Entre Epulón y Lázaro

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Por Pablo Emilio Obando
peobando@gmail.com
Podría pensarse que la pobreza es la cara
inversa de la riqueza; que en la naturaleza como en la sociedad las fuerzas
dialécticamente opuestas son un complemento que permiten el desarrollo, el
crecimiento y la subsistencia misma de sus estructuras. Pero no, ni la pobreza
es natural ni la riqueza es una bendición del cielo. Las dos fuerzas, que en
realidad son una sola expresión de un sistema económico, constituyen una
aberración del hombre que denota la explotación, la apropiación indebida y el
saqueo indiscriminado por parte de unos pocos privilegiados del bien común
.

Como en la leyenda bíblica del rico Epulón y del miserable Lázaro, la fortuna -concentrada
en manos de un inescrupuloso e ignorante- es la expresión de una sociedad
enferma que hace del éxito económico la única razón para vivir. Por el
contrario, Lázaro, indigente y menesteroso, aspira a saciar su hambre con las
migajas que caen de la mesa. Capitalismo salvaje que hace del hombre una fiera
para saciar sus más bajos instintos en el simple ánimo de saberse más que aquel
que nada tiene
.

O como en los tiempos modernos que vivimos la
más cruda de las expresiones de injusticia social; hombres, mujeres y niños
cuya única propiedad es su miseria arropada singularmente por una vieja caja de
cartón que simula relegarlos del hambre, del frío, y del marginamiento social
.
Y aquellos, que sintiéndose amados por su Dios, viven en la ampulosidad de excesos
económicos sin importarles que la humanidad se desmorona a su alrededor.
Modernos Lazaros y revividos Epulones que en un juego inútil e inacabable no
sacian su sed de lujuria o su inequívoca vocación de desheredados.
Como intemperante y escandalosa la realidad
del pueblo colombiano y latinoamericano donde cada tres segundos muere un niño
de hambre; un anciano muere abandonado en las frías calles bogotanas o
bolivianas y un nuevo rico nace para gloria del sistema y maldición de la
humanidad. Porque sus excesos se cimientan en los hombros de los cientos de
Lazaros que pululan como zombis arrastrando su hambre, sus maledicencias o su
propio terror de vivir Una sola moneda con dos caras que nos permiten expresar
nuestro sentido desaliento por todas aquellas propuestas que pretenden acabar
con los miserables del mundo. Toda moneda tiene dos caras y el sistema
capitalista las tiene bien definidas: por un lado, la miseria ancha y espesa y
por el otro, la riqueza, larga y egoísta
. Por cada nuevo rico hay siete millones
de miserables, por cada Epulón, que se niega a tirar las migas de su mesa,
nacen ejércitos de desheredados útiles para sostener y mantener su emporio
anticristiano. El capitalismo nada da sin antes haberlo quitado o negado a
otros, sin antes condenar a cientos y centenares de hombres a padecer los
rigores de un régimen que se sustenta en la voracidad insaciable de unos
cuantos privilegiados.
Ninguna riqueza es santa en nuestro sistema
económico y en algún lugar de ese eslabón quedan enredados miles de cadáveres
que tuvieron que compensar esa descompensación económica. Es la lógica santa de
la riqueza, de los Epulones que desdeñan a Lázaro y sienten generosidad en su
corazón cuando algunas sobras de su mesa caen en las bocas llagadas del niño
latinoamericano, de la madre ulcerosa y sifilítica que encuentra en su vientre
la única opción de llenar el jarro vacío de sus senos. Porque la riqueza
económica es la fuente de donde brotan todos los males sociales, la causa de
que un niño sufra los rigores del hambre y haga de su vida un entretenimiento
de circo para toda clase de públicos y espectadores
. Como aquel niño que
ofrecía su cuerpo para poder tomar una sopa y consumar el espectáculo triste de
sus eternos días. Niño que después de prostituirse con el Epulón de turno
recibía únicamente la compensación de un hambre reprimida en el calabozo
infernal de su barriga infinita y omnipresente a la manera de un nuevo y
redimido Lázaro.
A los latinoamericanos, como a gran parte del
mundo, debe convocarnos la ineludible tarea de crear y generar un modelo
económico que permita la convivencia sana y armónica; el disfrute de nuestros
bienes naturales sin que ello signifique destrucción del entorno o del hombre
.
El modelo económico capitalista está hecho a la medida de unos cuantos Epulones
que se alimentan de las guerras, el hambre ajena y la desesperanza social. Esa
es una tarea ineludible para aquel que sienta que aun en su misma riqueza
condena a sus hijos a vivir en un mundo de inseguridades en medio de toda la
escoria social producida por sus propias inconciencias mentales.

Este es un espacio de opinión destinado a
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pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a
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