Por Alejandro García Gómez
pakahuay@gmail.com
(Nota aclaratoria del autor.- La sintaxis y la ortografía de los fragmentos de los poemas de este texto corresponden estricta y absolutamente a las que figuran en los libros citados de Helí. Para él, esa sintaxis y esa ortografía, eran también parte de sus calles, de las de El Picacho, barrio que debe su denominación a un cerro con este nombre en una de las partes más altas de la montaña nororiental del Valle de Aburrá, en ese inmenso conglomerado humano de barrios menores que conforman lo que ahora se conoce como Castilla -hoy Comuna 5 o Comuna de Castilla o Barrio Castilla-, en las faldas del noroccidente de Medellín, que fue a donde él –al parecer- llegó a vivir en 1952, como un niño de 4 años, mayor de cuatro hermanos, según se relata más adelante. Es decir, con sus particulares sintaxis y ortografía, el poeta creó una semántica propia para su poesía).
[(LA COLINA –uno– (fragmento)
La colina es de cuatro o cinco cuadras
en adobe pelado frente a las casas.
De lejos las calles son huecos oscuros […]
Por un lado baja una quebrada
que en invierno se vuelve un río […]
Encima del barrio hay un puente sobre la quebrada esa
bajo ese puente a más de uno le han dado en la cabeza
y nadie ha dicho que ha visto espantos o ha oído quejidos
En la ciudad a los espantos les da miedo salir
Desde el picacho un viento acaricia el cuerpo del barrio
La primer casa de tabla y cartón fue
y siempre que pasaba un ventarrón se llevaba dos o tres techos
Las gentes corriendo
quitándole el techo al ventarrón
para seguir durmiendo
[…]
LA COLINA –dos- (fragmento)
…Pero
cómo no
hoy por hoy
pasa por allí la setentayuno a
[…]
De En la parte alta abajo. Ed. Acuarimántima. Medellín. 1979)].
Era 1980.-
Hacía un año, más o menos, que ya residía yo en Medellín hacia donde me había trasladado desde los glaciales vientos de Túquerres (3152 msnm) en mi departamento, donde quien quisiera exhibir las modas de su vestuario, debía levantarse la maxiruana (desde los hombros hasta los pies) que era la prenda obligada. Al igual que allá, me desempeñaba como profesor de secundaria, del Departamento de Ciencias Naturales, ahora del inmenso INEM (con 8 mil quinientos estudiantes, en su mayoría de los barrios populares y de clase media de la ciudad y de los municipios circunvecinos, y doscientos cincuenta profes de las diversas regiones del país, experiencia que me sirvió más tarde para ambientar mi primera novela, El Tango del Profe, 2007) desempeño en el que continuaría durante toda mi vida laboral. Nuestra primera hija había nacido en la Clínica León XIII (del antiguo Instituto Colombiano de los Seguros Sociales, ICSS, que luego tomó como sigla ISS) en ese febrero. Quizá porque la contaminación del Medellín de ese entonces afectaba a nuestra bebé –aún no se cuantificaba la polución como hoy-; o quizá porque residíamos cerca de una empresa de gases industriales que aún existe ahí mismo y junto a esa misma unidad residencial de la ciudad y donde -con el mero olfato- se detectaban las fugas y, lo que es peor, jamás se supo que se hiciera nada efectivo ni por parte del gobierno municipal ni departamental ni menos nacional de ese entonces ni de las directivas de la empresa en cuestión para remediar la situación (no sé ahora); o quizá por alguna otra causa desconocida o por todas juntas, unidas a que ella hubiera sobrevivido a una gestación de ocho meses, ella –al igual que casi todos los bebés de ahí- tuvo una afectación respiratoria que, con el pasar del tiempo, la edad y el cambio de nuestra residencia, desapareció. Pero en ese entonces era continuo el desplazamiento hacia esa clínica con nuestra niña. Cuando las labores de mi trabajo y de mi estudio de posgrado me lo permitían, asistíamos con mi esposa, y cuando yo no podía iba ella sola, que era la mayor parte de las veces.
[(JUEGOS (fragmento)
Arboles en el solar de la casa
donde nos escondíamos a jugar mamacita con las peladas
Rosa la loquita
se alzaba la bata
se bajaba los cucos
y uno que sacaba el gavilancito
y se lo sobaba por los laditos
[…]
De En la parte alta abajo)].
Un hombre bueno “en el buen sentido de la palabra bueno”.-
El pediatra de esa clínica ya identificaba a la niña y a mi esposa (más que a mí) por su continuo ir y venir. “Doctor, otra vez María Angélica tiene problemas”, era nuestra queja común; en ocasiones más de una vez en una misma semana. El médico algún día le dijo a Ligia -me cuenta ella- que él veía que la niña sí tenía problemas respiratorios pero que a quien veía más enferma era a ella, a mi esposa, debido a la angustia. Por esa razón, él comenzó a atenderla sin solicitar cita, en alguna mínima oportunidad entre consulta. Para hacerlo así, le dijo que hablara con el archivista de la León XIII, para que le facilitara la anotación de la última cita de la historia clínica de María Angélica (recordemos que en ese tiempo todo era en papel y no había aún la sistematización actual). Que le dijera que se la mandaba a solicitar el Dr. Delimiro Álvarez Zapata y, las primeras veces le dio una tarjetica suya con su firma, para confianza del funcionario. El archivista del ICSS (luego ISS) que la atendía era un hombre delgado, de un color blanco antioqueño –de los antioqueños blancos, claro- y de ojos quizá medio verdes, muy poquito verde (asegura mi esposa, yo no recuerdo ese detalle), de mediana estatura tirando a baja, muy serio y más aún parco en el hablar, de una apariencia falsamente hosca, quizá de unos 35 años más o menos, con una aparente cicatriz entre su labio superior y la base de su nariz que la protegía con un bigote ralo; su vestir al parecer no le importaba: siempre de bluyines, tenis y casi siempre de camiseta, de esas a las que también se les llaman playeras o polos. Él le entregaba la o las hojas a mi esposa y ella se las devolvía. Así fue por un tiempo. En alguna ocasión mi esposa le pidió al archivista que le prestara el cartapacio de toda la historia clínica para fotocopiarlo y mantenerlo con nosotros. Que dudó al principio, pero que luego le dijo “fotocópielo allí”, y autoritariamente, como para evitar equivocaciones, desde la puerta del archivo le señaló una fotocopiadora que quedaba diagonal. Ella entendió que no debería ser en otra. Que él se paró en la puerta a esperarla a que la atendieran y se la devolviera.
[(JUEGOS (fragmento, 2ª parte)
[…] Después de la comida
en la galladita nos poníamos a conversar
sobre qué íbamos a ser cuando creciéramos
y el uno decía
“-voy a ser fercho
para manejar jaulas grandes”.
El otro decía
“-yo voy a ser tombo
Para llegar a tira”.
Y otro:
“-yo voy a estudiar para camellar de corbata en una oficina
con peladas bien buenas al lado de secres
para llevarme una diferente todos los días al apartaco”.
Y otro:
“-yo voy a entrar a una fábrica
a hacer telas entienden
para que se vistan entienden”.
Y otro más acelerado que todos y malaclase como diría un cucho
dijo:
“-yo voy a ser un bandido a lo pote
a lo pálido
a lo carevieja…”.
[…]
De En la parte alta abajo)].
Este hecho lo hemos sopesado mucho hasta ahora con mi esposa, y -hasta ahora también- siempre nos ha llevado a la misma conclusión de admiración para con él, además de nuestro eterno agradecimiento. Porque al prestarle el cartapacio de toda esa historia clínica de nuestra Kekas a Ligia, siendo él el responsable directo del archivo, prácticamente se jugaba su puesto en el cargo y quién sabe qué cosas más, imaginamos entonces y ahora (según él, había comenzado a “camellar” a los 27 años, por ayuda de unos “nuevos amigos”; ese trabajo (o “camello”, como decía) habría que cuidarlo, pensaría). A acceder a ese préstamo a una persona de la que no tenía una referencia confiable y segura, quizá lo movió, pensamos hasta ahora, su gran humanismo: vio la necesidad vital para la niña y sintió como propia la angustia de la madre. Pensó quizás que eso era lo único que él podía hacer como ser humano desde su banco, porque según mi esposa no tenía una silla para descansar (además de que nunca lo vio sentado): su solidaridad para estos otros seres humanos, que eran “su humanidad”. Un ser humano- humano; un hombre bueno “en el buen sentido de la palabra bueno”, según los códigos del poeta don Antonio Machado. Igual gratitud guardamos para con el pediatra Delimiro Álvarez Zapata, un verdadero médico preocupado por sus pacientes y por el entorno de éstos. ¡Ah pocos médicos los de hoy que son así como el dr Álvarez Zapata!, aunque todavía los hay; sus pacientes los contamos como un tesoro.
[(CARTUCHO EL BOBO DE LA CUADRA (fragmento)
Cartucho me contó la bronca entre el vizco y el caleño
Se dieron puñaladas a una y dos
y la que no les gustaba se la cambiaban en el estómago
Cartucho es el bobo famoso del barrio
se dice que es bobo pero no es bobo nada
le gusta las mujeres y la plata
[…]
…las peladas le huyen asustadas…
[…]
Es la única pinta del barrio que se vasila el ambiente de la calle
y no le piden papeles ni lo raquetean
Según Cartucho el bonche fue de película
que bolearon fierro como una hora
pepos y travados se hundían los fierros cuerpo a cuerpo
que la sangre volaba para los lados
igual que manada de golondrinas de paso por medellín
Después en la gallada me comentaron más o menos lo mismo que Cartucho
el saludo del zarco fue:
“-la que nos perdimos no…”.
y porqué… -le pregunté-
“-no te acordás
que en diciembre del año pasado
en el bailoteo en la casa del mocho
tuvieron una bronca…
entonces desde eso el vizco se enfarraba
se metía un inca entre el pantalón
y se dedicaba a buscar al caleño
y el caleño se enfarraba y con otro inca en su cintura
hacía lo mismo: busca al vizco
hasta que se encontraron corridos y bueno…”-
[…]
De En la parte alta abajo)].
Con ella pensamos también que la literatura ayudó como una base en la que se cimentó esa confianza: mi esposa comenzaba sus estudios universitarios. Me cuenta que en una de esas ocasiones debió llevar alguno de sus libros (quizá una novela rusa) junto con sus apuntes de clase. Que él se quedó mirando la novela con la misma ansiedad o avidez con la que miramos todos los lectores los libros que no son nuestros; que no se contuvo y le preguntó sobre el tema. Ella le contestó que era estudiante de Psicología de la Universidad de Antioquia y que en ese pensum ella estudiaba también literatura rusa con la profesora Pikouh. Como yo comenzaba con mis escarceos literarios, pero era un lector glotón (toda mi vida lo había sido), brevemente ella le contó que su esposo también era lector y que “escribía”. Así me lo contó ella. Más tarde supe más de él, del poeta Helí Ramírez, que para entonces ya tenía algunos libros publicados, entre ellos el imperecedero (-que no podrá tener “descendientes”; -¿por qué no?; -“Porque no”, así de simple pero claro) En la parte alta abajo(poesía; aunque mucho se parece a ese libro su posterior Golosina de sal, como si fuera una prolongación de él). Quizá ese hilo de luz, ocurrido antes de la entrega de los archivos, fue la cuerda que permitió la amarra de credulidad (aunque no del todo plena) para confiarle a ella algo que sabía le podía costar lo impredecible en contra de su puesto de trabajo y quién sabe si más.
[EN LA CANCHA (fragmento)
Vamos llegando a la cancha
Las galladas y varras de cada equipo a los lados de la cancha
Clásico entre dos galladas
Ambas galladas se disparan palabras
Ven el partido hasta cuchos cuchas y peladas
[…]
El arquero del pedregal está ya ubicado entre los tres palos
tiene un buzo grueso color morado y cuello tortuga
se lo dieron a la cucha de él
que camella lavando y aplanchando
en la casa de un rico en el poblado
[…]
Milin con una peinillita roja
le tira puñaladas al zarco
esquivando esquivando sin dejarse tocar
[…]
Juego hoy de puntero derecho y sólo pienso
en hacer goles y sacar gente de la ropa y dar leña si me dan
Con todas sus fuerzas el sol con sus manos se aferra a nuestros cuerpos
El negro se corre por la punta izquierda
se lleva a la defensa del pedregal para su punta
quedando el negro en el rincón del tiro de esquina
cuando Cataño le va a entrar
el negro bombea el centro
le calculo la caída
recibo el balón sobre el muslo
suave lo dejo caer
le controlo su movimiento y lo defiendo
de los otros pies que me lo quieren quitar
eludo al defensa central que ha dado la vuelta
quedando frente a mí
Le hago el túnel
y saliéndole por un lado
le hago clavar al suelo la cabeza al arquero
de paso
eludo la tarde al día al sol y a las gentes que gritan
Terminamos ganando dos a uno
y no hubo bronca ni entre los jugadores ni entre las hinchadas
Me escapo de las manos alegres del barrio que me quieren tocar.
De
En
la parte alta abajo)].
Qué apreciación (¿en mi subconsciente?) fui haciendo del amigo, del poeta.-
De ahí en adelante fui conociéndolo más, personalmente. Le gustaba pasar sin hacer ruido, desapercibido, “…El silencio es mi caleta para propios y extraños…”. De sus libros se cuidaba mucho en ni siquiera mencionarlos. No le gustaba que le dijeran poeta ni escritor, “¡eso es caspa!”, decía. Tampoco conceptuar sobre literatura. Lo mínimo, lo estrictamente necesario: “¡eso es caspa!”, también decía, cuando veía que a algunos se les notaba un excesivo propasarse sobre saberes y autores literarios o filosóficos o sociológicos o antropológicos, como pavoneándose. Era renuente a leer su poesía en público (aunque muy pocas, poquísimas veces lo hizo, quizá sería por algún deber de amistad); de igual manera reaccionaba a las entrevistas (las que de él hay son contadas, y quizá sólo a personas con algún grado de amistad con él). Cuando hablaba de temas literarios era de algún autor que le había impactado o, si lo desconocía, le preguntaba a uno por él, el por qué lo había impresionado, y eso si había confianza con su interlocutor. Aunque era muy, muy callado, tampoco “le cargaba agua en la boca a nadie”. Decía lo que pensaba y de frente. Siempre fue un hombre y un amigo íntegro. Jamás hacía ninguna referencia ni a sus libros ni a su condición de escritor y menos de poeta. Era demasiadamente discreto sobre todo esto. Quizá por lo mismo no se le veía en aquellos sitios (bares, cafés, etc.) donde discurren lobos y aprendices de poetas, de pintores, de artistas en fin, como borregos con su camada de borregos y borregas cada tarde-noche. “Eso es caspa”, decía. Eso sí, con sus amigos se tomaba sus tragos, a veces bien hondos. Yo comenzaba mis escarceos literarios en poesía. Algún día le pedí que leyera mis travesuras de entonces y se las llevé. Quedó gratamente impresionado con algunos de los poemas de una copia “mi libro” mecanografiado. Había señalado los versos que le habían impactado y me animó a seguir. Y como yo ya me había dado cuenta de que él no era hombre que cargara agua en la boca para decirle las verdades a uno, ese fue otro golpecito en el hombro que me dio ánimo para continuar en este laberinto de aprender a caminar entre estos alfabetos de sombras, que es la decisión por la literatura, cuando uno comienza.
[( 7
Poraquí
no tenemos carro de basura
ni árboles en las esquinas
ni lámparas en la frente de las casas
no hay nomenclatura
no hay agua
la sed hace de las suyas
cuando recibe un beso
porque
poraquí
nos reunimos en las esquinas
fumamos mariguana
canción traje oscuro
niño sin cabeza
disparo en la esquina baja como un cohete
se detiene la respiración cuando
se carcajea la noche desnudándose
cuando
amanece trastabillea el corazón
De La ausencia del descanso. Ed. Universidad de Antioquia. Medellín. 1975)]
Un drama mío me acerca más a su casa.-
Ya más tarde, años más tarde, cuando nuestra amistad se había afirmado, me ocurrió un percance, común en la Medellín de la década del noventa de entonces: en un lapso de menos de seis meses, en el mismo año, fui víctima del robo a mano armada de dos vehículos diferentes. Aunque de ambos se hicieron las denuncias correspondientes y oportunas, del primero jamás se volvió a saber, pero el segundo sí fue encontrado por las autoridades, desguazado, más o menos a las dos o tres semanas, en Barbosa (Antioquia). Un mecánico de mi confianza lo rearmó. El problema siguiente era volver a utilizarlo, porque era el mismo vehículo y –obvio- con la misma identificación, pero además seguíamos viviendo en la misma residencia (adquirida a plazos bancarios para funcionarios estatales) de donde me lo habían robado. El susto y el miedo son personales y no existen pastillas para curarlos. El poeta vivía en el Barrio Las Cabañitas, cerca de donde yo residía con mi familia, a pocas cuadras, Barrio Las Cabañas (así sin diminutivo, éste), en Bello. Cuando le comenté el asunto, me ofreció el garaje de su casa, porque ni él ni su compañera (amorosamente se refería a ella como “La Negra”, aunque era lo que llamaríamos trigueña y tan callada como él) tenían vehículo. No lo necesitaban y no les gustaba. Nuestros barrios eran cercanos entre sí, en la frontera con Medellín. Yo no dejé pasar ese gesto, no podía dejarlo pasar, muerto del susto como me encontraba. Quizá debido a este fugaz alquiler, con la llave de su portón incluida en su confianza, claro (por tres o cuatro o seis meses, talvez), hablábamos más seguidamente, cuando coincidíamos ambos, yo a guardar mi carro y él en algún descanso. Fue por entonces cuando me invitó a que conociera el sitio donde trabajaba lo que le daba la vida: la lectura y la escritura.
[( 36
Haremos el amor
sin desesperos
y culatazos en la puerta
De La ausencia del descanso)]
Había adoptado y adaptado como estudio una de las alcobas de la parte de más atrás de su casa, con muy buena luz natural y excelente ventilación. Dentro del “estudio”, detrás de la mesa, había atravesado una cama sencilla, sobre la que había colocado un colchón y una almohada a los que revestía con una sábana y una funda. Esa cama hacía las veces de silla para escribir y de sofá de descanso cuando se sentía agotado: “así”, me mostró sentándose ante la mesa y acostándose luego, simulando la fatiga que se acumula transformada en estrés y que nos agota a los escritores durante las horas que se van amontonando una tras otra en cada jornada del proceso de crear. Hacia un lado de la cama y al centro se encontraba la mesa donde casi siempre estaba su máquina de escribir (aún no escribíamos en computador) o algún o algunos libros (y entonces a la máquina de escribir le tocaba correrse a la cama o saltaba hasta el estante de los libros). No le importaba mucho, al parecer, la decoración. Tenía lo necesario, lo imprescindible. Le embelesaba mucho Kavafis; por él lo conocí y me quedé para siempre con el poeta griego después de que me prestó uno de sus libros preferidos de este poeta para que yo lo fotocopiara.
[( 42
Se hace a un lado del agua
pasa un taxi y se lava
los dientes en la esquina
en alguna casa
se sientan a la mesa a comer
viento raspado
el beso beso en cine del oeste
hace echar humo a los labios
el reloj prende un fósforo
y se fuma un quilo
De La ausencia del descanso)]
1° de marzo de 2019.-
Por redes, el poeta Everardo Rendón nos hizo llegar a sus amigos el recorte de una noticia “Murió el poeta y escritor Helí Ramírez” (El Colombiano, febrero 27 de 2019). Allí se menciona que “pese a que su deceso ocurrió el pasado miércoles 20 de febrero, la noticia se conoció apenas este martes 26, cuando su primo, el artista plástico Alfredo Gómez, hizo el anuncio durante un encuentro de poesía”, en un centro comercial de Medellín. Que por solicitud del poeta en vida, su único hermano sobreviviente, Jorge, esparció sus cenizas en Arboletes, un municipio del Caribe colombiano, en el Departamento de Antioquia. “El poeta de Castilla”, le llamaban a Helí algunos críticos y la prensa. Para quienes no conocen muy bien Medellín (es muy probable que ni la mayoría de quienes han nacido en esta ciudad ni quienes hemos vivido en ella por muchos años, la conozcamos del todo), Castilla es un inmenso sector, la Comuna 5, una de las 16 que forman esta gran urbe (la división en comunas no existía antes, éstas sólo se formalizaron administrativamente en la década del 90’ del siglo XX).
[(HOFENDIDA A SU EDAD (fragmento)
Mizia Selina conbertia las valdozas en ezpejoz
Los riñonez ce quejaban de ella
No ella de los riñones
Bien hecha naris tenia enun cuerpo de uezos sobresalientes
Enbidiava (unaen bidia cosinada en resentimiento)
A Letisia alaque todos queríamos amar
[…]
Enbi diosa juagava mizia Selina la trapiadora viendo
La charla de Letisia y Pini
Pini idiandoce unain bitazion en cada zuzpiro de Letisia
Mizia Selina añorava zuepoca de pelada cuando nola zacava
Un tenvlor de tierra deuna eladeria o teatro y
Bolbia a dar otro pazon alaz valdozaz hofendida de zu edad.
De Golosina de Sal. Ed. Universidad de Antioquia. Medellín, 1988)]
Brevísima geohistoria geopolítica para “ubicar” al poeta.-
Las consecuencias de los años de la confrontación de la Primera Guerra Mundial (que muchos economistas la atribuyen al pánico económico de 1907, Eric Hobsbawm la achaca -más ampliamente- al desarrollo más acelerado del naciente imperialismo con sus empresas trasnacionales en unión con la política, en otras palabras: fusión de una totalmente nueva forma política (Imperialismo) con una totalmente nueva forma económica (Empresas Trasnacionales), para la que el mundo –europeo y “desarrollado” ante todo- no estaba preparado (“Historia del siglo XX”, 2012). Las consecuencias de estas guerra y su posguerra comienzan en nuestra América Latina, en la parte final del década del diez del siglo XX; más adelante se explicará brevemente. Las primeras construcciones del barrio Castilla se asentaron en la década del treinta. Ya hacía años que Hatoviejo -posteriormente bautizada como Bello- había sido convertida y se desarrollaba como una población habitacional para los trabajadores de las industrias nacientes; ahí comenzaron varias compañías de gran importancia económica; ahí se encontraba ubicada la empresa en la que los obreros laboraban y ahí mismo, en la misma población, vivían con sus familias, alrededor de los cuales se fueron formando enjambres de pequeños comercios para los respectivos suministros de mercados y logística similar.
[LA COLINA (dos) (fragmento)
Haya sido lo que haya sido esa cueva
en ella nos reuníamos la gallada a tirar coza
y nos servía de caleta para guardar los gayos…
De En la parte alta abajo]
A raíz de las necesidades que se produjeron en la sociedad antioqueña y colombiana (y latinoamericana) tanto por la Gran Guerra (1914-1918) como por su posguerra, pero con los recursos que había dejado la minería antioqueña, Medellín había comenzado con su incipiente industrialización en los años veinte también del siglo pasado (aunque algunos historiadores señalan un muy incipiente comienzo industrial colombiano en las postrimerías del siglo XIX, que cerró con la difícil situación de la llamada Guerra de los Mil Dias), en gran parte por la imposibilidad que significó importar bienes desde Europa (y un poco desde EE UU) en esos años de devastación de guerra y posguerra. Por eso, esa impedimento de tráfico de bienes, productos industriales –y hasta artesanales-, que al comienzo frenó el consumo, al mismo tiempo se convirtió en ventaja económica, porque con los dineros que había dejado la minería del oro, los iniciales emprendedores cubrieron las necesidades de uso interno diario de la región primero y luego del país. Pero al tiempo, con otra parte de esos mismos recursos económicos dejados por la minería, se irrigó el negocio de la compra-venta del café para la exportación en toda la antigua gran región antioqueña. Y claro, se intensificó el cultivo en esta región y posteriormente –a veces de manera simultánea- en otras partes del país. Todo este emprendimiento, desarrollo y auge fueron enmarcados dentro del modelo del liberalismo económico de la época, amarrado todo a una férrea conducta religiosa católica de descendencia española, concentrada más que todo –casi exclusivamente- en costumbres de rituales, ritos, símbolos “místicos” y advocaciones (dentro de un soplo milagrero, lejos, muy lejos de la doctrina de los evangelios de El Nazareno), impuesto todo por ese tipo de religión católica de carácter hispano.
[(ADELAIDA (fragmento)
Su piel se me confunde con
Un pedazo de noche sin luces.
Sus senos se me confunden con
Peras negras entre una camisa blanca.
Sus dientes brillan como estrellas en su boca…
Y mi deseo burbujea
Por mis ojos
Por mis poros.
[…]
De Golosina de Sal)]
Dos o tres décadas más tarde, o sea después de la II Guerra Mundial, el auge de dinero -incrementado por la economía del café- acrecentó hasta un macabro paroxismo la llamada Violencia de partidos, ya que (con el pretexto de la supremacía política de los conservadores contra los liberales primero del gobierno de Ospina Pérez y luego de Laureano Gómez y el golpista Rojas Pinilla) finqueros y terratenientes “conservadores”, en alianza con poderes políticos y militares estatales y junto con la clerecía católica (la misma que si no imponía oficialmente los rituales simbólicos y los eventos “milagreros” -falsamente místicos- como esencia religiosa, era obsecuente con esa actitud de parte de sus feligreses, entre los cuales estaba su rechazo violento y a muerte al liberalismo, proclamadas desde algunas pastorales episcopales y púlpitos), empezaron a despojar a sangre y fuego a los dueños grandes y pequeños de las tierras cultivables para el café primero, pero luego se generalizó para otros rubros de la economía agropecuaria, que era el mayor sustento del país. ¿Y qué tiene que ver esta geohistoria geopolítica y geoeconómica con la historia de nuestro poeta? La razón es que para entonces él era un poetica, un niño aún. Alrededor de 1952, una de esas olas de la llamada Violencia, la liberal-conservadora de entonces, lo alcanzó a él (de 4 años) y su familia en el corregimiento de Sevilla, municipio de Ebéjico, Antioquia: “[mis recuerdos de infancia en Sevilla, Ebéjico] son muy difusos, muy gasesos. Tal vez el único recuerdo de la infancia que yo tengo, es la noche en que llegan por mi papá [Conrado], que llegan los manes esos con fierros y alumbrando con lámparas… A él lo sacaron a media noche. Un fulano me pone la lámpara en toda la cara…, junto a la lámpara el fierro, el tubo; y al otro día la cucha llorando, todo el mundo llorando” (‘Yo soy todos esos barrios, entrevista con Helí Ramírez’), Revista Mascaluna #2, septiembre de 1995). Los “pájaros” o paramilitares gobiernistas, y por tanto conservadores de esos años, acostumbraban a lo que macabramente denominaban “acabar con la semilla”, según la obra “La violencia en Colombia”, de Monseñor Guzmán Campos, Fals Borda y Umaña Luna (1962): esta consigna “ordenaba” asesinar a los niños, para no dejar crecer ni testigos ni “enemigos” para más tarde. Esta vez se había librado nuestro poeta de cuatro añitos, ya que quizá para matarlo el “fulano me pone la lámpara en toda la cara” (y junto a la lámpara “el fierro”, el revólver).
[( V
[…]
Ramal de secretos en el asesinato de la ochenta
Uno de los testigos respondió: “-el viento en los edificios estancado
no me dejaba oír las voces”-
Y casquitos de mentiras flotaban en un recuento.
De Cortinas corridas. Coop ISS. Impreso por ediorial Lealón, Medellín. 1980)
El poeta había nacido en 1948 en el corregimiento de Sevilla, municipio de Ebéjico, al occidente de Medellín, como se dijo. Era el mayor de cuatro hijos y a los cuatro años llegó al inmenso barrio Castilla como parte de esos desplazamientos, como también se señaló. Esos desplazamientos fueron consecuencia de los efectos feroces del Bogotazo (9 de abril de 1948) en todo el país. Después de asesinar a su padre, Conrado Ramírez, por ser liberal, a los ocho días asesinaron a su abuelo, allá en Sevilla (Ebéjico) “también por la misma vaina política –azules y rojos- …Entonces la cucha [Rosmira Gómez] se viene para Medellín y aterrizamos en [el barrio] Belén Rincón. Luego ella se consiguió un solarcito en [el barrio] Castilla. Toda mi vida se desarrolló allí […] …A Castilla llegamos a una casita que era como un tugurio y se fue ampliando; se hizo una pieza, luego otra y así como todos los barrios de ese tiempo”. El entrevistador pregunta: “¿Cómo asumió la ausencia de su padre a tan corta edad? Eso es lo bonito de la infancia: –responde- no se racionaliza nada. La ausencia de él no se sentía. Uno viene a racionalizar eso es cuando ya está adolescente, que mira las carencias y sacrificios de la cucha”. A la siguiente pregunta: “¿Un recuerdo agradable de la infancia? Con toda sinceridad, no tengo nada agradable qué recordar de mi infancia” (ibid), concluye.
[(NUBES SECAS (fragmento)
Antes de que arda la vela
viene.
Era mejor cuando a la muy pinchada
la teníamos de contrabando. Si se
nos iba,
armados de alicates, escaleras y alambres
la regresábamos al rancho. Sabíamos
que alguien se había pegado de nuestro
alambre. Era sencilla
la solución al apagón.
Ahora se va, y hay que esperar horas
[…]
De Revista Mascaluna #2, sept. 1995)]
La Poesía de Helí Ramírez.-
De su poesía hablaré poco, porque me han precedido varios, quizá con mejores herramientas críticas que las que mi entusiasmo de lector y amigo me podrían proporcionar. Dice el escritor César Herrera (Hispania, Antioquia, 1963), quien fue el encargado de “pasar en blanco” la citada entrevista para ese número de Mascaluna: “Es el poeta de Castilla y sus alrededores […] Escribe desde la voz del pueblo, con su violencia, sus pesares y su decir. Maneja esa inmensa ternura disfrazada de voz ronca de grueso calibre […] Helí Ramírez hace la historia y no la hace por compromiso con nadie; la hace porque esa es su manera de vaciarse de la impotencia, de la injusticia y de la rebeldía de su juventud” (ibíd.). Es importante señalar que los poemas que él publicó en Mascaluna en el año 1995 harían parte de un libro hasta entonces inédito y que llevaría como título “TARARATATAAA… PUMM”, así, con mayúscula sostenida. He buscado este poemario pero no me ha sido posible encontrarlo. En la entrevista de Mascaluna, él asegura “[…] Lo mismo ocurre con este libro del cual ustedes van a publicar [esos poemas]” (ibíd.). No sé si en algún libro que yo no conozca, o en el mismo con un título diferente, se encuentren estos poemas. El poeta Elkin Restrepo asegura de él: “Por primera vez en la poesía colombiana está el lenguaje barrial, con su sintaxis y sus términos”, citado por Juan de Frono(Revista Arcadia, 2018). Los conceptos de E. Restrepo cobran importancia porque Helí Ramírez cuenta, de nuevo a la revista Mascaluna, que a los veinticinco años, cuando él ya contaba con una cantidad grande de poemas, “…en Bolívar con Amador [centro de Medellín], en una cafetería pillo un periódico: en una entrevista veo a Elkin Restrepo, Miguel Escobar, a José Manuel Arango y hablaban de una revista nueva. Decían que el objetivo de la revista era publicarle a la gente que estuviera desarrollando un trabajo serio y no tuviera un canal de difusión… […] …Escogí un man: Elkin Restrepo. Me puse en la tarea de investigar dónde lo localizaba, una labor detectivesca, y lo pillo allá, en la Universidad de Antioquia. Una tarde en medio de una locura muy hijueputa, cojo mis mamotretos y voy donde ese man.
Le dije, vea, hombre, lo que pasa es que yo leí ésto y ésto […] …para que lo lea a ver si tiene algún mérito y me publican alguna cosa” (ibíd., Mascaluna). Volvió al mes y supo que le publicarían cinco poemas. Se trataba de la Revista Acuarimántima, con cuyo nombre sus fundadores y editores buscaron hacer un homenaje a uno de los poemas del bardo antioqueño Porfirio Barba Jacob.
[(CUANDO SIENTO COMO POETA (fragmento)
[…]
Los poetas
Qué piñata
Ombligos se creen del mundo
Con gorrito de vino trasnochado.
[…]
Los poetas
Qué piñata
Como un electrodoméstico mendigan una vitrina.
[…]
De Golosina de sal)]
Sobre
cómo consiguió su primer trabajo, a los 27 años, manifiesta: “Eso me lo dio todo Carlos Castro Saavedra,
en el fondo, la poesía. El Maestro me dice: ‘¿Y usted cómo se gana la vida?,
¿usted qué hace?’ No, yooo…, le digo al hombre, yo vago y bueno… Le echo un
carretazo. Entonces el Maestro es muy intuitivo, es sagaz, pues… Yo aprecié
mucho a ese señor. Él me dice: ‘¿usted quiere trabajar?’ Pues yo nunca he
trabajado y no sé si seré capaz de eso: si hay oportunidad, usted verá. ‘Bueno,
voy a hablar con el doctor [Héctor]
Abad Gómez y lo llamamos’, me dijo. Como a los seis días me llamaron y ocho
días después empecé a camellar en el Seguro Social mi trabajo actual”. […] “Cuando
yo conocí a los de Acuarimántima y fui a la primera reunión, Miguel Escobar, en
una forma muy suspicaz, me muestra un libro y me dice: ‘¿lo conocés?’. Se queda
mirándome; le digo, no lo conozco, hermano. Era Francois Villon. Lo cojo, lo
veo. Leo uno, dos poemas: ¡Uy, jueputa, cómo así hermano! ‘¿No lo conocés?’ No
lo conozco. [Yo] Ya había publicado
‘En la parte alta abajo’. ´Lléveselo, se lo regalo’. Leí toda la noche:
Descubrí un hermanito mío. Uno tiene hermanitos. […] Yo no quiero ser modelo de los pelaos, ni de estudiantes, ni de
escritores ni de nadie. Que si mañana o pasado me muero… Una escuelita, una
calle, ¡cuál hijueputa escuelita!, ¡cuál hijueputa calle!… Es que yo no
quiero ser nadie. Yo escribo porque para mí escribir es como respirar, como
defecar, es una necesidad vital” (ibid, Mascaluna). Hablando de su trabajo
como archivista de las historias clínicas en la Clínica león XIII del ISS
(Medellín), en una entrevista le manifiesta al periodista John Henry Amariles Mejía (El Mundo,
Medellín, 11.I.2008): “terminé
manejando un hijueputa polvero, un archivo de historia [historias clínicas,
pero a mí me interesaba mi salario hermano, porque loquiando no tenés nada
fijo. Allá camellé 28 años”.
[(UN ÁNGEL HAMPÓN EN DESGRACIA(fragmento)
En el sesenta y seis Martin en un
Paseo a Barbosa estaba de
Fogata en la garganta
Con otros julanos. Se enfrascó en discusión con el Negro Beltrán y
“chus chus chus”
Como dijo Cuca en la heladería
La manca le metió varias veces.
[…]
Martín pagó al Negro Beltrán con tres años…
[…]
Tampoco pudo conseguir empleo por falta de palancas
Hasta que su gecho le prometió votar a su hermano
Que manipulaba Acciones Comunales consiguiendo votos
Para un partido y ese tío lo colocó en una fábrica
Textil por San Juan.
[…]
Un diez de mayo después de acabar un
Turno quincenal camellando de noche
Guete de terminar trasnocho
Llegó a las cinco y puntilla de la mañana
De guayabo más borracho que la misma borrachera
[…]
Recibió la carta con la liquidacioncita.
Corría el año setenta. Tintín salió de
La fábrica y siguió la beba.
Luego en su casa repartió el resto de la
Liquidación […]
[…]
En esos se creía billetudo y decía a sus
Hermanos y amigos que
“Bolsillo que no tenga billetes lo rompo”
[…]
Tintín resultó jalando carros con otros tipos iguales
A él de afortunados con la vida
[…]
Corría el año setenta y dos y vivía muy triste
Por la muerte de uno de sus hermanos cuando asaltaba
Un bus de pasajeros con otros ladrones y un catano
Negociante que iba en el bus de
Trueno en la cintura
Le acomodó una bala en el pecho.
La mitad del billete que se rebuscaba lo repartía en
Su casa y la otra mitad se lo pachanguiaba en Palacé.
En el setenta y tres se enamoró de la hija de un
Albañil de la cuadra pero su dicha no duró mucho porque
La pobre pelada era muy desnutrida y en el parto de
Su primer hijo murió con hijo y todo. Eso le costó
Una bebata a Tintín de ocho días.
[…]
Finalizando ese año con sus socios en destino
Incursionó en un banco y otra vez cayó en la can.
[…]
Estando encanao Tintín murió su cucha de un infarto […]
[…]
Iniciando el año setenta y nueve recobró la libertad
Tísico y su edad triplicada de sufrir.
[…]
Otra de sus hermanas que se ganaba la vida atendiendo
En el mostrador de una cafetería
Le consiguió una chaza al lado del local en que
Ella se movía.
[…]
Lo recuerdo porque un avez que nos encontramos en
Bolívar con Maturín ya era
Un ángel hampón en desgracia
Tomándonos una helada en un bar me dijo:
“Uno no sabe lo que la vida le guarda
Es una caja fuerte que o puede uno abrir
Para saber lo que le espera. Mano: se lo
Digo porque sé
No se descuide que
El destino también se duerme”.
Feo le rió la vida a Martín.
De Golosina de sal)].
Juan Mares, en un ensayo aún inédito sobre el poeta Helí Ramírez, y que por su generosidad me ha permitido conocerlo y citarlo, asegura “Luis Germán Sierra Jaramillo, ensayista, poeta, crítico y reseñador literario, egresado de la UDEA [Universidad de Antioquia, Medellín] y licenciado en Español y Literatura, en un comentario sobre Helí dice:“Víctor Gaviria (Medellín, 1955), quien llegaba también por aquellos primeros años a la revista Acuarimántima y quien conociera, por tanto, de primera mano los poemas de Helí, diría años después que una de sus grandes influencias para emprender su película “Rodrigo D, no futuro”, habían sido los poemas de “En la parte alta abajo”. El escenario del libro y el de la película es el mismo (y los personajes y la atmósfera y, claro, al final todo).” Indudablemente todos los trabajos de Víctor Gaviria están permeados o untados del trabajo poético de Helí”, hasta aquí la cita del poeta Mares.
[(REGALITO TUNTUN (fragmento)
¡Música! ¡Que se escuchen los cueros
que acompañan a Richie Ray!
¡Que se sienta en los oídos, rincones y debajo de
las mesas el timbre de voz de Lavoe!
¡Y que traigan otra media porque llega
Ismael con su regalito tuntun!
De media en media la noche es una antorcha,
y el hilo de tristeza que une mis sentimientos
es para bailarlo.
Brillo baldosa. Vuelo.
Vuelo en las caderas de mi pareja. Rozo sus
senos en un giro y la noche es una antorcha
en mi sangre.
Gasto vida. Hay que gastar vida en el goce
[…]
De Revista Mascaluna #2, septiembre de 1995)].
En un sentido similar se manifiesta Daniel Hernández, en la revista Sombralarga.com, en un ensayo comparativo entre la “Literatura de comunas” (como a veces se la llama, aunque como anoté antes, la división administrativa de Medellín en comunas sólo se dio en la década del noventa), tomando por un lado al poeta Helí Ramírez y por el otro al escritor Fernando Vallejo (artículo: “15 años de En la parte alta debajo de Helí Ramírez”, septiembre de 2015), “[…] …el cineasta Vítor Gaviria, quien reconoce que fue a partir de los poemas de Ramírez que descubrió ante sus ojos la Medellín que luego retrataría en sus películas: una ciudad periférica, de barrios de invasión y comunas de desplazados en donde la marginalidad cultiva en su precaria cotidianidad la mitificada imagen del sicariato y la violencia. En el libro En la parte alta abajo, publicado originalmente en 1979 de la mano de Elkin Restrepo, Gaviria encontró el lenguaje de lo cotidiano y de la barriada que Helí Ramírez capturó con la sensibilidad que sólo puede ofrecer una mirada que entiende y no ve como exótica la vida de la comuna. Esta imagen de jóvenes muchachos, hijos del campo antioqueño desplazados al barrio Castilla a mediados del siglo pasado, en condiciones marginales, precarias y destinados a enfrentarse constantemente con la violencia como un elemento más del día a día, es transformada por Gaviria en sus dos primeras películas. El cineasta replica el ambiente juvenil de la poesía de Ramírez para dar cuenta de cómo la misma situación, veinte y treinta años después, continúa en las elevadas comunas del norte de Medellín, con los agravantes que el continuo desplazamiento por la violencia y el tráfico de drogas suman con los años”.
[(II (fragmento)
Voy a seguir diciendo quién soy yo fuera de tantas otras cosas que soy
lo voy a seguir diciendo sin achantarme
Nací como muchos otros no soy el único
en medios de disparos de revólver y fusil en medio de regueros de sangre
Oh san sangre
que te acabaste de coronar de santidad en este siglo veinte
Me enseñó desde pelado la vida como es la vida
Tengo en mí un poquito de cosas buenas
y muchas muchas cosas malas en mí tengo
[…]
Odio a los hombres y sus máquinas
Odio los trapos sucios y feos que me pongo
Y odio la ropa fina y bonita
[…]
Confianzas con nadie no me gusta ni siquiera con la cucha y los hermanos
[…]
No creo en las palabras y con los hechos dudo…
De En la parte alta abajo)].
Buscando para esta crónica sobre el gran poeta, el amigo, he encontrado una reseña bibliográfica elaborada por Helí, algo que él jamás acostumbraba. Lo hace para una obra de nuestro común amigo René Jaramillo Valdés. La novela se llama Dios no es el asesino, su primera novela. Dice Helí: “…Y ocurre que al escribir y hablar sobre un libro que se leyó, se comienza escribiendo o hablando del texto y mentiras que el texto leído es la disculpa para emitir conceptos personales sobre la literatura, las personas, las ideas”. René, el autor, que también llegó de niño desde la provincia antioqueña a vivir a uno de los sectores de Castilla por situación también de La Violencia (aunque no de la manera tan patética como Helí y no de Ebéjico sino de Guadalupe), su familia se asentó “por allá por los lados de Los Tangos, una cantina que tuvo fama en el barrio debido a la especialidad de su música y porque en su acera, al calor de los chorros y las melodías argentinas se armaban los más escalofriantes bonches a puñal limpio y a bala cuando comenzaron los pelaos de los barrios a encombarse y fueron cambiando la hoja de acero por el plomo en sus distintos calibres” (Mascaluna, #9, septiembre de 2002). El escritor René Jaramillo, a su vez, en su reseña para el periódico EL MUNDO (“Helí, compinche”, Medellín, 23.III.2020, y otros periódicos) cuenta que cuando llegaron de Guadalupe, su padre adquirió el bar Los Tangos, como una manera de mantener a su hogar, recién llegado a la dureza de la ciudad. Esta reseña bibliográfica a un libro, como señalo, es la única que he encontrado del poeta Helí Ramírez y quizá sea la única que él publicó (también escribió un prólogo o presentación a un poemario de una poeta). Recordemos que él no era dado a conceptualizar; no le gustaba hacerlo, así de simple. La explicación para esta reseña podría ser la inmensa amistad que unió a ambos escritores, que los anudó la violencia de Castilla mezclada con la pureza de su amor por la literatura; los dos, excelentes seres humanos. La Colección de Autores Antioqueños publicó La Noche de su desvelo, en 1987, su única novela, que también está ambientada en la angustiosa geografía del mismo Barrio Castilla. Allí se pasean sus seres “marginales” en trances de una geografía humana en la que él supo –como muy pocos o quizá nadie- alcanzar y revelar el misterio de lo real, escondido en esas calles barriales. Así es posible entender los seres violentos y trágicos, pero al mismo tiempo tiernos; todos llenos de humanismo: con don Zoilo –de pasado tan criminal y macabro como secreto- y doña Carlina, su esposa, como ejes alrededor de los cuales giran sus diez y ocho hijos de los cuales quedan vivos “sólo” doce, porque cuatro mueren apenas con días o meses de nacidos, como era lo común. Cada uno de ellos representa un sector social de esas calles de esta ciudad marginal y periférica, que -en su mejor libro de poesía, para mí- ya la había bautizado como En la parte alta abajo. Pienso que La noche de su desvelo es algo así como un extenso documental escrito, basado en una familia, cuya columna vertebral podría encontrarse en estas breves líneas, del narrador de la novela en tercera persona “la vida de don Zoilo gritaba a todos los rincones de la ciudad y la mente humana, que ninguna vida es simple, ocúpese el nivel social que se ocupe, y gánese la vida como se la gane” (pg. 95).
[(LA FLACA (fragmento)
La flaca está tendida sobre un catre
catre en parches con la pintura descascarada
cubierto el colchón con una colcla de mil colores
[…]
El tocadiscos lo compró la cucha de la flaca al zarco barato
barato gayo por ser a la cucha de la flaca
[…]
La cucha esa duerme en una pieza chiquita de teja de eternit
[…]
Ahí duerme el día hasta las cuatro o cinco a más tardar
que sales para el centro en guayaco al rebusque
Según la flaca hoy no está durmiendo
Está dizque enfarrada acompañada por un cucho de sancarlos negociante
[…]
La flaca creció junto con nosotros
tenía como trece años cuando milin se la apretó
bañándonos en el charco de piedraancha
Luego la gallada luego…
La flaca con todos se acuesta
y a todos satisface dejándose dar
por delante y por detrás
y que la trapeen
[…]
De En la parte alta abajo)]
Cada vez más se ha venido escribiendo sobre Helí Ramírez Gómez, un poeta que había comenzado a ser valorado más que todo entre los escritores de la región. Ahora se está de verdad redescubriéndolo. Para mí, además de poeta irrepetible (aunque todos los verdaderos poetas lo son, y de su Selección Natural se encarga únicamente el tiempo); además de poeta de metáforas y figuras literarias que él aterrizó sobre su obra, como una deconstrucción empinada pero llena del sentido laberíntico del diario vivir allá, del cotidiano fluir en las calles de su barrio, labradas a las buenas o a las malas, y que ni los gobiernos ni las “gentes bien” de la sociedad de acá desean mostrarlas, aunque su clamoroso ruido de olores y colores humanos chillantes tampoco puedan taparlo ni pasar desapercibidos ante él; además de hombre íntegro, de hombre transparente a través del cual se podía ver su propia humanidad y la del resto suyo hacia todos los lados; de hombre verdaderamente hombre a quien se le arrugaba el alma frente a la necesidad, al dolor, a la tragedia, a la injusticia y a la inequidad, Helí fue mi amigo. Hablamos con mucha mayor frecuencia en aquellos días durante y después del evento relatado aquí sobre el segundo robo, el que me hicieron a mi segundo vehículo. Luego, yo me cambié de domicilio y nos veíamos con menos frecuencia (además de que ni él ni yo éramos de largas conversaciones telefónicas, incluso ni cortas). Pero siempre que nos encontrábamos era el mismo amigo.
BIBLIOGRAFÍA.
Libros.-
HOBSBAWM, Eric. “Historia del siglo XX”. Editorial CRÍTICA. Barcelona. 2012. 612 pp.
GUZMÁN CAMPOS, Germán; FALS BORDA, Orlando y UMAÑA LUNA, Eduardo. “La violencia en Colombia”. Tercer Mundo Editores. Bogotá. 1962.
JARAMILLO VALDÉS, René Alfonso. “Dios no es el asesino” (novela). Ediciones Mascaluna. Medellín, 2001. 97 pp.
RAMÍREZ, Elí (sic). “En la parte alta abajo”. Ediciones Acuarimántima-Hombre nuevo. Impreso en ed. Lealón. Medellín. 1979. 147 pp (la fotografía de la carátula es de Alberto Aguirre. De este poemario hay otras dos ediciones: 1991, editorial Del propio bolsillo y 2012, del Fondo Editorial Eafit, bellísima; con Ilustraciones del pintor Fredy Serna).
RAMÍREZ, Helí. “Ausencia del descanso”. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín. 1975.
RAMÍREZ G., Helí. “Cortinas corridas”. Cooperativa de trabajadores del ISS. Antioquia. 30 años. Impreso por Editorial Lealón 1980. 79 pp.
RAMÍREZ, Helí. “Golosina de sal”. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín. 1988.
RAMÍREZ, Helí. “La noche de su desvelo”. Ediciones Autores Antioqueños. Volumen 35. Medellín. 1987. 163 pp.
Revistas.-
“Yo soy todos esos barrios”. Entrevista a Helí Ramírez. Revista Colombiana de Arte y Literatura Mascaluna. Número 2. Pg. 11. Septiembre de 1995. Medellín.
“Desde la esquina del frente. Comentario” Por Helí Ramírez Gómez. Revista Colombiana de Arte y Literatura Mascaluna. Número 9. Pg. 50. Septiembre de 2002. Medellín.
. “Helí Ramírez, el poeta del éxodo”. Juan de Frono. Revista Arcadia. Edición 155. 22 de agosto de 2018. Bogotá.
“15 años de En la parte alta debajo de Helí Ramírez”. Daniel Hernández. Revista Sombralarga.com Septiembre de 2015. Bogotá. (internet).
Periódicos.-
“El Colombiano”. Medellín, 27 de febrero de 2019. (En Noticias)
“El Mundo”. “Los libros matan, hermano”,John Henry Amariles Mejía. Medellín, 11 de enero de 2008.
“El Mundo”. “Helí, Compinche”, René Jaramillo. Medellín, 16.III.2020
“Helí Ramírez, el poeta del parlache”. Mares, Juan. Documento aún inédito hasta el momento de la publicación de este artículo.
Muy interesante crónica, pues es asombroso el cómo dos distantes existencias se entrelazan con el devenir de la cotidianidad y terminan confluyendo en los inconmensurables espacios de la creación poética.