educación que deseamos para nuestro país, debe comenzar por respondernos al
tipo de ciudadano y de sociedad que pretendamos adoptar para el mismo, por
medio de la inversión pública (y también privada). Las inmediateces
politiqueras y los intereses particulares de los grupos o sectores sociales con
poder, y su deseo de perpetuarse en él, han sido los que usualmente se han
encargado de crear los referentes sociales de la calidad educativa pública en
nuestra historia de la educación.
Como propuesta, espero que más democrática,
podemos partir del concepto de necesidad social: el servicio educativo es de
calidad, si el mismo satisface las necesidades de formación y acceso al
conocimiento de la sociedad en la que está inmerso y de la cual proviene cada
educando. Por tanto la noción de Calidad de la Educación implica conocer dónde
estamos y tener claro dónde pretendemos llegar, es decir, definir unos
criterios mínimos de acuerdo con los diagnósticos existentes: de la Comisión de
Sabios, de Fecode, de la fundaciones (Compartir, entrevista Duzán-Perry,
Semana.com, 05.IV.14), documentos Conpes, ONG, congresistas (J. Robledo), etc.
establecer las políticas- es entrar en la definición de concepciones
epistemológicas y éstas obedecen a la filosofía conceptual acerca del mundo y
del poder. Una de las propuestas, la de un grupo de intelectuales colombianos,
plantea que las estrategias educativas deben apuntar a tres consensos
educativos: Educar para la Libertad: o sea, acabar con métodos y contenidos
dogmáticos, con el autoritarismo y la verticalidad en el desarrollo del
conocimiento sin descuidar el proceso de formación como una autodisciplina. La
finalidad es formar sociedades autónomas, responsables y pluralistas. Educar
para la Democracia: es educar para aprender a vivir en medio de la esencia de
la vida en sociedad: el conflicto. Es aprender a resolver los problemas con
respeto; a buscar la opción más adecuada a la comunidad, a la sociedad, arriesgándose
a enfrentar los intereses de los grupos de poder. Educar para el trabajo con
fines para el desarrollo: Es educar para el crecimiento integral: físico,
intelectual, espiritual, cultural y económico, particular y comunitario (del
país).
cuadro de indigna sumisión de nuestros gobiernos y clases dirigentes ante los
mandatos económicos de la gran burguesía de las transnacionales, del
neoliberalismo, del FMI y Banco Mundial. Nuestra realidad social es la de un
país lleno no sólo de desequilibrios económicos sino de inmensas e inmemoriales
injusticias que lo han llevado a la angustia de la guerra actual -donde el auge
del narcotráfico (consecuencia del desequilibrio social) actuó como carburante-
en la que quizá una de las protagonista más importantes, después de los
cadáveres y las familias enlutadas, es la desesperanza, con una débil luz: los
diálogos de La Habana. Nuestra identidad cultural, bastante ambigua y difícil
de identificar, empieza a centralizarse en torno a la música del Caribe, quizá
en razón a la explotación de los logros comerciales de la misma; la literatura,
el arte y el deporte.
venido convirtiendo en un detonante, al igual que había ocurrido en 2010 con
las presentadas por nuestros estudiantes en 2009. Vinieron los farisaicos
gritos al Todopoderoso sobre “lo qué se ha hecho” y “el qué hacer”. Vinieron
las entrevistas y las encuestas a los sabios. Las columnas de los que saben y
de los que no saben. El escándalo pasó y todo siguió lo mismo. El dilema sigue
siendo: Calidad educativa pública colombiana Vs. Neoliberalismo. Hasta ahora ya
se sabe quién ha ganado y con qué consecuencias.
Informes mireyaucentral@yahoo.es. 14.IV.14
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