Reseña biográfica del escritor nariñense Alejandro García Enríquez (3ª entrega)

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(* Alto de El Ingenio-Sandoná, 3 de
marzo de1925-
+ Bogotá, 1° de julio de 1991)
Por Alejandro García Gómez.
Matrimonio y su trabajo como
agrónomo
(Dentro de esa misma “lógica
consecuencial” que venimos exponiendo, en donde “un hado personal” resulta
“actuando” -a partir de nuestras propias decisiones, ¿libre albedrío?- en un
marco plural de aconteceres políticos, económicos y culturales mundiales
ineludibles, en los ámbitos continental, nacional, regional, local y familiar
también ineludibles, hado al que llamamos Destino, en la segunda entrega,
presentamos sus estudios en Pasto, Bogotá y en Ambato (Ecuador), lo mismo que
algunos de sus afanes y preferencias de estudio
. Hoy continuamos con esta
tercera entrega).

Quizá por necesidades económicas
presumiblemente unidas a otras causas, debió aplazar su grado de agrónomo en
Ecuador. Él supuso que sería una ausencia temporal de la Escuela de Agronomía
pero se le convirtió en definitiva
. De su época en ese país, estamos hablando
más o menos quizá de alrededor de 1944 o 1945 a 1946, según nuestras
deducciones y, nuevamente advertimos, que podemos estar equivocados en los
tiempos, en uno o dos años. En Colombia en 1946 se da un nuevo cambio no sólo
de presidente sino de hegemonía partidista, debido a la división del
liberalismo para las elecciones de ese año. Comienza otra vez la supremacía
conservadora con Mariano Ospina Pérez, (1946-1950).
La “escoba nueva” de esta hegemonía
desearía barrer con todo y, al parecer, nuestro padre fue otra víctima con su
beca, así proviniera de un clan y corregimiento municipal conservadores. Una
posible explicación de nuestro padre como víctima es que el conservatismo de El
Ingenio era de ascendencia laureanista (partidarios de Laureano Gómez)
adversarios de los ospinistas (partidarios del presidente Ospina Pérez)
, dentro
del mismo Partido Conservador, aunque había sido el mismo sectario y hábil
Laureano –“el chacal” como lo califica el poeta Pablo Neruda en su Canto
General- quien había encumbrado hasta el solio presidencial al tibio empresario
Ospina. El reciente gobierno del nuevo-viejo dúo de dominio, se propondría
“barajar y repartir de nuevo”.
En general, en todos los grupos
ideológicos o semi ideológicos o políticos o religiosos, el sectarismo que se
hace entre los partidarios de un credo similar, es usualmente más virulento que
el que se le hace al del contrario
, esto es muy probable que se deba a las
mismas ansias de poder. Tirar dentelladas hacia todos y hacia todo, para
quedarse con todo el pastel, disfrutarlo y repartirlo de a poquitos a cambio de
adoración y reverencia.
Este cambio de partido político
gobernante fue posiblemente la causa principal del abandono de los estudios de
nuestro padre. Por las diferentes necesidades que se le fueron presentando,
finalmente no obtuvo su diploma, pero cumplió con los requisitos del estudio
para su profesión
. (Otra posible explicación podría ser que él mismo
suspendiera la beca con el ánimo de tomar la vida matrimonial, teniendo como
mira la vuelta a sus estudios, cosa que no se dio finalmente aunque sí se casó,
pero no regresó. Tampoco nos aclararon ni él ni nuestra madre el porqué del
abandono sus estudios en Ambato (Ecuador). Pienso que por respeto, jamás se me
ocurrió interrogarlos sobre esto.
Matrimonio
Alejandro García Enríquez y Angélica Gómez Riascos. 

25 de diciembre de 1946
(Álbum de la familia García Gómez)
 

Entonces, lo que en ese tiempo era
el despacho gubernamental equivalente a lo que hoy es la Secretaría de
Agricultura de nuestro departamento lo nombró como agrónomo en La Unión
(Nariño)
. Allí nos contaba que tuvo una corta relación de amistad con el poeta
Aurelio Arturo, por sus afinidades culturales y literarias. Más tarde, quizá
por los espacios geográficos en que debieron vivir cada uno, se fueron
distanciando: el más grande poeta colombiano ya vivía en su definitiva Bogotá
(desde 1926), en su cargo. El gran poeta también tenía hermanas solteras y
casaderas, y esto también habría podido ser otro motivo de acercamiento entre
ellos, más de nuestro padre, aún soltero. Quizá nuestro padre conoció al gran
poeta en algunas de sus vacaciones en su pueblo natal, quien además era ya un señor
de alrededor de 40 años contra los quizá 20 ó 21 –o algo menos- de nuestro
padre. También para la fecha, la revista de Universidad Nacional ya le había
publicado su colosal poema Morada al sur (1945), además de que antes, la prensa
colombiana le había publicado otros. El poeta Arturo ya descollaba en el olimpo
colombiano. Después de una no muy larga permanencia, nuestro padre fue
trasladado de allá a otra población nariñense que lo requería.

Luego de esta estadía en La Unión,
el 25 de diciembre de 1946 se casó con nuestra madre, Angélica Gómez, en
Sandoná. Él tenía 21 años y 9 meses y ella 20
. De esta fecha estamos
absolutamente seguros, por algunos documentos, y de ahí hemos deducido otras,
como lo hemos hecho a lo largo de esta reseña biográfica. Existen hechos y
fechas de las que estamos no sólo seguros sino que tenemos evidencias y de ahí
hacemos deducciones por las narraciones escuchadas por nosotros, sus tres hijos
vivientes, en orden de edades: Laura, Alejandro y Concha.
Tambores de guerra
La tragedia del 9 de abril (1948) no
había ocurrido aún pero el ambiente nacional estaba cargado desde hacía
tiempos. El Bogotazo y sus posteriores consecuencias –que las sufrimos hasta
hoy y no se sabe hasta cuándo- no nacieron por generación espontánea. Esto lo
afirmamos ahora que se negoció un Acuerdo de Paz o –mejor- de Fin del Conflicto
con las Farc -en La Habana (Cuba)-, como se lo denomina más acertadamente.
Ojalá estemos equivocados al afirmar que, aunque fue imprescindible esa
negociación para comenzar, la violencia aparejada con la corrupción de toda
índole, buscará otra máscara y otras manos o parte de las mismas
. Será un
proceso largo desterrarla, si es que de verdad nos propusiéramos expulsarla.
Volviendo a la historia del siglo XX
de nuestro país, en 1950 comenzaba el fatídico –en mi opinión- gobierno de
Laureano Gómez (la obra “Gaitanismo, liberalismo de izquierda y movilización
popular
”, Medellín, 2013, de W. John Green, es un sesudo, pormenorizado e
imparcial estudio de una parte de la historia de esa Colombia del siglo XX que,
nos ilustra también el protagonismo de este –para mí- funesto personaje y de
uno de sus hijos, hoy canonizado en el 
martirologio patrio. Recomiendo ampliamente su lectura). En noviembre de
1951 –por infarto de su corazón- cedió el poder a Rafael Urdaneta, quien
pretendió quedárselo y lo retuvo hasta el 13 de junio de 1953, fecha del Golpe
de Estado dado por el militar Gustavo Rojas Pinilla.
Matrimonio
García Gómez. Según nuestra

madre en esa fotografía se encontraba gestante
de
quien estas líneas escribe, Alejandro García

 Gómez. Es decir es de 1952. 
(Álbum
de la familia García Gómez)

Por razones de pertenencia de los
integrantes de la familia de nuestro padre, oriunda de de El Ingenio –todos de
filiación conservadora y laureanista, como dije-, él también perteneció mucho
tiempo a ese partido y a ese grupo. Para mí, como joven con “uso de razón” y
luego como adulto, resultaba un enigma que siendo él de un pensamiento amplio,
tan humanista y libre, hubiera resultado en ese partido y, particularmente en
ese funesto –para mí- grupo político, comandado por ese siniestro personaje de
tan nefasta recordación para la Historia de Colombia. Yo veía, en cierta
manera, contradictorio ese hecho. Luego comprendí las razones. Eran dos: la
primera, no sé si la más importante entre las dos fue que, a pesar de todo, el
astuto y mañoso Laureano había sido el conservador que había liderado un grupo
de su partido para buscar el entendimiento con Alberto Lleras Camargo por los
liberales, en España, para repartirse el poder político por 16 años, alternando
de a cuatro por color de trapo. Eso se conoció como Frente Nacional. Estos 16
años han sido ampliamente estudiados, pero en ese momento los pacifistas lo
vieron como la única salida a nuestro desangre
. La razón que nos exponía mi
padre era que la paz en Colombia siempre la había sentido como una necesidad
vital de país. Que había que “tragar sapos”, como decimos hoy. Que nuestro país
no podía continuar con esa cruel mortandad. Esas mismas motivaciones me
movieron a mí después a apoyar el acuerdo de nuestro Estado con el grupo
criminal de las Farc-EP en la Habana, “tragando sapos” (pero esta es otra
historia).

La otra razón, la segunda, o sea
cuando él comenzó como laureanista antes de esos convenios, que para ser claros
no tengo fechas, pienso que debieron ser sus lazos familiares, los que él
respetó y honró siempre. Quizá un ancestral concepto del “Clan”. Su familia de
El Ingenio era laureanista. Jamás olvidó quién era y de dónde provenía, y su
ejemplo de respeto familiar nos lo inculcó siempre a nosotros sus hijos al
tiempo que lo hacía con su rebeldía –que ya nos la había engendrado- a favor y
en búsqueda de la Justicia y la Libertad, siempre en persecución del bienestar
equitativo del ser humano, sin discriminaciones de ninguna índole, por encima
de cualquier interés de partido político alguno
. Por esa misma rebeldía, sus
hijos jamás pertenecimos ni a ese ni a ningún partido, con el debido respeto
por quienes lo hacen y por las razones que tuvieran para hacerlo.
Claro, ya los tiempos para nosotros,
y para nuestra fortuna, habían cambiado y no era una exigencia casi vital la
pertenencia a alguno de los agónicos partidos colombianos. Aquí una anécdota
personal: cuando ya en el primer trabajo de mi vida profesional, se presentaron
las primeras elecciones y se me nombró como jurado elector, el Registrador de
la población de Túquerres (Nariño) donde comencé como profesor, me citó y
preguntó mi filiación política (¡!). Él era también oriundo de mi mismo pueblo,
Sandoná y, más o menos, de una edad similar a la mía, con unos muy pocos años
de más. El joven registrador, el Sr Santander (qepd), al notar mi extrañeza
ante su pregunta, se apresuró a aclararme que era parte de su deber como
funcionario; entonces yo eché mano de lo que primero se me ocurrió: si mi
familia había pertenecido al Partido Conservador, yo también debía parecerlo
.
Quién sabe si yo aún figure así. En adelante, para las futuras contiendas
electorales y con diferentes registradores municipales, casi nunca me libré del
honor de ser jurado de mesa electoral. Tampoco sé cuál fue o fueron las
pertenencias de filiación política que me endilgaron, porque jamás me volvieron
a hacer esa pregunta. Quién sabe si siga “conservador” hasta hoy.
Volvamos al matrimonio de nuestros
padres. Los primeros meses de los jóvenes García Gómez transcurrieron en la
población de Ricaurte (Nariño) al ser trasladado desde la Unión en razón de su
trabajo. Allí se familiarizó mucho más con las culturas precolombinas de
América, en razón de que ahí se afincan hasta hoy algunas etnias de la costa
del Océano Pacífico, una de ella la Awa Cuaiquer o Coaiquer
. Ya había comenzado
a hacerlo desde niño en su terruño de El Alto de El Ingenio, con los amigos y
los familiares de sus padres, ante todo provenientes de los -en ese tiempo-
resguardos indígenas de Santa Rosa y 
Santa Bárbara, hoy corregimientos municipales de Sandoná. Nos recreaba
historias míticas que algunos de ellos les habían narrado –a él y a sus
hermanos- allá en El Alto, a la manera de los viejos aedas. (De esa cosecha es
una parte de mi cuento “Cariolán, el que aplana volcanes”, de mi libro de
cuentos “No es por azar que nacemos”, Medellín, 2004). Otras veces era en las
casas de los familiares de sus padres –nuestros tíos abuelos y el resto de
primos- en El Ingenio. Yo mismo disfruté allá de la fantasía infantil de esas
narraciones cuando nuestros padres nos llevaban a paseos con dos o tres
pernoctadas incluidas (de esas noches nació: Grito de ánimas, también del mismo
libro). Como dije, él era muy cuidadoso con esos “cuentos” o mitos y leyendas,
según  nos enseñaba. Jamás se nos ha
olvidado su enseñanza de que siempre detrás de cada historia fantástica, hay
una situación inexplicable aún, pero que procede de la realidad.
En la población de Ricaurte (Nariño)
se encontró trabajando con los Awa-Coaiquer, además de “los blancos” y los
negros, hoy denominados afrodescendientes. Llegó a convivir con la etnia Awa
por temporadas más o menos cortas o largas, según se lo exigía su trabajo como
agrónomo
. Esta temporada en Ricaurte, conviviendo con los Awa, fue
trascendental para acrecentar la fundamentación de su pensamiento y su enfoque
cultural, nos repetía. Allí parece que se amplió la concepción de su teoría
social, llamada por él Cuyanacentrismo. Lo publicado en 1992 (1) hace parte
sólo de la Introducción de la obra, porque el original es mucho más extenso
(407 páginas mecanografiadas. Más adelante se desarrollarán algunos datos sobre
ella).
Paseo
familiar al bello sitio La Altamira, a 1 Km y medio de Sandoná. La casa y su
barandal aún existen. De izquierda a derecha: Alejandro García Enríquez (novio
aún de nuestra madre); nuestra abuela materna Laura Riascos v. de Gómez que
pareciera interpuesta entre Alejandro y su novia Angélica Gómez, nuestra madre.
La abuela carga en su brazo izquierdo a nuestra prima Alicia Rodríguez Gómez.
Sigue Angélica Gómez Riascos, nuestra madre; el señor Baltasar Mideros; el gran
trompetista Pote Mideros, quien a su izquierda tiene a su esposa –de negro-
Alicia Gómez Riascos, hermana de nuestra madre; la señora Rosario Mideros,
madre del gran músico. Cierra la foto el señor Julio Gómez Riascos, hermano de
Angélica y Alicia. La fecha debió ser 1945 ó 1946 (Álbum de la familia García
Gómez).
De Ricaurte fue trasladado a
Túquerres, por las mismas razones de necesidades de su trabajo en la zona. Allí
nació la primera hija del matrimonio, Concepción Angélica, en octubre de 1947.
De allá se lo requirió en Sandoná, nuestro pueblo, siempre con el mismo cargo
de agrónomo al servicio del Departamento de Nariño
. Quizá no sea posible ya que
existan personas que hubieran trabajado con él en nuestro terruño, pero quizá
sí de que, aun sin haberlo hecho, lo recuerden por alguna relación con sus
vidas y su trabajo profesional. Nos contaba que en Sandoná –por propia
iniciativa y sin mediar pago adicional- intentó trabajar con los niños de las
escuelas  -además de su labor en el campo
con los agricultores- y que lo logró por un tiempo. Quizá algunos de sus
“discípulos” de entonces lo recuerden. Lo logró hasta que pudo hacerlo. 
Sandoná en el concierto de La
Violencia nacional
.
En Sandoná murió su primera hija en
febrero de 1948, antes de dos meses de que ocurriera el Bogotazo. Pongo como
referencia ambos acontecimientos trágicos, el uno para nuestra naciente familia
y el otro nacional
, por los hechos que sobrevinieron luego al grupo de nuestro
hogar.
El ambiente en los campos, pueblos y
ciudades de Colombia ya se encontraba enrarecido por la violencia que había
desatado el Partido Conservador en contra del Gaitanismo, más que contra su
rival de patio, el Partido Liberal, como podría haberse esperado. El Gaitanismo
era un movimiento que estaba compuesto hasta por conservadores “descamisados”,
como era la característica de esa masa inmensa de hombres (y mujeres, aunque
aún no se les había concedido el derecho al voto a ellas) que comenzaron a ser
llamados gaitanistas. Y, obviamente, también eran gaitanistas los liberales
“descamisados” y un resto de tendencias, provenientes todos de la parte más
sufrida del pueblo desprotegido, pero hastiado hasta la desesperación por las
inequidades, la falta de libertades democráticas, la corrupción y las
injusticias de toda laya. Como ahora.
Tanto el liberalismo tradicional de
las élites, como el conservatismo –con mayor razón-, junto con la inmensa
mayoría del clero católico, sentían que el poder se les iba de las manos. Se
dieron cuenta de que el nuevo mando lo encarnaba el nuevo caudillo, Jorge
Eliécer Gaitán, y de que él sería el nuevo presidente. Que no había quién pudiera
atajarlo.
Sus ideas políticas y económicas las
había tomado del socialismo social (perdón por la redundancia, pero es sólo una
prosaica manera de la que me valgo para que no lo confundamos con el socialismo
comunista)
, pero sus maneras de convocatoria hacia las masas y la aplicación de
sus conceptos al discurso político pertenecían al caudillismo, a la “liturgia”
fascista de Benito Mussolini, ex socialista que después lo persiguió a muerte,
literalmente, a muerte, al igual que al comunismo, mandando a matar a sus
líderes. Mussolini utilizó al socialismo para su ascenso. Durante su estadía
estudiantil en la Italia de la preguerra, el joven Jorge Eliécer había asistido
a los actos y discursos del Duce y había quedado impresionado por él y ellos.
Era un hecho inevitable que Gaitán
sería el nuevo mandatario de los colombianos para 1950, a menos que…  La única manera que quedaba para evitarlo era
la eliminación física del objetivo
. Y así ocurrió. Lo sabemos y hasta ahora lo
sufrimos y no sabemos hasta cuándo más. Porque todo este encarnizamiento, de
hace mucho más de medio siglo, se encontró y se matrimonió con la Guerra fría,
cosa que no estaba prevista por la miopía de los corruptos, pícaros y
ambiciosos prohombres de nuestra patria que nos generaron ese caos. Aunque si
estos granujas y rapaces lo hubieran conocido o advertido, tampoco les habría
importado. Pero bueno, esta es otra historia por contar. Ahora sigamos con la
que veníamos.
Jenaro
López, tío paterno de 

nuestra madre 
(Álbum de la familia 
Santacruz López)

En medio de esa zozobra, el país
continuó. Cada colombiano siguió con sus labores. Aunque, claro, después del 9
de abril de ese año, las cosas cambiaron para todos. No sólo nuestro siglo XX
se dividió en dos, sino toda la historia de la Colombia republicana: la de
antes y la de después del Bogotazo. A raíz de los sucesos capitalinos, el
directorio político nacional, los regionales y locales del conservatismo,
incitados por un rabioso clero eclesiástico católico, azuzaron a sus
copartidarios y feligreses a la más violenta reacción en contra de todo lo que
fuera gaitanista, fueran o no liberales. Eso hizo que muchos conservadores, los
mismos “descamisados” de antes, fueran atacados por sus copartidarios y se
identificaran a sí mismos como gaitanistas, es decir “liberales”, sin serlo. Y
la persecución se ensañó más y a los liberales y gaitanistas no les quedó más
que la fuga hacia el monte (y armarse) o engrosar los cordones de miseria de
las nacientes ciudades
. Y el clero espoleaba desde los púlpitos, desde las
pastorales y desde donde podía, al igual que hoy donde frente a unos pocos
sacerdotes, obispos y otros clérigos –hombres y mujeres- llenos de la sabiduría
y la humanidad de la doctrina del Evangelio –en concordancia o no con las ideas
políticas-, aún hay muchos que destilan el veneno del odio sectario (lo mismo
que entre pastores de otras iglesias cristianas).

Uno de tantos altos prelados, un
obispo colombiano de esos tiempos, señaló que matar liberales no era
pecaminoso. Apegado a una manipulada filosofía-teología tomista –mezclada con
su particular interpretación bíblica- aseguró que el liberalismo era
“esencialmente malo” y que, en consecuencia, lo “esencialmente malo” había que
combatirlo hasta eliminarlo. Que “Los obispos que no defenestran desde el
púlpito la apostasía roja no son más que unos perros echados” (2), les recriminaba
a sus colegas. Que “un campesino colombiano debe ser un soldado de Dios
encargado de combatir el ateísmo liberal
” (2). 
“Era pecado estar a la moda, leer El Tiempo, y sobre todo ser liberal”
(2).  “[Mons. Miguel Ángel] Builes
instituyó dos nuevos pecados, exclusivos para las mujeres de su jurisdicción
(Santa Rosa de Osos, Antioquia): el uso de los pantalones y montar a lo hombre
a caballo, con el agravante de que sólo el obispo en persona podía absolverlas”
(3).  Hace un tiempo fue declarado Siervo
de Dios. Para llegar a serlo se le ha reconocido el cumplimiento de Las Tres
Virtudes Teologales (Fe, Esperanza y Caridad); las Virtudes Cardinales
(fortaleza, prudencia, templanza y justicia) y el desprendimiento de cualquier
deseo carnal. Hoy por hoy, junto con el Beato Padre Marianito, a este obispo,
Monseñor Miguel Ángel Builes, se le considera como el colombiano más cercano de
ser canonizado en los altares.
En Sandoná, nuestro pueblo, aunque
la Violencia –felizmente- no tuvo el alcance asesino y exterminador de otros
rincones del país donde lo común fueron las masacres, sí se dieron hechos
feroces. El libro “La Violencia en Colombia” -de los valientes, Monseñor Germán
Guzmán Campos (párroco de El Líbano, Tolima), Eduardo Umaña Luna (abogado) y
Orlando Fals Borda (sociólogo)- menciona más de una vez a Sandoná como una de
las poblaciones del Departamento de Nariño donde se dieron hechos de violencia
.
Las bases estadísticas para el análisis, en ese libro, fueron aportadas por las
cifras y los estudios de la Comisión gubernamental investigadora de las causas
de la violencia, creada en 1958 bajo la Junta Militar que derrocó al dictador
Gustavo Rojas Pinilla. La Comisión fue dirigida por Otto Morales Benítez. La
conformaron dos representantes de los partidos tradicionales, dos de las
fuerzas armadas y dos de la iglesia, uno de estos el sacerdote y luego Monseñor
Guzmán Campos.
Los coterráneos que tienen nuestra
edad, posiblemente escucharon a sus padres algunos de los relatos sobre estos
hechos. En forma súbita y cualquier día de la semana, a altas horas de la
noche, comenzaban a salir pelotones de hombres armados de piedras, garrotes y
otras armas de corto alcance en contra de las viviendas, comercios y negocios
de personas liberales, o de familias liberales mejor o gaitanistas
(conservadores o liberales que pensaban diferente). Los grupos armados hacían
parte de la que en ese tiempo fue bautizada como la Marimba Católica
. Todo
mundo sabía de dónde, de quiénes, y hacia dónde y hacia quiénes llegaban las
órdenes que luego obedecían y se hacían obedecer también, en una larga cadena
de mandos. El miedo, como siempre, no permitía hablar lo hablado ni nombrar
ningún nombre, aunque todo era sabido y todo conocido. Como ahora.
Uno, entre tantos, de los hechos
comentados fue el ataque –en una de esas noches feroces- contra la casa donde
estaba localizada la botica o farmacia del señor Azael Rivera (liberal, quien
también fue concejal y alcalde por su partido)
. Allí mismo residía con su
esposa y su familia. Estaba ubicada cerca del costado  suroccidental del parque principal, en una
inmensa residencia de un solo piso. Cuando se escribe esto, se levantan ahí la
Cooperativa Contactar y la Panadería Santa Fe.
Esa noche, la turba de marimberos
católicos tumbó las puertas de la botica. En aquellos tiempos casi no existían
las droguerías con medicamentos de laboratorios a nivel industrial, y menos en
los pueblos. Los boticarios preparaban las tomas y recetas solicitados por los
pacientes, según la formulación de sus médicos o de los mismos boticarios, o
aun de los propios pacientes. Los ingredientes y las sustancias de los frascos,
paquetes y recipientes -de la botica del señor Rivera- quedaron esparcidos
sobre el suelo de la calle, del andén y de las acequias por donde corría el
aguacero entre la densa niebla nocturna que sube desde el río Guáitara y que se
estaciona en el parque y en las calles de la población, durante las noches. El
fondo sonoro -además de los ruidos de los golpes contra puertas y enseres- lo
hacían los vivas al glorioso Partido Conservador y los insultos, los mueras y
los ¡abajo! al Partido Liberal y a “estos liberales, hijueputas”.
Josefina
López con uno de sus nietos, tía paterna de

nuestra madre (Álbum de la familia
Santacruz López)

El señor Rivera se salvó de ser
linchado y su casa de ser incendiada por la intervención valerosa y bondadosa
de un familiar suyo, Gabriel Insuasty Rivera, conservador y laureanista
; de la
misma manera que se salvó la familia del señor Rivera. El señor Insuasty
Rivera, su primo, expuso su vida al intentar y lograr calmar la turba; muchos,
muchos años después llegó a ser mi suegro y me contó esta historia.
Inmediatamente llegué la conclusión de que ese había sido el acto más grandioso
de su vida, un acto heroico. Así se lo manifesté alguna vez personalmente y sin
testigos. Se quedó pensando brevemente y me dijo:

-¿Usted cree…?
Yo lo quedé mirando y le asentí con
mi cabeza. Tampoco respondió pero también asintió con su cabeza.
-No lo había pensado –me dijo luego;
no sé si se aceptó del todo como héroe.
El señor Rivera –su primo liberal-
libró su vida porque la actuación de su primo Gabriel demoró las acciones
tiempo precioso que él aprovechó para escapar por los solares de las casas de
algunos de sus vecinos. Siempre junto a la mortal barbarie del fanatismo, sea
religioso o político o de cualquier otra laya, se levantan la bondad y el
humanismo como antítesis heroicas.
Algunas noches, también, los
marimberos católicos se ensañaron con la casa de los señores Ojeda, ubicada en
la carrera cuarta entre calles  tres y
cuatro, del hoy barrio San Francisco
. Las huertas de casi todas las casas de
esa manzana –como las del resto del pueblo- se comunicaban entre sí, como un
único solar. Ese huerto forma parte de mi Paraíso Perdido, lleno de árboles de
café, plantas de plátano y banano, naranjos y otros frutales de la casa de mis
tíos abuelos Pina y Jenaro López, más abuelos que tíos en mi corazón. Allí pasé
mi infancia. Era una casa grande de una sola planta, una parte de la cual la
arrendaban a los recién casados, mis padres, antes de que viviéramos en la que
luego fue nuestra residencia permanente, a unos diez o quince metros hacia el
norte, por la misma acera. Hasta salir a mis estudios en Pasto (12 años), ahí
vivía yo el día a día y sólo estaba en mi casa para realizar mis deberes
familiares y escolares, para mis comidas y para dormir.
La familia de los Ojeda eran vecinos
del joven matrimonio García Gómez y algunas noches pidieron asilo a nuestros
padres –por las huertas- que, obviamente, se lo dieron aun a riesgo de
impredecibles consecuencias
. Afortunadamente los marimberos católicos respetaron
la casa de mis padres. La familia de mi madre también era conservadora aunque
ella no profesaba ideas políticas. Cuando el dictador Rojas otorgó el voto a la
mujer, más que por equilibrar derechos buscando ganar su plebiscito, votó por
las ideas de nuestro padre y así siguió siempre, porque “en política, Alejandro
no se equivoca”, decía. Mi padre me contaba que su oficina agrícola municipal
contrató a algunos de los señores Ojeda para trabajos en el campo, entre los
cuales venía adelantando un proyecto en el corregimiento de Bolívar sobre el
cultivo de la uva. Que ya tenía los análisis de suelos y de temperatura
correspondientes, me contaba. Que se lo había procurado por intermedio de una
de las secciones de la Dirección de Agricultura. Que ambos estudios daban carta
blanca para ese cultivo. Su proyecto no era sólo iniciar y propagar el cultivo
de la uva sino de llegar hasta más allá: iniciar una empresa vitícola, me
aseguraba. Pero claro, en esos tiempos era un pecado mortal que un funcionario
conservador reclutara trabajadores para cargos en el gobierno, entre los
propios enemigos del gobierno y de la Iglesia (y de Dios mismo). Me dijo que lo
había hecho porque no estaba de acuerdo con ese tipo de violencia en primer
lugar y, en segundo, porque ellos eran agricultores y muy buenos trabajadores.
Y todo ese proyecto de adelanto agrícola quedó atrás, como veremos en la cuarta
entrega.

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