‘Me dejó una chiva, una burra negra,…’

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Endulzando las
palabras

Por Iván
Antonio Jurado Cortés
iajurado@yahoo.com
A pocas horas
de finalizar el año 2017, son muchas los recuerdos, anécdotas, alegrías,
tristezas, reflexiones y expectativas las que se tejen en la mente de cada uno
de los colombianos; absolutamente todos con la ilusión de que el año entrante
sea mejor que el cesante
. Como buenos hijos del ‘Corazón de Jesús’, no se puede
pasar por alto ciertas actitudes misteriorosas o agüeros  para la despedida del año viejo y el
recibiendo del nuevo.

Es una época
propicia para el reencuentro familiar y de amigos, al tiempo que la ocasión
permite de alguna manera hacer un alto en el camino para analizar lo realizado,
concluir errores y proponerse planes en pro de mejorar condiciones personales y
familiares
. Diciembre es el mes del año más esperado, pero también el de mayor
gasto, siendo una alegría momentánea y un sacrificio venidero. Fiestas,
regalos, invitaciones, compras y atención a la familia y amistades, son
actividades permeadas desde una humilde familia hasta la más potentada.
El país aún
sigue siendo una nación de gran fervor cristiano, hecho que alimenta
constantemente las tradiciones, recayendo siempre en gastos excesivos. A medida
que avanzan los tiempos las costumbres se transforman, pero jamás pierden el
instinto monetario; al contrario, cada vez son más costosas
. Los detalles van
desde una simple tarjeta, pasando por la botella de vino hasta regalos
impresionantes económicamente, lo importante es quedar bien y evitar críticas:
‘somos pobres pero orgullosos’.
Cae como anillo
al dedo una canción demasiado popular: ‘El año viejo’, del maestro Crescencio
Salcedo Monroy, músico bolivarense, compositor de otras famosas melodías como,
‘La Múcura’, ‘Mi Cafetal’,  ‘El Caimán’.
“Me dejo una chiva, una burra negra, una yegua blanca…” reza el coro de este
tema, caracterizado por su peculiar ritmo y contenido, letra que expresa
resignación, realidad popular e ilusiones
.
A medida que
las manecillas del reloj avanzan hacia la hora cero, empieza el corre-corre,
personas viajando de una ciudad a otra, otras quedadas en los terminales,
algunas envueltas en su soledad y distancia, en fin, todas deseando reunirse
con sus seres queridos o amistades
, lo importante para ese momento es compartir
la melancolía o alegría..
En la
momentánea historia quedan los calzoncillos amarillos, lentejas en agua,
maletas en la puerta, arroces esparcidos, baños en azúcar, entre otras
supersticiones que se conservan y pasan de una generación a otra. No cabe duda
que la despida del año viejo es una fecha sentida por la comunidad colombiana.
Es un impulso innato del ser humano que a través de la historia se ha ido
perfeccionando y ha encajado perfectamente en el molde capitalista.
Inevitable
pasar desapercibido la ‘chiva y la burra negra’ que nos deja el gobierno
nacional: imposición del salario mínimo; disputa entre poderes del Estado; un
enredadísimo post conflicto; petulantes candidatos a la presidencia con aureola
de odio y sed de venganza; un congreso perverso, negligente y corrupto; la
avaricia de Uribe Vélez y su peligroso séquito de adoctrinados; cartel de la
toga; una pandemia llamada Odebrecht; consejos de un papa gaucho para
contrarrestar la cizaña; una selección de fútbol clasificada a empujones y un
país sumido en una disimulada crisis socioeconómica e ignorancia política
,
donde irónicamente los vulnerables insisten en defender a sus avasalladores.
Obviamente que
la costumbre nacional es seguir tolerando herencias no deseadas; no queda de
otra, sino asimilarlas e insistir en la convicción de que algún día un año
viejo permita que la ‘chiva, la burra negra y la yegua blanca’ sea sinónimo de
dignas herencias para colmar tanta necesidad comunitaria. Hoy más que nunca
Colombia necesita sensibilidad ciudadana para abrirse paso hacia una
oportunidad distinta a la trajinada
. No se puede perder de vista la situación
social del país. Datos internacionales muestran que la tierra del ‘Corazón de
Jesús’ ocupa los primeros lugares en desigualdad económica, violencia,
violación de los derechos humanos, desplazamiento forzado y subdesarrollo
generalizado.
Desafortunadamente
el folclorismo nacional no permite mirar más allá de la nariz; termina
imponiéndose a la realidad. El bullicio propio de la época absorbe la sensatez
hasta de los más centrados
.
En la noche
sonaran las campanas, se comerán las uvas y los mejores deseos se balbucearán
en medio de emotivos abrazos y besos de año nuevo, amenizados con el clásico de
Néstor Zavarce, ‘Faltan Cinco Pa’ Las Doce’. Y como se dice en este país, los
problemas a un lado y a gozar se dijo. Solo queda desearnos muchos éxitos para
el 2018
.

Jueves, 28 de
diciembre de 2017

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