
El despertador del sur
Por: Jorge Arturo Bravo
despertadordelsur@hotmail.com
El pasado, 4 de agosto, muchos celebraron el Día del Periodista y Comunicador Social, en virtud a la Ley 918 del 15 de diciembre de 2004 nacida de “la brillante sapiencia” del entonces Presidente Álvaro Uribe Vélez, como homenaje a don Antonio Nariño quien tradujo y publicó La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” el 15 de diciembre de 1793; también fundó y dirigió el periódico “La Bagatela” cuyo primera edición salió el 14 de julio de 1811, fue el primer periódico político de nuestro país, con razón y justicieramente se lo considera “El Padre del Periodismo Político de Colombia”, el periodista que escribió y habló claro, sin miedo y sin mordazas.
Aprovechando esta bella ocasión, hoy quise, sin dudarlo, hacer una breve reflexión acerca del buen trato que debemos darle al castellano y al ejercicio del periodismo.
Es un deber legal, ético y moral, si se quiere, el que tenemos todos, sin excepción alguna, especialmente de quienes somos personajes públicos, dígase los funcionarios de gobierno, educadores, padres de familia y al lado de ellos, aquellos que diariamente ejercen el más bonito de los oficios: el periodismo, pues tienen contacto, a través de la radio o de un periódico, con toda la ciudadanía, oyentes y lectores sin distinción alguna, a quienes debemos llegar con un lenguaje claro, elocuente, elegante, lleno de armonía, de belleza y calidez.
Un lenguaje sin rebusques de términos y palabras que no solo afean y destruyen el lenguaje, pues conducen al malestar, (el caso del Presidente Iván Duque y la Senadora Aida Avella), al deterioro de la sana convivencia; no debemos olvidar que un término mal dicho, mal empleado, puede ocasionar hasta una guerra mundial, acaso no hemos escuchado de la sabiduría popular la expresión: No es lo que dices sino cómo lo dices….?
Pero unido al buen uso del castellano es necesario hacer un mejor periodismo, crítico, investigativo, propositivo, fustigante si se quiere, imparcial, sin cambiar nuestra conciencia, “por un plato de lentejas”, dígase publicidad, pues ALGUNOS periodistas, parecen simples lectores de los informes que les envía el contratista de la pauta, de hecho, han puesto su pluma y su voz al servicio de los intereses de los funcionarios de gobierno, a quienes a diario “lamen” y alaban, perdiendo de esta manera la verdadera esencia del buen periodismo y perdiendo además, de su ética, la fuerza del Cuarto Poder.
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