Cruzaron el puente y encontraron la muerte

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Por Irma Zambrano

Un día soleado como todos los del mes de junio. Los habitantes de Ancuya se alistaban para celebrar las vísperas de la fiesta patronal de San Pedro Apóstol y de nuestra señora de La Visitación.

Era el 28 de Junio 1.951, desempeñándose como párroco el presbítero Floresmilo Flórez y como alcalde el Teniente Luis Santander. Para la celebración de las fiestas de aquel año, don José Achicanoy y uno de sus hijos eran los contratistas de la animación de las fiestas patronales en Ancuya, por esta razón decidieron viajar desde Sandoná con el fin de organizar la volatería (juegos pirotécnicos).

En aquella época el paso por el puente colgante Eduardo Santos era sólo hasta las 6 de la tarde y el puentero ya había cerrado con llave la puerta del puente; y como era norma que después de las seis de la tarde el paso quedaba cerrado y nadie podía pasar; el señor Achicanoy le imploró que lo dejara pasar porque tenía un serio compromiso con el padre y el alcalde, pero no fue posible, el puentero no escuchó ninguna razón.

Entonces los dos viajeros, se treparon por las tapias quebrándole algunas tejas, para así lograr pasar, el encargado del puente les dijo con ira: “pasar ya pasaron, pero volver, sino han de volver”. No hicieron caso de las palabras que les dijo, tampoco se percataron de que podía ser un aviso divino; sino que apresuradamente siguieron rumbo al pueblo al local que les había arrendado don Elías Mora (hoy casa del señor Servio Andrade) para la realización de sus trabajos pirotécnicos, ellos llegaron tranquilamente, y todo parecía normal entre las cinco personas que laboraban allí.

Era la media noche, cuando un estallido muy fuerte, despertó al pueblo sin saber que pasaba. Las puertas volaron por el aire, causando estragos en las casas vecinas, todo era confusión, y se preguntaban unos a otros ¿Qué pasó? Alguien dijo: “estalló la volatería”.

La primera persona quien llegó a auxiliar con una olla llena de agua fue la señora Rosa Lagos; luego el resto de la comunidad fue llegando a prestar ayuda porque la conflagración seguía extendiéndose a toda la manzana.

En esas circunstancias el señor Sofonías Bravo y su señora Isabel que arrendaban un local junto al lugar de la explosión, salían a ver qué ocurría. Una pared se desplomó sobre la humanidad del señor Sofonías, produciéndole graves lesiones en la columna vertebral. La señora Isabel sufriría quemaduras de tercer grado.

Don Pedro Egas y don Rodrigo Mora se encargaron de buscar a otras personas que habían quedado atrapadas en medio de la tragedia.

A los muertos los dejaron en la casa de gobierno; a los quemados más graves los llevaron al centro de salud para que les presten los primeros auxilios y los remitan para Pasto. La gente consiguió hojas de guineo para cubrirlos. Los Achicanoy ya no regresaron más, cumpliéndose así las palabras del puentero.

Por esta razón las fiestas patronales solo fueron de carácter religioso. La gente toda conmovida se puso en oración, porque creían que era un castigo divino. Quedaron bastantes personas damnificadas, todo se convirtió en lágrimas, luto, dolor y tristeza.

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