“Los perdones” de Belisario Betancur

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Desde Nod
Por Alejandro García
Gómez
pakahuay@gmail.com
“[en mi gobierno]…se
presentaron situaciones inmanejables… O que manejé mal… Si las manejé mal,
les pido perdón a mis compatriotas por haberlas manejado mal… Punto”
, se
expresó, entre la súplica y la exigencia, el expresidente B. Betancur el 20 de
julio de 2013, cuando –por primera vez- admitió públicamente sólo la
posibilidad de haberse equivocado. Su ruego de perdón intentó burlado con ese
“Punto”, final, cortante, de la soberbia del poderoso o del que aún se lo cree.

Esa noche
veintejuliera, acostumbrada al sopor televisivo de los desfiles militares de
exuberante patriotismo independentista, en algo se sacudió. Quizá conmigo,
muchos pensamos –equivocados, claro- que Betancur ya estaba en esa edad donde
la madurez permite liberarse del oropel de las falsas grandezas que nos deparan
los espejismos de la soberbia
. Pronto se aclaró nuestra ingenuidad con ese
“Punto” arrogante, con que terminó la entrevista arropada de su sinuoso
lenguaje político. Él, el más grande responsable de la masacre junto al M-19.
“Nuevamente pido
perdón porque hoy sé que mis actuaciones causaron inmenso dolor a los
familiares de las víctimas y tanto dolor histórico al país; reitero que haría
cualquier cosa para aliviarlo
” (subrayados míos). Ésta fue otra súplica del
mismo Belisario en una comunicación de este 6 de noviembre, cuando se
cumplieron 30 años de las bestiales, salvajes e inhumanas toma y retoma del
Palacio de Justicia en Bogotá. He tratado de encontrar diferencias entre estas
cínicas y repetidas solicitudes de perdón de Betancur con las que nos tienen
acostumbrados los Popeyes o con las que publicita con televisión o libros (todo
con derecho$ reservado$) el hijo de Pablo Escobar o con las de quienes
descuartizaron con motosierras y cremaron cadáveres en hornos a nombre de la
salvación y refundación de la patria narcoparamilitar o con la de los
negociadores de La Habana de las Farc por el crimen de Bojayá y los otros. Aun
con la del Estado, sólo después de la orden de la Corte Interamericana de DD
HH. Busco las diferencias…
Y las busco también en
la soberbia cínica de la exministra de comunicaciones Noemí Sanín que, después
de censurar la radio y la prensa
, adormeció al país con un partido de fútbol.
Durante ese partido el poder público de la justicia -el que da el equilibrio a
un país civilizado- estaba siendo masacrado frente a la cobarde mirada del
presidente, de ella y del despacho de ministros. Cobardía exceptuada de uno o
dos, quizá. Ha dicho que no pedirá perdón porque no tiene de qué. Cinismo. Que
lo hizo con el único fin y “con la mira 
puesta en la preservación de la democracia, tan gravemente amenazada
como lo fue por el terrorismo y el narcotráfico”. Que previno otro Bogotazo.
Desconoce que ninguno de los del M-19 tenía el caudillismo de Gaitán y que el
grupo había sido diezmado. ¿O quizá trata de desconocerlo a sabiendas? ¿La
verdadera razón para la censura de la prensas no fue para acallar los ruegos
públicos de los magistrados a un acobardado presidente de que cese el fuego?
¿Para qué no se siguieran escuchando las súplicas de Echandía y de otros que
finalmente resultaron asesinados o desaparecidos?
Si el expresidente
estuviera de verdad está arrepentido, debería empezar a contar, a la justicia y
a sus compatriotas, la verdadera verdad desde la altísima dignidad que ostentó,
la mayor de la nación
. De ahí en adelante todos deberían revelar lo que allí
ocurrió, antes, durante y después de las brutales toma y retoma. La oportunidad
que aún tiene el expresidente con la historia de su país con sus compatriotas y
con él mismo es única, pero se le agota. 
Parece que lo acompaña el mismo culillo de aquellos fatídicos 6 y 7 de
noviembre de 1985, porque ha dicho que la cuenta en un libro que se publicará
post mortem. Cuántas noches de insomnio para llegar a esos repetidos pero
sinuosos y cobardes “perdones” a sus compatriotas. ¿Podrán los colombianos
perdonarle algo que jamás conocieron de su boca? Sólo al conocer la culpa se
perdona la falta. 12.XI.15
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