicales y masones Uribe Uribe y Benjamín Herrera, en tiempos del presidente venezolano –radical y masón- Cipriano Castro, y luego, esporádicamente, algunas de las guerrillas liberales y sus líderes en la primera Violencia. En el Ecuador de Eloy Alfaro –radical y masón- ocurría lo mismo por las mismas fechas con el general caucano Avelino Rosas, radical y masón. ¿Por qué se hizo no una denuncia oportuna y por los canales diplomáticos debidos sino sólo hasta ahora y por la radio, a menos de un mes para la posesión del nuevo presidente? Cuando se escribe este artículo, Chávez ha desistido de su visita y ha llamado a Caracas a su embajador Márquez. Inmediatamente el gobierno de Uribe ha anunciado que demandará el caso ante la OEA y ante organismos internacionales.
Santos aún no dice nada. La que debería ser la oposición natural a Santos –el convaleciente partido Polo Democrático- todavía no ha logrado ponerse de acuerdo en cómo actuarán ante el nuevo gobierno, pero Santos ya tiene a su demoledor oponente: el Presidente Uribe. ¿Lo arrasará? ¿Se dejará? ¿Lo plegará a sus filas? ¿Se dejará? ¿O estaremos en la antesala de aquella sentencia: “enojados los compadres, se descubren las verdades”? Tan conocidas son la proverbial lealtad del nuevo presidente como la serena calma y delicadeza del saliente. 18.VII.10