Recuerdos de la navidad

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Por Irma Zambrano
irmazambrano1947@gmail.com

En nuestro municipio desde tiempos antiguos existieron diferentes costumbres, que han ido cambiando de acuerdo a los valores morales, culturales y a los medios de comunicación de los cuales hoy vivimos pendientes.

Para ésta oportunidad, cabe recordar la época de navidad llamada “La nochebuena “de hace 80 años.

En esa época la novena dedicada al niño Jesús, se celebraba en la capilla de San Francisco a las cuatro de la madrugada, y era amenizada por el Conjunto “Voces del Recuerdo” integrado por los hermanos Alfonso, Luis y Néstor Zambrano y también los hermanos Gonzalo y Manuel Acosta. Ellos acompañaban desde el inicio hasta el fin de la novena que finalizaba con el juego de disfraces y aguinaldos; luego se continuaba con la celebración de la llamada “Misa del gallo” a las 12 de la noche del día 24 de diciembre.

Foto: profesora Irma Zambrano

Se llamaba misa del gallo porque según la tradición romana, el canto del gallo era a la media noche.

El papa Sixto lll en el siglo V instaló la costumbre de celebrar una misa en la medianoche del día de la celebración del nacimiento del MESÍAS.

En el templo parroquial la misa se celebraba a las cinco de la mañana; también acompañada de un coro de jóvenes y niños, los cuales participaban con instrumentos rudimentarios fabricados por ellos mismos, como flautas, pingullos y puercas que producían un sonido agradable, acompañando a los villancicos: A la nanita nana, Ya viene el niñito y otros.

El párroco motivaba a los niños diciendo que había que pedirle un favor y un regalo al niño Jesús y para lograrlo debían asistir a toda la novena, pero sin faltar un solo día. Por esta razón los niños mayores de siete años, acudían a la misa sin importar las tempestades y la lluvia, porque creían que si no lo hacían el niño Jesús no les traía regalos.

En aquel entonces sólo hacían el pesebre donde había niños, el cual era completamente artesanal, con los productos del medio. Las personas de escasos recursos colocaban una rama de carbonero, musgo y trozos de llano; al árbol le colocaban flores y bombas; las imágenes de San José, la Virgen y el niño eran fabricadas de barro y forradas con papel de cigarrillos Piel Roja. En ese tiempo no se conocía, ni había árboles artificiales tampoco existían los adornos navideños.

Los jóvenes y señoritas jugaban a los aguinaldos como: al golpe, al grito, al hablar y no contestar, al dar y no recibir, al beso robado, al sí y al no, y al palito en boca. El que perdía la apuesta debía pagar un detalle.

Antes de la medianoche del 24 los amigos y familiares con un grupo musical, era costumbre dar una serenata donde habían arreglado el pesebre. Cada familia se preparaba en la preparación del café con empanadas para compartir con las personas que asistían.

Antes de la medianoche la mayoría de la gente con sus niños, se congregaban en el templo para mirar la llegada del niño Jesús.

Don Salvador Caicedo quien era el sacristán de la parroquia, demostraba su creatividad haciendo descender desde lo alto por medio de cuerdas la imagen del niño Jesús, el que era esperado con grande fe y devoción, en el hermoso pesebre elaborado con gran entusiasmo en el centro del templo.

En cada casa se quedaba un miembro de la familia, encargado de colocar los regalos alrededor del pesebre o debajo de la almohada, quien después de haber realizado su tarea acudía al templo para demostrar que mientras la familia estaba en la misa, Jesús había llegado a cada hogar a dejar los regalos.

Los regalos eran: la ropa que cada niño o niña necesitaba; y comestibles como rosquillas, galletas y dulces.

Muchas veces no satisfacía los deseos del infante, porque él esperaba lo que le había pedido al niño Jesús, ya que ellos creían que en verdad era Jesús quien traía los regalos.

El padre de familia con anterioridad les compraba lo necesario, al gusto de él, más no del niño, quien recibía con agrado y felicidad lo que le había traído.

Fue una desilusión muy grande y una terrible tristeza cuando un niño de seis añitos escuchó a sus padres cuando dialogaban sobre qué, se les iba a regalar y colocar a cada uno de los hijos al rededor del pesebre. El niño al escuchar la conversación soltó el llanto y lloró inconsolable al darse cuenta que los regalos no los traía el niño, sino sus padres. Ante esta situación tuvieron que darle todas las explicaciones; pero se le acabó el encanto y la alegría.

Así, cada uno de los nacidos en las décadas de los años 30s a los 80s tenemos un recuerdo inolvidable de como descubrimos la verdad de los acontecimientos navideños.

En ese tiempo no nos compraban juguetes, los niños éramos creativos porque los fabricábamos nosotros mismos, las niñas fabricábamos muñecas de trapo y utensilios de cocina; los niños hacían sus juguetes con junco, los carros los hacían con latas, palos y las ruedas las hacían de los tallos de plantas de fique. Desde temprana edad sus padres le inculcaban el amor al trabajo, de esa forma se demostraba la afición por determinada profesión.

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